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Primavera, verano, otoño…invierno; y de nuevo primavera. Ya un año en que quedé sumido en un interminable invierno. Voces distantes que me consuelan, voces cercanas que me acompañan. Nuevas miradas que me hipnotizan, nuevas emociones que me confunden. Camino con la mirada clavada en la nada. Parecía un hombre muerto caminando. Nadie sabe lo que tiene hasta que lo ve perdido. Confío en que la vida se hará cargo y que ambos terminaremos rindiendo cuentas de lo ocurrido. Mis culpas, sus culpas. No quiero amargarme y pienso en lo bello. Emergen entrañables amigos que me dan su visión de acuerdo a lo que han vivido o enterado, pero no hay verdades universales. Sólo yo sé la verdad…sólo nosotros dos sabemos la verdad. Amigos, amigos…me quieren, lo sé y agradezco. Noticias lejanas y cercanas que me dan cuenta de una felicidad incontrolable, desmesurada. Un “te estoy muy agradecido” me cortó la cabeza, las manos y la voluntad. Mismos amigos que ahora mueven sus ideas como una veleta: Un hacer y dejar de hacer que se repite como fórmula matemática provocando que mis de por si inertes miembros se rehúsen a moverse nuevamente. Actúo como dejándome llevar por la corriente. A lo lejos le diviso, no quiero mirarle. Y otra vez, y otra vez…pero siempre en compañía, flotando por el asfalto. Le evito, fue mi promesa. Mi familia…mi madre que le extraña. Un pequeño que ve una vieja foto y entre balbuceos intenta decir su nombre…le recuerda. Le he llamado y he colgado, mientras mi promesa de no cometer los mismos errores con quién llegase se mantienen tan fuertes como promesa de vida. He llorado, he aprendido y me he prestado a nuevos juegos de adultos que jamás imaginé jugar. Sólo fantasmas de un rato para no sentirme solo en la costumbre y que pasados los minutos desaparecen sin dejar nada. Nada, no haré nada, no quiero pensar en posibilidades. Nuevas noticias aunque ahora de crisis que me llenan de ideas la cabeza; volteo y veo otras versiones de un mismo hecho. Pero recuerdo y el recuerdo no es grato. Concluyo que ni siquiera pensaré a menos que, una de sus pestañas se mueva un ápice. Y me tranquilizo porque sé, que sabe, que una vez echado a andar el mecanismo, no habrá vuelta de retorno, sin dudas e indecisiones. Esa pestaña, no se moverá (tranquilos amigos). Sigue el hilo amarrado a mi dedo. Arrepentimientos que no saben a búsquedas. Libros que me cambian la visión de la vida y del amor. Amor…he visto demasiadas películas sobre él. ¿Idealizo? Puede ser… ¿segundas oportunidades? No lo sé. “El que esté libre de pecado que tire la primera piedra” dijo alguien por ahí y yo también soy pecador. Lo que sí sé es que cada quién busca a su manera, a su tiempo y formas, la felicidad; nadie lo hará por nosotros. Hace tiempo pensé: ¿será lo mismo? No. Puede ser mucho peor o mejor, pero no será lo mismo. Es una ruleta y todo parece indicar que las posibilidades son bajas, casi elementales. A menos que hoy caiga en la cuenta de la equivocación (yo no) y que el genuino sentimiento siempre estuvo ahí. Hoy es primavera. El tiempo cambia y yo tampoco puedo permanecer inmóvil. Creo que lo peor que puede pasar es “dejar de hacer”, así que…aquí estoy, a casi 365 relativos días de la catástrofe.

¿Y tú?