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22 octubre 2009

Otra vez enamorado...

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Siempre me había preciado de ser un gran fan de Lucía. Siempre pensé que yo había sido–en su momento- el mejor fan que el mundo podría darle. Pero estas dos últimas semanas, mucha gente me ha hecho ver de lo que realmente están hechos los fans y yo no soy ni por mucho, el mejor.
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Entrar al foro de Lucía Méndez en Univisión.com es como entrar a un santuario en donde me encuentro con imágenes que invariablemente me remiten a mi juventud: los 80. Fotos, videoclips, presentaciones, telenovelas y discusiones que mantienen viva la llama del cariño por ella.
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Entrar ahí me hizo recordar y recordé mucho. Recuerdo que en casa teníamos una tele Philco, blanco & negro como de 20” que funcionaba a base bulbos. La única señal que llegaba al pueblo era la del canal 2. Por las noches, la comunidad parecía un lugar fantasma. Poca gente en la calle y todo mundo –mis padres en primera fila, claro!-viendo la telenovela ‘Tú o Nadie’.

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Yo tendría alrededor de 12 años. Y todas las noches escuchaba su tema “Corazón de Piedra” acompañar ese magnético rostro que me hacía fruncir el ceño por la belleza sin par que mi cabecita no lograba asimilar del todo, era demasiada la emoción. Era Lucía y yo llegué incluso a soñar con casarme con ella algún día.
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No pasó mucho tiempo para empezar a experimentar envidia ante quien se 'le aproximara'. Una familia, vecinos nuestros, se encargo de producirme ese sentimiento cuando, mientras jugaba en el patio de casa, comencé a escuchar los acordes de la canción de los créditos de la novela a una hora inusual: mediodía; pensé que se trataba de una horrible jugarreta pues yo debía tener esa grabación a como diera lugar y no ellos, los vecinos.
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La situación se complicaba pues escuchaba hasta la saciedad ‘Corazón de Piedra’ por cortesía de aquella familia a todas horas del día. A mis escasos 12 años no se tiene dinero para comprar un kct (ellos tenían el LP y yo debía conformarme con las mini fotos en las que viniera la cinta magnética pues en casa apenas llegábamos a una grabadora Panasonic) y menos un material que sólo se conseguía en una población más grande que quedaba a una hora de camino en automóvil y a la que llegaban toda clase de mercancías de ‘ciudad capital’: el DF.
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Con mucho esfuerzo que se traducía en ruegos a mi señor padre, le pedía que cuando fuera a Pinotepa (Nacional) me comprara el casete y que a cambio yo sacaría buenas calificaciones y que cuidaría la cinta mucho para que no se dañara (era común que se enredara, que le tuviésemos que dar golpecitos para que los rollos de la cinta se reacomodaran, etc.)...tiempos aquellos. Y la recompensa fue mayúscula. Cuando lo tuve en mis manos no pude dejar de admirar a Lucía. Se me hacía preciosa y yo fui el tipo más feliz durante mucho tiempo con mi casete oyéndolo a todas horas (todavía lo conservo).
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Lo demás es historia.
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La seguí en ‘Siempre en Domingo’, casi siempre de figura estelar. Su canción sonando en primeros lugares de popularidad. ‘Don Corazón’ en segundo sitio y ella siempre con una presencia que me hacía latir el corazón a mil por hora.
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Compraba el Tele Guía, Notitas Musicales, Vanidades y Cosmopolitan y cuanta publicación me encontrara con su rostro adornando las páginas sólo por verla a ella. Me emocionaba ver las fotografías con lo que mi sensación de ansiedad quedaba satisfecha pues con cada ‘aparición’, la Méndez nunca me decepcionaba.




Ella fue mi estandarte durante mucho tiempo. La estrella que me enorgullecía decir que era mi artista favorita, ‘mi ídola’ (sic) y se los hacía ver a todos sabiendo que era la mujer más hermosa y talentosa, que no tenía par y que no podría venir nadie a imponerme a otra como superior. ‘¡Toma esta, Verónica Castro!’ pensaba cuando las publicaciones insistían en que eran rivales y que el trono de reina de las telenovelas estaba en disputa y la Méndez hacía alguna espectacular aparición en portadas.
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Así las cosas, me llené de discos, de cajas con recortes de revistas (hoy ya no se qué ocurrió con todo ello, tanta mudanza en mi vida causó estragos a mis fetiches) y en un par de ocasiones acudí a verla en vivo a una obra teatral y a sus ya casi míticas ‘Noches de Cabaret’, proeza lograda si tomamos en cuenta que yo vivía en una ciudad distinta al D.F.
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Mi orgullo por ella se mantuvo prácticamente intacto hasta su telenovela ‘Marielena’ (verla enfundada en rojo en los créditos iniciales con su magnífico rostro llenando la pantalla no hizo más que confirmarme lo que siempre pensé sobre quién era la verdadera reina de la tele). Años después, mi ánimo sólo vivió del recuerdo de aquellas épocas doradas.
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Me negaba a creer lo que le había hecho a su rostro. Pensaba que tenía que dejar el curso natural de su físico y conservaba la esperanza de que sin cirugías y con mayor edad luciera como Helena Rojo (por ejemplo) o alguna otra actriz madura que, seguramente se había tocado la cara pero de forma más afortunada.
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Así, había venido guardando un bajo perfil que no significa que mi cariño por esta mujer se haya disminuido. Eso no puedo hacerlo. La Méndez está y estará ligada a mis recuerdos y a mi vida. Por eso he seguido de cerca lo que hace y especialmente en los últimos meses. Sus canciones (todas) están en mi reproductor de musica (mi tema favorito es ‘Mi Amor, Amor’ primer sitio de las canciones más escuchadas en mi Ipod), conozco los productos que vende (la señora sigue vendiendo, tanto sus discos -lo sabe perfectamente Sony, su más reciente disco anda ya en el lugar 18 de Amprofon- como los artículos de belleza que ha lanzado); los reconocimientos que le han dado, tanto empresariales como de tantas otras organizaciones (metida en asuntos de inmigrantes, de apoyo a la comunidad homosexual y hasta con su fundación ‘Don Corazón’ para sordos; al tiempo que apoya al talento joven de la moda) y claro, los foros en donde se le idolatra hasta la saciedad.
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Pero últimamente y especialmente desde hace algunas días, he visitado con más frecuencia estos sitios y he sido partícipe de una esperanzadora bocanada de vida que sus más acérrimos y fieles fans le pedían. Lucía se está reinventando. Algo ocurre con su rostro que se ve mucho mejor que el que lucía hace algunos meses. Está delgadísima y acaba de lanzar una reelaboración de algunos de sus mejores temas en un disco que gana con cada escucha aunque uno perciba ya que la voz no es el de la joven que nos embelesaba tiempo ha.
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Algo pasa con ella que mi corazón da un vuelco y comienza a profesarle otra vez el cariño del fan incondicional, pero es un cariño distinto, maduro…una suerte de reconocimiento a la mujer luchona, a la que no se deja vencer, a la que ha sabido sortear escándalos con una actitud discreta y que le da la categoría ganada a pulso de Diva. Sí, con ella, con Lucía, la palabra adquiere una connotación distinta pues nunca la veremos con desplantes a lo María Félix o Garbo. Lucía se cuece aparte y para mi es Diva por lo que ha logrado, por el profesionalismo que transmite en todo lo que hace y por la sencillez con la que trata a sus fans. Casi se me salieron las lágrimas cuando en un mini homenaje que le hicieron en un programa de televisión hicieron un repaso en imágenes de su carrera al tiempo que ella exclamaba: “¡Cuánto he trabajado…!” es cierto y me congratulé cuando vi todo el recorrido y me di cuenta que yo había sido fiel observador y acompañante de todo ello.
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Para muchos, la Méndez no es perfecta (que si no canta, que si actúa mal, que si su rostro, etc)pero para mí alcanza, dentro de sus posibilidades, un estatus tal que me produce orgullo y es un orgullo con bases pues ha resistido el paso del tiempo.
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Los fans lo saben y el apoyo leal, fiel y ‘a ciegas’ que noto en los foros está justificado. La orientan con suavidad, le sugieren con anhelos que guardan, la defienden con uñas y dientes cuando alguien osa ‘tocarla’ y le aplauden todo o casi todo con una emoción que contagia. Es un ser humano que nos ha dado tanto (de entrada a sus fans) con todo lo que ha hecho, que lo menos que uno puede hacer es apoyarla siempre y bajo cualquier circunstancia.
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He recibido pues la mejor lección de lo que ES un verdadero fan: un ser incondicional, que se mantiene en guardia siempre, vigilando, monitoreando y publicitando sus presentaciones; que compra pero sobre todo, promueve todo lo que su artista hace, sea o no de su total agrado; que sigue a su ídolo desde su nacimiento, su plenitud y más aún en su decadencia (y no es todavía el caso de Lucía). Es pues una especie de nexo que el tiempo no elimina y que pareciera una marca de nacimiento. Hacerse fan de la Méndez es para siempre y uno no la idolatra hoy y mañana la cambia por Thalías o Paulinas. Con ella, eso no sucede.
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‘Renovarse o morir’ y somos muchos los que la empujamos –porque así lo deseamos- a renovarse y ver su esfuerzo actual nos hace quererla más y desear protegerla. Vienes fuerte Lucía y me está pudiendo encantar reencontrarme contigo en esta etapa de mi vida y en esta etapa de tu vida. Hoy vuelvo a refrendar que me siento orgulloso de ti, de pertenecer al fiel, selecto y exclusivo grupo de fans tuyos y de pertenecer a la generación en la que vives.
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La lección ha sido aprendida.
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03 junio 2009

La intocabilidad de 'Tú o Nadie'

Hoy amanecí con ganas de hablar de la Méndez. Sí, sí, sí, ya veo venir la pléyade de comentarios en contra de esta afición mía que raya en fanatismo y lo siento, no puedo evitarlo. Y menos puedo evitarlo cuando veo como su telenovela ícono, es manoseada y refriteada ya en dos ocasiones. Una vez llamada Acapulco, Cuerpo y Alma y ahora Sortilegio. Jamás vi la que protagonizó Patricia Manterola. Ese esfuerzo de Televisa por revitalizar esa novela (de la que ya hablé en una ocasión) se me hacía a todas luces fallido (¿Saúl Lisazo de galán? duh!); en consecuencia y como todos ustedes saben, el intento pasó sin pena ni gloria aún con la Manterola enseñando un cuerpo más trabajado -sin duda- que el de la Méndez.
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Ahora llega con bombo y platillo Sortilegio, con innumerables guiños a la novela original: María Zarattini se adapta y reinventa a sí misma, rellenando huecos que en la novela de hace ya más de 20 años nunca se tocaron a fondo. También recurren a nombres de personajes de la entrega pasada como Raquel (nombre del personaje de Chantal Andere quién hace el papel de Liliana Abud en Tú o Nadie); por ahí alcancé a escuchar que alguien se llama Maura (que originalmente era Ursula Prats); Victoria (ahora Daniela Romo), etc; reaparece Guillermo Zarur como el inolvidable mayordomo de los Lombardo, y en resumen, toda la línea argumental guardando gran similitud con la novela de la Méndez.2


2Sortilegio -Carla Estrada
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Sé que es muy temprano para empezar con las descalificaciones de Sortilegio, pero lo poco que he visto si no lo arreglan, puede resultar en tremendo fiasco. Sí, sí, bonitas locaciones pero Yucatán no es Guerrero (y viceversa); William Levy no es Andrés García, la Romo no es Magda Guzmán y la Bracamontes no tiene, ni volviendo a nacer, el rostro y la presencia de Lucía.
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Alguien vendrá y me dirá que no compare, pero lo cierto es que toda la intención del post es hacer hincapié en que hay cosas que “no deben tocarse” y una de ella es la novela de la Méndez (es de ella y de nadie más). Aún con los años, Tú o Nadie conserva una fuerza interior, una emoción e intensidad que Sortilegio no me transmite. Empezando con los protagonistas, con un Levy que parece niño fresa con nula expresión escénica; un antagonista (David Zepeda) instalado en “soy malo, muy malo” sin los matices que Salvador Pineda sí manejaba (aún con sus limitaciones actorales) y Daniela Romo que -con la horrible peluca que trae todo el tiempo- simplemente no proyecta la clase y dominio actoral que Magda Guzmán manejaba a la perfección.
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Jacqueline Bracamontes se cuece aparte. Es muy bonita, sin duda, pero le falta la coquetería, el dominio de la cámara y 'la atmósfera' (asi mismo) que la Méndez lograba con sólo colocar su rostro en pantalla. Era sin duda EL rostro que nos dejaba estupefactos. Un rostro bellísimo que no hace más que provocarme una gran nostalgia cuando reviso los clips de video que algún buen fan de la novela subió en YouTube. Y esto, lo sabe perfectamente Carla Estrada, a tal grado que ya le pidió de entrada a Jacqueline se aviente un par de kilos arriba pues tanta delgadez no impacta positivamente y eso sin dejar de lado que, sin que desee yo ser profeta, comenzarán a cambiarle el look a ‘Maria José’ (Raquel sonaba mejor) intentando que la Méndez haga una suerte de ‘presencia’ en su personaje, ya lo verán.
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Es notorio como Televisa se empeña en mostrar la belleza de México de una manera casi injustificada y no porque las locaciones no valgan la pena, sino porque corren el riesgo de, por querer mostrar tanto, traicionen la línea argumental de una historia de pasiones que no necesita tanto moño y postales de artesanías, cenotes y trajes típicos.
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La casa Lombardo nunca será tan espectacular como ‘la de Acapulco’; en Sortilegio se siente el ‘forazo’, la tablaroca y plastilina. Escénicamente no se ve pues la mano de José Rendón, ni la de Ernesto Alonso produciendo, aún con Carla Estrada (que hace años no se anota un éxito) detrás.
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Secuencias acartonadas, actuaciones que rayan en la caricatura (sello de la casa de algunos años para acá) como Alejandro Tommasi dando cátedra en este rubro y haciéndole segunda Fernando Allende del que sigo sin reponerme del impacto que supuso verlo en trusa al inicio; y por último, una canción interpretada por IL DIVO (artistas de lujo, según los ojos) que hace parecer a “Corazón de Piedra” una obra maestra.
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Observo pues con singular decepción los avances de Sortilegio. No dudo que alcance cierto éxito entre la nueva chamacada que se impactará más con el físico de los protagonistas que por la manufactura de esta nueva versión que aún con todo lo comentado, tiene la base de una historia atractiva (de las novelas de antaño). Viendo la versión de Carla Estrada es inminente la idea de que “época pasada fue mejor” y esto –tengo que ser tristemente objetivo- aplica también con Lucía.2



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Tú o Nadie - Ernesto Alonso
2SORTILEGIO VS TU O NADIE

18 enero 2009

Polvos de otros Blogs: Cane en la tele española

Nunca de los nuncas había podido ver a mi amigo Miguel Cane en la televisión en México. Me habían contado que lo vieron en el programa de Poncho Vera y con no sé quienes más colaborando (en TeleHit principalmente) hablando de Cine y por alguna razón siempre me lo perdí. Mi hermana me lo dijo, Toño Pulsar también y me quedé con ganas de disfrutar sus sabrosas pláticas sobre el séptimo arte frente a las cámaras. El caso es que Cane se fue de México y pensé que le tomaría mucho tiempo tener “las influencias y conocidos” que me consta tenía en México. Realmente pensé: "¿España?, país nuevo para él, gente nueva uy!, va para largo…"
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¡Qué equivocado estaba!

No solo presentó sus libros allá sino que además de otras actividades que nos ha informado puntualmente en su blog ¡ya también colabora en la tele! Claro, con lo modesto que es, sólo nos regaló unos stills y tanto mi amiga Patricia como un servidor nos quedamos (entre felicitaciones y apapachos) con una insatisfacción por nuevamente no poder disfrutar a Miguelito en la telera…

Pero soy obsesivo compulsivo jaja y me dije: “si los libros de Miguel ya los vende Amazon.Com, algo tiene que haber sobre él en Youtube.Com”... ¡y miren lo que me encontré! =o)
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Felicidades nuevamente amigo, espero que no me vayas a vetar por semejante homenaje que quise hacerte en este blog.
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Y como dicen los fresas: ¡Te quiero mil! jaja
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19 diciembre 2007

Polvos de otros Blogs: Six Feet Under

He terminado de ver las 5 temporadas de una serie fabulosa: Six Feet Under. Encuentro tardío pero no por ello menos significativo. Estoy triste, melancólico y con hambre de prolongar un poco más el exquisito sabor de boca que la serie me dejó. Lecciones de vida -pero especialmente de muerte- que me provocaron introspección como muy pocas obras (especialmente de la tele) me han producido. Me siento literalmente devastado emocionalmente pues presencié una belleza de guión, de actuaciones e historias que hoy, para mi, han concluido de manera brillante.
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Y leyendo lo que escribió Hernán Casciari en su blog llamado SPOILER no pude sentirme más identificado. Los que han visto la serie, estarán de acuerdo en todo lo que él señala. Los que no la han visto, de verdad, corran a buscarla...es una experiencia sin par que seguramente los marcará de por vida...y no exagero.
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Lean ustedes con confianza por favor que el buen Hernán no revela -curiosamente- ningún spoiler.

P.D. Extraño a los Fisher.

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Es un buen momento para hablar de Six Feet Under
Hay días tristes en donde ver Six feet Under es una excelente receta para reflexionar sobre aquéllos que nos dejan para siempre.

HERNAN CASCIARI - 20 de julio, 2007
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Hoy tenía pensado escribir un tutorial veraniego, pero un acontecimiento exclusivo de mi nacionalidad (es decir, que no importa demasiado en un medio español) me lleva a estar un poco triste, o más bien, desganado para la broma frívola. Aprovecho, entonces, mi estado de ánimo con nubarrones para conversar con ustedes, por fin, sobre Six Feet Under. Para conversar sobre la muerte.

Claro que escribir sobre Six Feet Under trasciende un poco el plano televisivo. Se trata más bien de hablar sobre una novela filosófica planteada en cinco extensos capítulos audiovisuales. No, no exagero. Cuando recuerdo escenas sueltas de esta serie me ocurre algo novedoso: mi cerebro cree que estoy recordando un libro, no unas imágenes en movimiento. Que estoy recordando un texto inolvidable.

A veces hay aromas tan intensos que parecen sabores. A veces hay amigos que cuentan tan bien un viaje que más tarde, años después, creemos haber estado allí, en ese sitio que nunca hemos pisado. Y también a veces (muy poquitas) hay programas de televisión tan palpables que parecen literatura, que se asemejan al puro y duro texto fatal leído por la noche, con esa hipnosis babeante que te dejan las grandes obras de papel.

Cada capítulo de Six Feet Under comienza con una muerte anónima, singular, precisa y arbitraria. Todas las muertes lo son. Antes de los créditos iniciales, vemos siempre a alguien que está a punto de despedirse de todo lo que conoce. No hay efectismo.

Puede ser una anciana entubada en la cama de un hospital, o la muerte súbita de un bebé de seis días, que ni quiera sabe que está vivo y que se deja llevar sin dolor ni miedo ni recuerdos. O una mujer que decide —en ese segundo de rabia— aplastarle la cabeza a su marido mediocre con una sartén. O un simple resbalón en la ducha. Todas las muertes están llenas de pequeños azares.

Cada uno de estos inicios de capítulo (que nunca duran más de tres minuto) nos acongoja y nos predispone a lo inevitable. Nos ata a la tierra, a la vida nuestra, de la que sabemos muy pocas cosas. Y en los restantes cuarenta minutos la trama te deja con los ojos en blanco.

Six Feet Under es una historia sobre nuestra muerte, la que vendrá, cualquiera sea. Y nos pone el espejo de nuestro futuro en los ojos.

Su creador, Allan Ball, ensaya su propuesta de un modo simple. Nos cuenta la historia de una familia que regentea una funeraria, que se codea con la muerte a diario porque ése es su negocio. Como un panadero amasa su pan por la madrugada, como un carpintero diseña sus mesas, los Fisher maquillan, recomponen y velan a personas que ya no son. Y mientras tanto, les ocurren cosas emparentadas con el amor, la locura y la rutina.

Estas cosas que ocurren en Six Feet Under son pequeñas cosas, nunca grandes epopeyas. La serie está salpicada por silencios y atmósferas, por climas y sobrentendidos. No es una serie que se puede escuchar mientras planchamos la camisa (las hay que sí). Tenemos que estar atentos a los detalles para encontrar la grandeza y la tenacidad del guión. Se trata de un guión paciente, nunca ansioso, que espera agazapado y nos da en la nuca cuando menos lo esperamos. Como la muerte.

No miento si digo (y los lectores que han visto la serie completa me respaldarán) que tras el final de Six Feet Under estuve días enteros como un imbécil, sin poder pensar en otra cosa. Posiblemente es el mejor final que la televisión ha emitido nunca.

La tele (el artefacto 'tele') puede desaparecer del mapa, porque ya ha tenido su broche de oro. Ni siquiera se merecía algo tan digno un aparato que también escupe tele realidad e informativos tendenciosos. Six Feet Under le da a la televisión categoría de teatro griego.

No. No hablaré de cada una de las cinco temporadas, ni de actuaciones maravillosas, ni recomendaré una parte más que otra. Hoy quería hablar sobre la muerte y su desesperante naturalidad. Del poder majestuoso de la muerte. De su desparpajo y su ironía. De cómo baila, cotidiana y ajena, a nuestro alrededor.

Hay días tristes (hoy lo es, para mí y para mis amigos) en donde ver cuatro o cinco capítulos de Six Feet Under puede ser una excelente receta para reflexionar sobre aquéllos que nos dejan para siempre. Sobre lo que siempre será un misterio, hasta el último segundo: la intensidad de nuestra tristeza cuando se apaga un ser querido con el que desayunábamos a diario.

Agradezco tener entre mis dvds semejante antídoto. Ahora mismo, cuando deje de escribir, me iré a ver el último capítulo de la quinta temporada. Porque sé que me sentiré mejor después de hacerlo. A veces un programa de televisión es mucho más que eso. Es una obra de arte, un paliativo, una forma de hundirse en el “goce de estar triste” y pensar, con espanto, en esas frases desgastadas por el uso. Que estamos aquí de paso, que no somos nada, que todos nos encontraremos, más tarde o más temprano, a dos metros bajo tierra.
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30 noviembre 2007

Verdaderamente Irresistible

Caminando en un centro comercial, mi amigo me decía:
"Ve como está llena la plaza, mucha gente comprando"
"Es la época… ¡a gastar se ha dicho!" –contesté.
En esas iba cuando al entrar a un Sanborns en el área de perfumería me encontré de frente con una mujer. A lo lejos, como entre sueños, escuchaba a mi amigo que me llamaba: “Es por acá, David”
No hice caso.
Creo que sólo alcance a balbucear y decir: “ajá”
Ahí estaba ella, rodeada de gente.
Peinadores, maquillistas…
Sobre una cama…
Dios, era hermosa.
Rodeada de luces y un fotógrafo capturando su extraordinaria belleza.
Me quedé en shock, aturdido y con semblante de extrañeza sorpresiva.
De esas veces que pareciera te sacan la masa cerebral y te quedas como estúpido observando.
Un ángel se había estacionado momentáneamente en la tierra.
Una elfa, tal vez.
Maravíllense conmigo y aplaudámosle como todos al final.
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22 marzo 2007

“Su pecado es ser bella”

En la tele también se dan momentos hipnóticos…éste me paralizó. Chequen por favor -a partir de que inicia la canción- los close ups a ese rostro.

06 febrero 2007

Mi amor en rojo: Lucía Méndez

A manera de prueba de meter videos de YouTube.Com en el blog, van dos videos de mi ídolo de juventud.



"Un poquito de Sabor" (Extraido del disco 'Luna Morena')




"Se acabó" (Tema de la telenovela 'Marielena')

01 enero 2007

Tiempo de nostalgia: "Tú o Nadie"


Terminé de ver nuevamente Tú o Nadie, ¿qué mas puedo decir? la novela es excelente, por lo menos comparada con las mugres que hacen hoy. Pues terminé de verla y en una sentada me chuté casi 6 horas pues me andaba por ver el final (que recordaba a medias)...

Es un buen producto, no me extraña el éxito que tuvo a nivel mundial. La Méndez en su mejor momento físico con un charm muy especial...les juro que usualmente cuando la veo en pantalla me es muy difícil desconectarme de su nombre y pensarla en personaje, pero aquí sucedió...ella es Raquel Samaniego.

El que se lleva las palmas, como un villano inteligente, naturalito y bien planeado, es el personaje de Max, Salvador Pineda. El elenco es de primera y Ernesto Alonso sabe muy bien elegir a su equipo. Me encanta especialmente el trabajo musical de fondo y del que siempre me pregunté porqué estaban tan bien hechas las adaptaciones de las canciones del disco de la Méndez "Sólo una Mujer" y pues nada, que el responsable de instrumentarlos fue nada menos que Honorio Herrero, el compositor de los temas originales.

La actriz Magda Guzmán, mis respetos...es espléndida como la madre afligida que no cree haber procreado tal monstruo de maldad (Max). Bueno, sería interminable hablar de cada actor, todos estaban en personaje, desde el mayordomo, pasando por Miguel Manzano de padre borrachito de la protagonista, hasta un personaje memorable que se llama Chucho (Roberto Antúnez) y que hace las veces de hilo conductual pues parece ser el que sabe todo de todos los personajes.

La novela está bien construida, María Zarattini la armó muy bien, con una extensión justa, mezclando chismes, intrigas, malos entendidos, villanos y buenos, pero siempre sin alargar demasiado los enredos y metiendo nuevos hilos que mantenían el interés por ver el siguiente capítulo.

El tiempo ha hecho mella en la novela, hay tomas de las ciudades de Guadalajara y Acapulco que se sienten viejitas; son los 80's, casi 20 años ya de haberse grabado. La música ambiental en las discos y bares a los que asisten los protagonistas son, obviamente de esos años, lo que provoca una "temporalidad" que le viene bien a la teleserie, contribuye pues, a la credibilidad. Cero celulares y recursos baratos que se ven muchísimo en las novelas actuales, las situaciones son directas y sin mayores aspavientos.

Lucía Méndez con pulseras de plástico, grandes accesorios, aretes y collares que hoy están en desuso pero que en ella lucen perfectos. Liliana Abud es maravillosa como Camila, la hermana de Antonio (Andrés García) que no soporta a Raquel. La Abud es guapa y buena actriz, su personaje se redime casi al final de la historia.

Mi mayor coraje, Abraham Méndez ¡que mal actor es! se nota de relleno, así como otras subtramas de personajes sin mayor importancia, aunque al final cada uno tiene su justa conclusión.

Hay un detalle al que le presté especial atención y fue la perfecta sincronía en el armado de ciertas secuencias en la sala de esa gran residencia en la que transcurre el 70% de las situaciones clave de la novela. Siempre hay personajes en escena, especialmente en las grabadas en el interior de la casa, unos salen, otros entran, otros bajando escaleras; todos marcando un ritmo especial y preciso a la historia.

Los golpes y cachetadas estuvieron a la orden del día. La Méndez se le fue encima a Max por lo menos dos veces, asestándole sendos jaloneos y "manazos" a la cara jeje. Antonio y Max, ni se diga...se dieron con todo en al menos dos ocasiones. Raquel a Liliana Camila Abud y las indirectas entre la Méndez y Maura (Úrsula Prats, la bella ex-amante de Antonio) estaban de una tensión exquisita.

Algunos diálogos de antología que disfruté a mares: Antonio le dice a Max: "Me gusta la mujer que me elegiste para esposa y me quedo con ella"...También es notorio como se hace referencia al "sexo" en la telenovela , pues parece que la palabrita estaba vedada en esos tiempos y los personajes cuando hablan de ello sólo dicen "eso"...jeje, frases como: "Sólo me dices que me quieres paran conseguir eso...", "tú sabes que me refiero a eso...", son constantes.

Por ende, las escenas de cama súper cuidadas, la Méndez más preocupada porque la sábana siempre le cubriera hasta el cuello pero eso no fue pretexto para los sendos besos que le propinaba el avorazado Andrés García.

Finalmente una historia de ficción: la mujer bella casada con un desconocido que no la recuerda por una supuesta amnesia, el romance que surge entre los dos, las continuas desconfianzas derivadas de cómo surge ese romance, las lagartonas detrás del galán que meten celos e intrigas entre los protagonistas, el villano que ama a la mujer ahora casada con su hermano y eterno enemigo. Una especie de Rey Lear mezclada con Robinson Crusoe y Las Mil y una noches jeje...bastante rara pero efectiva y lo mejor, a la mexicana.

Terminando de verla, con el clásico final en cámara lenta jeje, sólo me vino la sensación y el pensamiento: ¡Esto se acabó!...¿y ahora? Pero ahí la tendré para volverla a ver cada vez que se me antoje recordar a Lucía con su -otrora- belleza sin igual.