12 marzo 2008

Éste es uno...

Mis amigos


Hoy me siento extraño. Una especie de júbilo apagado. Me invade la idea de que un momento feliz orquestado por mi y algunos amigos ha concluido. No es la sensación de una tristeza inevitable, es la sensación de que percibo que los momentos felices, como he comentado en otras ocasiones, me los tengo que fabricar y como tal la tarea tiene que ser permanente.

El momento feliz de esta vez sucedió de forma inesperada. La visita de dos amigos entrañables me llenó de alegría pues es sincero mi aprecio. Me doy cuenta en mis actos y en mi genuina disposición para estar con ellos. Pero la dupla se hizo cuádruple, pues ellos venían a encontrarse con otros dos amigos (de ellos, cabe decir) que venían de Argentina y que habían parado en Cancún para finalmente y después de un largo recorrido por México, descansar.

Después de ir por ellos al aeropuerto y venir en auto tipo sardina, llegamos a casa. La década prodigiosa nos pone en evidencia. La media de edad de todos ronda los 30 y tantos. Las cervezas ponen el tono. Larga conversación, risas y una especie de alegría que inunda el espacio. Se termina la bebida; los argentinos son como no diría comúnmente ‘adorables’ y me sorprendo de ver lo bien que caen. Las pláticas se centran en Argentina, de su recorrido en México, de Oaxaca, Chiapas y Yucatán que han conocido con tremendo mochilón al hombro. Me invitan un té de hierbas llamado ‘mate’, típico de América del sur que degustan todos como si fuese un ritual. Segunda corrida de cervezas y a alguien se le ocurre poner música oaxaqueña. La única presencia femenina en el grupo, mi amiga Norma, alaba mi blog y me dice palabras hermosas sobre cómo se identifica con lo que escribo; eso es padre y me emociona pues veo que no estoy solo en lo que expreso y siento. La veo contenta y a gusto disfrutando el momento con Felipe, su compañero y mi gran amigo. Hay algo en ellos que todos percibimos, un cariño sincero y libertad de acción y palabra. ‘Otra cosa sería machismo’, dice Norma y coincido. Me agrada ver a una mujer que toma su participación como corresponde, con inteligencia y dominio, y a la vez, con el toque femenino que sólo las mujeres (y aunque suene redundante) tienen. Tercera ronda de cervezas y comienzan las competencias aderezadas con mezcal. Cuando menos lo pensamos y sin dar tiempo a tratar de convencerla, Norma dice “con permiso” y a dormir. Al poco rato y ya de madrugada, hacemos desbandada para descansar.
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Juanpi y Normis en Xcaret

A la mañana siguiente el punto es Xcaret. Siempre que lo visito encuentro cosas nuevas. Cuando pienso que me aburriré por visitarlo nuevamente, llego a la conclusión de que disfruto estar ahí para ver los rostros de mis acompañantes maravillándose por lo que sus ojos están reteniendo. La clásica nadada en el río subterráneo, la torre escénica cuya panorámica fascina, los animales, el paseo en balsa, las fotos en ese mar azul y todo el previo que sirve para coronar el día: el espectáculo nocturno en el Gran Tlachco; ese enorme teatro que diariamente emociona a mexicanos y extranjeros por igual. Era mi carta fuerte para impresionar a mis nuevos amigos argentinos y se logró. Emotivo, nostálgico, alegre, ensoñador y mágico, cualquier adjetivo podría describirlo fácilmente. Me cuentan que Sebastián, uno de los amigos argentinos, llora cuando todo concluye, me hubiese encantado verle pues yo estuve todo el tiempo con el nudo en la garganta. Es un gran recorrido por tradiciones, bailes folclóricos y coloridos rituales que no hacen más que enorgullecernos de ser mexicanos y al mismo tiempo, latinoamericanos. Lograrlo en dos horas, es labor titánica. Ya en el auto de regreso, los comentarios no cesan. El precio pagado, lo vale.

Xcaret de noche

Pero había que cerrar con broche de oro la travesía. Hace tiempo comenté a Felipe y Norma que había visitado un lugar espectacular: la isla de Holbox, y allá nos dirigimos al día siguiente. Creo que es el sitio más alejado de México; una isla en la parte superior de la península de Yucatán (pertenece sin embargo a Quintana Roo), lugar del tiburón ballena, de las pizzas de camarón y langosta, de espectaculares atardeceres, de playas de ensueño y de tranquilidad plena. Rentamos una cabaña y nos dispusimos a disfrutar los que considero los tres mejores días que he pasado en los últimos meses. El lugar les encantó. Tanto así que Sebastián y Juan, decidieron terminar sus vacaciones mexicanas ahí, que concluyen en un par de días. Lo primero que hicimos fue comer en abundancia. Esas pizzas famosas son deliciosas, sin par. De regreso hacemos caminata nocturna hasta el hotel que se encuentra a un par de kilómetros del centro del pueblo.


Juanpi y acompañante nocturno inesperado

Y viene la tertulia que en el fondo ya espero. Decía que la década prodigiosa (los 30s) hacen acto de presencia pues Holbox no es para irse de antro ó caer en desfiguros y esto lo aceptamos con gratificante convicción. El lugar invita a la reflexión, a la paz, al descanso y a la conversación. Cerveza en mano y una copa de vino celebramos discretamente el cumpleaños de Sebastián y brindamos por su estancia en México y por la amistad. Cae la noche y mientras los sonidos nocturnos de olas y grillos se dejan oír, platicamos de todo, de cómics y superhéroes, de cine, de nuestra infancia, de lo que les ha impresionado de estas tierras, de lo que nos falta por conocer; del tiempo, de la trascendencia y en este sentido concluímos que son los amigos quienes nos ayudan en este proceso, lo que nos dejan los que se van, en suma: el recuerdo de lo especial que pudimos ser en vida, más allá de títulos o herencias.
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'Zona de restauración'

A la mañana siguiente decidimos hacer un recorrido en lancha. Vaya experiencia, casi sepulcral. “Este lugar es un paraíso” me dice Sebastián y estoy de acuerdo. Visitamos la Isla de los Pájaros y bordeamos Holbox para adentrarnos al punto que marcaría nuestra despedida, un ojo de agua selva adentro. Estuvimos prácticamente solos admirando la grandiosidad del paisaje como preparándonos para el momento de decir sino adiós, hasta pronto. Imaginé lo que sentían Sebastián y Juanpi estando tan lejos de su tierra y los admiré en silencio por su gran deseo de conocer y hacer algo al respecto y eso, no cualquiera.


(de der. a izq) Juan, Sebastián, Norma, Felipe y yo

Me percato que hay silencios gratos. Que hay silencios que infieren que se está disfrutando la compañía, que se está degustando lo que se conversa como quién toma una deliciosa taza de café. Hay silencios en estos viejos amigos -y en los nuevos- y me siento complacido, como sé lo están ellos. Es bonito darse cuenta que habemos personas con tantas cosas en común. Que hay que mandar al diablo a quién te dice ‘me das flojera porque eres sentimental’ y acercarse a quién comparte tu sensibilidad. Existen, están en México ó en Argentina ó tal vez mucho más cerca. Me viene a la mente la frase de aquella canción: ...tanto tiempo, tanto espacio y coincidir. Me doy cuenta pues que la vida está llena de momentos, se forma de ellos...éste es uno.
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