31 julio 2007

Y una cosa llevó a la otra…


O de cómo una caída puede provocar el drama más sublime.

Harían las 6 de la tarde, después de día agitado; no más que en otras ocasiones pero eso no le quita lo pesado. En mente tenía salir corriendo a casa, ver alguna película ó escribir algo para el blog. Una amistad me marca para decirme que le había salido compromiso y que si le daba el aventón. Sentí algo en el estómago, pero eso es harina de otro costal que reservo para mis momentos privados de lucidez. El caso es que plenamente consciente de mis limitaciones y cero emoción autoimpuesta por convenio al respecto, nos dirigimos al citado lugar mientras el silencio invadía el ambiente en el interior del auto. Música, claro…es la salida y cantar.

Dejo a mi acompañante en el lugar de la cita y me retiro más presuroso que presto a mi departamento. Paso a la tintorería, recojo ropa lavada y planchada que utilizo en la oficina y cargo con sendos paquetes hasta mi vivienda. ¿Qué más? Se trata de tener la mente ocupada, ya sé… mi ropa interior (esa que no se lleva a las lavanderías públicas), tengo un montón que lavar. Puedo también meterle mano a unas fotos que tomé a mi recién llegada sobrina (de 15 años) y mandarlas imprimir. Puedo, mientras las imprimen y se lava mi ropa, hacer tiempo en la zona hotelera y trotar un rato. Haré algunas ampliaciones y… (hay que ocupar la mente).

Me cambio, preparo las fotos en una memoria SD y me las llevo a conocido establecimiento en el que te las tienen listas en una hora. ‘Señorita…tengo cosa de tres minutos esperando que el centro de impresión lea mi tarjeta…es normal esto?’ – Pregunto impaciente. ´Mm, veo que es de 2 gigas su tarjeta, entonces creo que no la leerá’. Ultimamente he batallado mucho con Costco para que me impriman las fotos pues algo pasa con sus lectores de medios de almacenamiento que nomás no doy una. ‘Vaya usted al centro de copiado y pida que le descarguen en un CD sus fotos y me las trae’. Empiezo a pensar que esto no será bueno y efectivamente, sólo con ver la tarjeta el dependiente me dice que no, que el lector de las SD no funciona. 9 de la noche…así corriera a casa a descargarlas en otro medio, no podría llegar a tiempo para que me las tuvieran y entregaran impresas hoy mismo (le atinaron, soy impaciente). Hago de tripas corazón y decido irme a correr (no quiero estar solo en casa).

Llego al inicio de la zona hotelera. Los que conocen Cancún sabrán que hay un camellón (mejor llamado ciclopista) al lado de la Av. Kukulcan ideal para ir a correr. He estado suspendiendo continuamente esta práctica y los kilos comienzan a aparecer. Totalmente convencido de que la decisión fue la correcta (correr), comienzo a caminar muy rápido sin hacer calentamiento previo. No puedo más de 5 kilómetros. En el inter de la caminata, comienzo a trotar…tengo que hacerlo pues como que mi cabecita no registra que el hecho de no ver sudor suficiente no quiere necesariamente decir que no me estoy esforzando.

Pero troto. Mientras lo hago comienzan a invadirme un montón de pensamientos. Mi teoría de la relatividad. Estoy aquí como bien pude estar en otro lado. Decisiones que toma uno sin realmente percatarse. Pudiese estar con mi hermana charlando. Tomando un café en un Vip’s; viendo una película en casa; chateando... tratando de conocer gente. Tengo que… No puedo permanecer a la espera de que la persona llegue y toque a mi puerta, aún cuando eso deseara. Mi tenue intención de permanecer solo durante mucho tiempo, se tambalea profundamente cuando volteo a mi alrededor y noto el afán de alguien de convivir con alguien más. Continúo trotando y pienso que, mi yo interno está atrapado en un rostro que no corresponde. Pienso que si alguien notara mi interior real, se daría cuenta del nivel de persona que soy, esto no dicho en plan de vanidad, sino consciente de que soy sólo ‘buena onda’ y que estoy necesitado de cariño. Vuelvo a caminar rápido. Hace tiempo una amiga comentaba una frase que a mi me hacía reír mucho: ‘este cuate, nomás le dicen mi alma y ya quiere casa aparte’, realmente me carcajeaba pues siento que a veces así funciono (temo a mi impulsividad).

En esas estoy cuando retomo el trote. Apenas unos pasos y pierdo el equilibrio. Mientras caía no sabía que protegerme primero. Tiene tiempo que no me caigo así que pierde uno temporalmente la noción de qué es lo que hay que proteger primero. Pienso, mientras caigo, que mi jefe me contó alguna vez que metió las manos protegiéndose la cabeza. ‘Qué me importa lo demás, si lo que me da de comer es el cerebro’ me dijo. Y en esas iba cuando me percaté que el suelo estaba prácticamente frente a mi naríz. Ya no pude hacer nada. Mi barbilla y boca fueron directamente a parar al suelo sin una mano de protección. A lo lejos vi venir a una patinadora que vió toda la secuencia pero que al pasar junto a mi, hizo como que no me vió y se siguió de largo. Quise quedarme ahí tirado un rato, pero pensé en la gente que se acercaba y ya me desagradó la idea de la ayuda multitudinaria. Dios…imaginé que me había roto la naríz y la boca. Reviso mis manos y tengo sangre en los nudillos de la derecha. Mis rodillas con raspones ligeros. Me llevo las manos a la boca y veo un hilito de sangre en la palma de la mano. ‘Ya me desgracié (más)!

Todavía me falta un kilómetro para llegar al auto. Camino rápido, adolorido. Temiendo verme fatal y con sangre por todos lados, trato de cubrirme sutilmente medio rostro con una mano mientras pasan personas a mi lado. Por fín, el auto…el espejo y bueno, si…era más el ardor del raspón que el drama de la sangre.

Respiración agitada…contenida. Enciendo el auto y me desplazo a casa. Escucho mensaje en el celular que pregunta donde ando para ir a cenar algo. Me contengo de contestar de inmediato pues la tristeza me invade sorpresivamente. Sin darme cuenta puse a Cranberries en el estéreo. Como masoquista en potencia, repito ‘Empty’ y comienzo a cantarla con una voz que me nace de las entrañas. Y comienzo a llorar.

‘Yo te quería (nombre)…’
‘No sabes cuánto te quería…’
‘Realmente te quería...’

Repito una y otra vez en voz alta viendo pasar autos a mi lado con gente desconocida que no me atrevo a mirar mientras sendos lagrimones me llenan la cara.

‘Me caí’ respondí en el celular. ‘No, nada grave…un poco de sangre y raspones, no te preocupes...’ Contesté. (Me duele más el alma)

Y me acordé de Meryl Streep en Las Horas, cuando todo se le junta y su desbaratamiento le llega en la cocina. Así me hubiese gustado tenerlo a mi.

29 julio 2007

Cuando lo carnal es lo esencial: SHORTBUS


Ver Shortbus (maliciosamente llamada en México: Tu última Parada) puede resultar en una experiencia muy satisfactoria si al menos nos desprendemos de falsos golpes de pecho. Es cierto, la película de tinte independiente muestra sexo explícito pero guarda sus distancias con 9 Songs de Winterbottom que más allá del intento poético que realizara el realizador inglés, John Cameron Mitchell –realizador de Shortbus- utiliza eficazmente escenas sexuales para mostrarnos como el aspecto carnal es capaz de inducir conductas tales que pueden terminar (o iniciar) una relación sentimental.
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A ratos provocadora (da igual llamarla provocativa) ShortBus se desarrolla en Nueva York y muestra un caleidoscopio de personajes cuyas vidas giran en torno al sexo, como lo viven, disfrutan y sufren. Pinceladas de humor ácido contagiado por un ambiente citadino nocturno a ratos de decadencia, con personajes que más allá de su aspecto físico ó preferencias sexuales, sufren, aman y buscan ansiosamente la fórmula que los haga salir de la estación en que se encuentran varados; salida que bien podría encontrarse físicamente en ese lugar llamado ‘ShortBus’ con reminiscencias del castillo de Rocky Horror Picture Show, en donde todo se permite y las ataduras mentales quedan fuera y en el que el arte y la política quedan incluídos de manera ingeniosa.
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Una pareja gay cuya rutina sexual aboga por incluír a un tercero lanzándose a la búsqueda del mejor ejemplar, una terapeuta sexual pre-orgásmica (que no llega a él) con pareja que se satisface viendo porno en internet, una dominatrix que no responde a su nombre real con amante permanente sin relación sentimental que le produce infelicidad, orgías sin fin y atmósfera ‘After Hours’ (aquella de Scorsese) además de una cámara que sobrevuela una ciudad caricaturizada y que se estaciona en la ventana iluminada de los personajes que develarán su problemática, hacen que la experiencia sea –en serio- de plena introspección a la vez que podemos apreciar al sexo como un tema que no necesariamente tiene que ser tratado como tabú ó secreto.

Despliegue de buen sentido del humor, diálogos chispeantes, desparpajo sexual que lo mismo dejará satisfechos a voyeristas que a aquellos que buscan cine inteligente e interesante sin pretensión. Búsqueda, es la palabra clave de todo el entramado, pero siempre bajo la óptica del sexo como si (ob)teniéndolo ‘bien’ (sic) se llegara a la felicidad total; al menos en los seres que vemos deambular en escena.
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Actores poco conocidos, un estilo de realización sencillo con secuencias rigurosas (la del inicio atrapa de inmediato), con narración intimista y buena música. Es agradable la sensación que nos queda al final de la cinta, tanto como la canción que funciona como corolario y que asemeja moraleja; hay que ver pues ShortBus, como ejercicio de introspección y para reafirmar que para muchos, el sexo es lo importante.

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25 julio 2007

Sueño extraño con un toque de frialdad


Estuve ahí y descubrí que debo temerle a mi impulsividad.
Estuve ahí y me percaté que nunca más estaría contigo.
Estuve ahí y me di cuenta de que si estaba, era por ti.
Estuve ahí y me inquietó verte, casi sin alma.
Tú y tu caparazón que te hace fuerte.
Y que si disfruté, fue por verte.

Hoy desperté extrañamente vacío.
Llueve afuera.
Y canto ‘Empty’ con acento irlandés.
Esa voz femenina me agobia y entristece.
Me cala.

‘No hay futuro’, murmuraste antes…y asentí.
Es cierto.
Si esas palabras fuesen contrarias, mi impulsividad me traicionaría.
Y diría que sí.
Temo a mi impulsividad.
Me puede llevar por terrenos insospechados, no pensados.

¿Qué tienes? –insistes.
Pero me siento desnudo y tú con vestimenta.
Mi fé para que las piezas se acomoden.
Miro a la distancia, al horizonte.
¿Qué más me depara la vida?

Sueño extraño, con un toque de frialdad.

19 julio 2007

El orden de los factores: Erasure en México


Ya en el taxi de regreso al hotel, los recuerdos comienzan a agolparse. Un par de chicas desconocidas visiblemente alcoholizadas y eufóricas, se pusieron tras de mi y sonrieron a la cámara conmigo mientras posaba con sendos pósters de mis ídolos a la salida del teatro y mi amigo Ahkin tomaba la instantánea.

Oh, los vendedores ambulantes, haciendo rebajas a los artículos que seguramente pasado el evento se les quedarán en bodega. Me compro un póster conmemorativo, mientras Ahkin me pregunta si aparece mencionado el evento de México. Mi amigo termina regalándome otra variante del póster.

Salimos del teatro, bañados en sudor. Ahkin sale prácticamente con la ropa en mano, increíble experiencia. Comentamos que hay que estar pendientes del periódico, aunque en el fondo tenemos el presentimiento de que nuestra nota no saldrá publicada.

Una reportera nos aborda apenas finaliza el concierto en el interior del Metropolitan. Quiere entrevistarnos para el periódico Reforma. Nos dice que rara vez ha visto tal despliegue de júbilo. Que estaba sentada en otro sitio, pero que cuando nos vió brincando y cantando a todo pulmón, nos empezó a observar y esperó pacientemente a que terminara el evento para entrevistarnos. La edad, nombre y la anécdota del viaje tan largo efectuado es contado por Ahkin con todo detalle. Haciendo cuentas rápidamente, entre avión, hospedaje, boletos y comidas: $ 8 mil pesos, más lo que se acumule. Ahkin insiste señalándome: “El es más fan que yo”. Lo que no sabe mi querido amigo es que hoy me ha demostrado que está siendo más fan que yo (el grabó los clips de video e identificó al primer segundo que cantarían ‘Oh L’amour’). Pecando de metiche le explico a la reportera que me encanta Erasure, que crecí oyéndolos, que los fans de México no se arrepentirían de asistir al concierto y que ha sido una de las experiencias más gratas que he tenido en mi vida.
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La nostalgia: A Little Respect


Y regresan. No, no… no se podían ir sin cantar STOP. Practiqué en el auto -quién sabe cuántas veces- la rutina de la mano levantada. ¡Que fregón, que chido! El público los hizo regresar (una sola vez, para mi desgracia) pero no podían rematar de mejor manera. Esta canción es única y siempre digo que me cambia el estado de ánimo en automático. Maravilloso el juego de luces que cada que se escucha el título de la canción, ilumina al gran público. Andy levanta la mano de sus coristas mientras el público aplaude fervorosamente. Lo mejor, el aplauso para Vince Clarke; para mi, un verdadero genio.

Se acaba el concierto. Andy se despide y yo tatúo en la mente que si seguimos aplaudiendo, ellos regresarán, así que no dejo de aplaudir, de hecho, no dejé de aplaudir en todo el evento. Eligen Sometimes’ para coronar la noche.

Estoy gritando como nunca, cantando a todo pulmón. Estoy bañado en sudor. En verdad grito, salto, levanto las manos ondeándolas en clara remembranza a lo que el público le hacía a la Méndez cuando cantaba “Corazón de piedra”, dios mío, me estoy desgañitando. Como alguna vez dije, siempre observaba estos fenómenos de fanatismo ‘de lejitos’ y hoy era parte activa. Me sentía un niño. Feliz. Cantan nueve canciones de su disco nuevo. Qué bonito se escucha. Mejor que oyendo el CD en casa. Un disco del que sólo me gustaban las primeras seis canciones, ahora me gustan nueve. Claro, intercaladas entre sus clásicos éxitos. Cuando escucho ‘Blue Savannah’ mi corazón se agita; los acordes de ‘I Could fall in love with You’ son acompañados por las elegantes y cadenciosas coristas (que tanto me apasiona ver en escena) que rodean a Andy sentado en unas escaleras. Y canto, como puedo. Se escucha ‘Drama’ y brinca medio mundo, pero nada comparado con escuchar ‘I love to hate you’ que hace que mi amigo grite: ‘la más queer de todas’ (gulp!), ¡que desmadre de gritos por todos lados y las coristas moviendo la pechonalidad ¡como si bailaran mambo! Con cada canción que terminaba, lo primero que se escuchaba era un profundo y desesperado ‘¡bravooo!’ que aquí su desatado servilleta vociferaba. Y llegó ‘Breathe’… no pueden ustedes imaginar lo bonito que se siente escuchar los acordes de una canción tan placentera. Se escucha un por demás coordinado coro del público :

And I feeeel, It´s the deal,
You’re letting me go, gonna goo!
Breatheee, and I breathe…

Y hacemos plática con ‘los hermanos’ de al lado, y uno de ellos emocionado hasta la médula, nos quiere hacer ver la calidad de fan irredento que es: “no saben lo que esto significa para mí, los he seguido desde los 80’s, estos weyes me latían desde antes de que naciera el rave y verlos aquí es un sueño; crecí con ellos, experimenté muchas cosas, me enamoré y canté sus canciones…” Mi amigo Ahkin me señala y les dice que venimos de Cancún y de Valladolid, que me llamo David y que también soy súper fan de Erasure y les enfatiza que al grupo lo conoció por mi…y responden: “¿De Cancún, de Yucatán?… ¡que chingón!”. Sólo pensé: No podemos tantos estar equivocados mientras los veía y observaba el Metropolitan lleno. Sonreí (saludos Toño y José).

Y nos llega 'Breath of Life' (del disco Chorus) y que mi amigo no reconoce de inmediato preguntándome desesperado: ‘¿cuál es esa, cuál es esa?’ Y de la que reconozco las notas pues esa canción la he cantado hasta la saciedad. Más tarde Erasure regresaría con la canción que da título a este disco y claro, la algarabía.





La esperada: I Love To Hate You


Y pienso en ti, sin querer…nostálgicamente. Hubiésemos podido estar aquí juntos, alguna vez lo planeamos. Se me nublan los ojos, por la emoción del momento, por ver a mi grupo favorito, por recordar lo ocurrido y porque sé, estando aqui sin ti, que ya eres parte de mi pasado.

Se cae el telón y se escucha ‘Sunday Girl’ el nuevo sencillo del disco más reciente: Light at the end of the world. Tres coristas, una de ellas es presencia recurrente en los conciertos que he visto en los DVDs, así como en los videoclips, las observo con fruición. Casi me infarto al ver a Andy Bell en el escenario. Me sudan las manos. Se quita un chaleco. Que maravillosas coristas. Se mueven cadenciosamente por el escenario casi como las chavas del famoso video de Robert Palmer. Andy y las chicas vestidos en telas de corte militar mientras Vince con peluca a la Andy Warhol, manipula con su característica seriedad, su Mac. Escenario sencillo, pero curiosamente llamativo, acústica inmejorable y el sonido tan característico del grupo invade todo el teatro con claridad perfecta. No se necesita más. Las canciones, Andy y las coristas seguro me dejarán más que satisfecho. Volteo a ver a mi amigo de aventura, quién clandestinamente saca la cámara que será testigo de este evento en nuestras vidas. Y empiezo a ver al público que se pone de pie para no volver a sentarse en las dos horas que durará el concierto. Hay júbilo generalizado, gritos y competencias no declaradas entre fans por demostrar quién lo es más. De pronto, reconozco a una corista que corre detrás de la cortina a acomodarse y la silueta de Andy Bell correr tras ella también. Gritos.
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El inicio: Sunday Girl


El teatro se llena. Volteamos a ver a la gente y ‘checamos’ a quienes nos verán hacer desfiguros. Al lado de Ahkin una pareja de hermanos, de mi lado un chavo de alrededor de 23 años, bastante serio. Mi amigo me recuerda que prometí desatarme y por ratos lo dudo, pero me lo prometí a mi mismo y lo haré… ‘más vale arrepentirse de lo que se hizo, que de lo que se dejó de hacer…’ ¿recuerdan?

Ya en el lobby, antes de entrar, hacemos escala (técnica también, claro). Compramos la camiseta de recuerdo, la que parece oficial por venderse dentro del teatro. Yo muy fan y no tengo un solo souvenir con el nombre del grupo grabado. Empieza a caerme el 20. La hora se acerca. Si alguien me hubiese dicho en ese momento que Andy Bell enfermaría de la garganta y que cancelaría los conciertos del día siguiente en el Metropolitan y el del día 19 en Monterrey, no me lo creería. No podriamos considerarnos más afortunados. Nos piden nuestros boletos y una señorita nos lleva hasta nuestros lugares. Fila 18, parte baja… en pleno centro... “están bien los lugares, ¿no?” comenta mi amigo convencido.
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‘Si quieren, que me revisen de nuevo’, dice con sonrisota incluída Ahkin al tiempo que nos alejamos del clásico ‘pónganse de espalda y levanten los brazos’ mientras unas manos de guaruras buscan ansiosamente en nuestra ropa si no traemos cámaras u objetos punzocortantes. La gente arremolinada mientras la reventa se hace presente y me causa extrañeza no ver la cantidad de fauna nocturna (esa que sospechan) que esperaba. Fans de todas las edades, mucha gente esperando entrar. Llegamos a tiempo. Aquí estamos amigo. Proeza lograda.

13 julio 2007

Deseando escribir sobre 'Deseando Amar'


Recordando lo que dijo Viviana en el post ‘La mano que mece…los filmes’, a veces me planto a ver una película en casa con una actitud ya de cinismo ó tal vez de escepticismo de que lo que vere será algo que realmente me sorprenda. Ayer, regresando del trabajo ocurrió que me senté a ver ‘Deseando Amar’ / In the Mood for Love de Wong Kar Wai (WKW). No la había visto, a pesar de encontrarme frecuentemente el DVD en las tiendas de video. Y creo recordar que el único acercamiento que había tenido con el trabajo de este director chino era una película que se llama ‘Happy Together’, vista también en DVD hace ya algunos años. La experiencia con ésta última cinta, no fue –si mi memoria no me traiciona- relevante. Acaso recuerdo las desventuras de estos dos seres que, como dice esa frase popular: No pueden vivir sin estar juntos pero cuando lo están, tampoco. Era esta mínima emoción que yo recordaba del film la que me hizo dejar de lado la filmografía de WKW y por ende, hacer caso omiso tanto de ‘In the Mood for Love’ como de ‘2046’. Grave error.

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Fue gracias a la blogósfera nuevamente que me encontré con la insistencia de este nombre. Y esta insistencia era tal que tuve que ceder a ver qué era lo que me he estado perdiendo estos últimos años. Se trataba de concederle otro voto de confianza. No contaré la experiencia de ver primero ‘2046’ en este momento, pues tengo la intención de sentarme a narrar mis impresiones sobre ella con más calma (no como este comentario hecho a la carrera), aunque desde ahora presienta que cualquier cosa que yo diga, no le hará justicia. Pero obviamente el resultado de esa primera visión fue tal, que derivó que corriera a conseguir ‘Deseando Amar’, que ya me espere en el estante ‘Angeles Caídos / Fallen Angels’ y que vía mensajería vengan del otro lado del atlántico Chunking Express y Days of Being Wild, todas de Wong Kar Wai.

Desde que adquirí ‘Deseando Amar’ hace una semana, estuve dejándola a un lado porque tenía la sensación de que la experiencia sería gratificante y deseaba estar en el mood correcto. Ayer me animé. Llegué a casa, apagué luces nuevamente como un viejo ritual que sigo cada que pretendo ensimismarme con un film y pensé: “Veámosla pues…”
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La trama, que tomo descaradamente de Zinema.Com (la explican mejor que yo, ustedes perdonen), trata de lo siguiente:

Hong Kong, 1962. Chow (Tony Leung), redactor jefe de un diario local, y su mujer se mudan a un inmueble habitado principalmente por la comunidad de Shanghai. Chow conoce a Li-zhen (Maggie Cheung), una joven que acaba de instalarse también en el edificio junto con su esposo. Ella es secretaria en una firma de exportación y su marido es representante de una empresa japonesa para la que continuamente está en viaje de negocios. Como su propia mujer se encuentra también a menudo fuera, Chow pasa cada vez más tiempo en compañía de Li-zhen. Quedan a menudo con sus caseros para jugar al mahjong o hablar del último cotilleo. Chow y Li-zhen se hacen buenos amigos. Un día, deberán enfrentarse a los hechos: sus respectivos cónyuges están teniendo una relación amorosa.

De inicio repito, sólo me dediqué a observar el devenir de ambos personajes, pero hay algo que me inquieta y no lo percibo. Hay algo distinto, esas tomas… ver sólo zapatillas atravesando el pasillo, una parte de su entallado vestido, como fuera de cuadro. Y de repente, cámara lenta…cuerpos que se rozan y esa música…esa música hipnotizante de Michael Galasso. Algo me aprisiona en mi asiento… ¿qué es esto?, ¿qué me cambia el semblante y me deja perplejo? Una carga directa de adrenalina a mi cabeza, a mis emociones. El tiempo se detiene, las miradas, los diálogos, colores y texturas. Otro momento, el leit motiv que se repite -claro- una y otra vez dándole forma y grosor apabullante a la cinta; ¿canciones en español en una película china?, ¿qué es esto?... ¿qué es?...es una delicia, un reencuentro con un director que destila genialidad.





Me siento enamorado como los personajes de el Sr. Chow y Li-Zhen y al mismo tiempo atormentado por este amor en silencio entre ellos que amenaza con desatarse en el film y salir de la pantalla. Momento que no llega porque “ellos no caerán en lo que hicieron sus parejas”, aunque el amor los queme por dentro. Es arte. Lo siente mi cuerpo, mis sentidos. Me siento rebasado y me compenetro de tal forma que tiemblo cuando veo el roce de la mano de él sobre el brazo de ella.
Ahora comprendo, Wong Kar Wai, ahora comprendo.
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09 julio 2007

La mano que mece los… filmes


La historia que voy a contarles, bien podría asimilarse a narrarles lo que experimenta alguien a punto de perder su virginidad (ó que ya la perdió jaja). Es lo que podría denominarse la pérdida de la inocencia. Una inocencia que estuvo latente muchos años de mi auto-preparación cinéfila (que solamente consiste en ver muchas películas) y que me hacía disfrutar prácticamente cualquier film que me pusieran enfrente. Todo comenzó porque en un periodo vacacional que tuve en bachillerato, decidí meterme a trabajar como empleado de mostrador en un videocentro (¿los recuerdan?). Sin importarme que me pagaban 2 pesos, mi estancia ahí se prolongó más de lo que yo había planeado pues descubrí todo un mundo nuevo y al que yo siempre había permanecido distante: el cine. En ese sentido, el mayor goce del trabajo ocurría al final de la jornada cuando nos permitían llevarnos a casa un máximo de dos películas diarias, bajo el supuesto de tener que estar preparados para atender lo mejor posible a los clientes y hacerles recomendaciones adecuadas cuando lo requirieran.

Así comenzaron a desfilar títulos por mi todavía virgen visión cinéfila y cuyas tramas han quedado hoy prácticamente en el olvido: Tango y Cash con Silvester Stallone, Rescate en el Barrio Chino con Kurt Russell, Peligro en la Noche con Mimi Rogers, Depredador, etc.). Pero el gusto se fue refinando. Y comencé a volverme más exigente. Comenzaban a aburrirme ciertas temáticas y ya sabía a lo que me exponía si Steven Segal aparecía en la portada de la caja. Y comencé a fijarme en los nombres de los directores; formas, estilos...


Y dentro de las formas y contenidos (y ya para entrar en materia de una vez por todas), me he percatado de ciertas manías que me asaltan -casi con metralleta en mano- el visionado y que otros no ven (o no quieren ver) por tener todavía esa inocencia cinéfila que reconozco me pesa no tener en ciertas ocasiones y en otras actúo como que la tengo precisamente para no echar a perder el posible goce de una cinta. Sé que con el paso del tiempo, esto que comento pudiese relacionarse con clichés en los que caen los realizadores fácilmente en tantas temáticas tan reconocibles: Muchacho guapo y rebelde del que está enamorado las más fea del grupo y no se da cuenta; la mujer que contra todas las adversidades triunfa; los dos enamorados que no pueden realizar su amor porque tienen todos los inconvenientes del mundo encima, etc., etc. Todo esto lo puedo tolerar a gusto siempre que este tipo de historias tan vistas y refriteadas me sean contadas con cierta originalidad. Y a veces esa originalidad puede ser tan sutil que puedo terminar enamorado del film en cuestión sin darme cuenta. Pero ¿qué pasa si mi -a veces- inquieto ojo detecta cosas que deliberadamente (por no decir descaradamente) buscan provocarme una sensación, emoción o pensamiento? Casi nada: me encabrono rotundamente. Me siento engañado, asaltado a plena luz del día.


Su expresión podría ser la mía cuando veo ciertas películas


Y hay dos cintas, que por tenerlas frescas en la cabeza me gustaría mencionar para ejemplificarles este malestar profundo; la primera y más relevante: The Notebook ó Diario de una Pasión. Una anciana que relata en flashback su gran amor con un chico. Uno no sabe sino hasta el final de la cinta que la chava que vemos en el 90% del metraje es ella, la anciana, en la actualidad. Todo el enamoramiento de los jóvenes –con todo y broncas por las que tienen que pasar- está lleno de clichés tan evidentes, que casi puedo ver al director con su equipo de guionistas y creativos buscando las situaciones que nos hagan decir: “ay, ¡que bonita película!”. Un paseo en un río rodeados de gansos, atardeceres mágicos, una petición de salir juntos con ella sentada en lo alto de un juego mecánico mientras el individuo sostenido de un tubo la amenaza y le dice que de no aceptar salir a bailar con él se dejará caer al vacío; ellos mismos acostados sobre una calle solitaria viendo las estrellas dizque exponiendo sus vidas a que pase por ahí algún vehículo y los aplaste (que esa si no habría sido mala idea), etc.
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Segundo ejemplo: A Touch of Spice (Un Toque de Canela) con un niñito y mentor estilo Cinema Paradiso que adulto recuerda a su abuelo quién le enseñó (y aquí es donde viene el cliché mal llevado) los secretos de las especias, de los olores y sabores de la comida y que por analogía a todo en su vida le tiene que poner ese toque que lo haga disfrutar al máximo su existencia. Toda la cinta enmarcada en un realismo mágico que a ratos amenaza con hacerme dormir a pierna suelta, aún cuando la experiencia global no es del todo insatisfactoria. Veo pues una mano ‘manipuladora’ de mis emociones que parece decirme: ‘yo sé que es lo que te gusta ver para lograr que llores, así que ahí te va esto…'. Lo malo –repito- no es que ocurra, pues la gran mayoría de los filmes lo hacen: buscar emocionar al espectador (ya sea para hacerte llorar, reír o acojonarte de miedo) y para ello se valen de muchos artificios; lo malo es que se note descaradamente, sin estilo, copiado y con mala intención; esto es casi -por decirlo más gráficamente- como percibir un micrófono saliendo a cuadro ó ver al equipo luminotécnico atrás de una ventana que ilumina en el interior del recinto a la actriz; es como ver que lo que parece nieve es en realidad espuma de jabón (¿recuerdan La Noche Americana?) ó ver al actor poniéndose gotas para ojos creando la ilusión de que llora.
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¿Así o más cliché la pose del niño en el póster?


A veces un encuadre puede hacer la diferencia y engañar a mi memoria y ver lo que me salta en un film como algo que fluye con normalidad en otro. No descarto la posibilidad de haber perdido sensibilidad, que pudiese llamarse también inocencia cinéfila. Pero por otra parte y aunque suene contradictorio sé que poseo esa sensibilidad cuando veo como Wong Kar Wai con su 2046 (y de la que hablaré en otra ocasión) me rebasa y me deja bañado en lágrimas en una obra desesperanzadoramente romántica. En este caso, sé que existe su mano creadora detrás PERO NO LA VEO…lo cuál me llena inmensamente de gozo emocional y placer intelectual (y el póster que sigue no representa necesariamente éste último comentario).

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Tal vez sea mucho pedir, tal vez sueno exigente, pero creo que es una de las formas efectivas de ir haciendo a un lado los filmes que valen de los que no ó al menos (y para no quedar como pretencioso) de los que sí ameritan estar en mi videoteca.

05 julio 2007

La 'Insomnia' de Christopher Nolan


"Necesito dormir, sólo déjame dormir"

Will Dormer
(Texto con spoilers)
Paisajes nevados, niebla, disparos…gritos de dolor y tres actores galardonados con el Oscar dirigidos por el inglés Christopher Nolan, nos transportan a un lugar inhóspito, un pequeño pueblo en las montañas de Alaska habitado por 'aquellos que llegan huyendo de algo'. Semáforos funcionando en avenidas solitarias, viento y un extraño acontecimiento climatológico en el que la noche aparece teniendo todavía la luz del sol iluminando las 24 horas; todos elementos que complementan la inquietante atmósfera de Insomnia.

Hacer una nueva versión de una cinta no siempre es una tarea fácil y menos cuando se trata de una que fue galardonada o exhibida recientemente en algún prestigioso festival de cine. Generalmente los resultados obtenidos en estos ejercicios son pobres o superficiales, llegándose a considerar innecesario en la mayoría de los casos el hacer remakes y es que ya por regla general los resultados son comparados con el original que les da vida y difícilmente se logra superar lo realizado. Es además de todos conocido que se ha vuelto una práctica común en la industria norteamericana ante la evidente falta de guiones que ofrezcan algo interesante o novedoso que contar y no debe sorprendernos encontrar en este caso, nombres importantes interesados en la reelaboración de esta historia: el actor George Clooney y el director Steven Soderbergh en plan de productores ofrecieron esta tarea a Christopher Nolan después de haber visto el magnífico resultado logrado con Memento (2000).
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Me atrevo a decir que esta nueva versión de la Insomnia del noruego Erik Skjoldbjærg, logra apenas salvar la mala fama de los remakes, básicamente porque hay un buen director detrás y aunque durante la proyección se tiene la sensación de estar ante algo ya visto, la atractiva trama que se nos plantea (junto con esa cautivante y conmovedora frase final del personaje de Al Pacino) da lo necesario para sentir que valió la pena pagar el boleto.

La versión noruega de Erik Skjoldbjærg


Y es que Insomnia no está lejos de los temas que obsesionan a Nolan y que hemos podido constatar en su corta filmografía con historias tan peculiares y perturbadoras; la observación –y seguimiento- de extraños en su primera cinta Following en 1998 y los estragos psicológicos provocados por la amnesia en la laureada Memento.

En Insomnia, el agente Will Dormer es encarnado por un Al Pacino experimentado en personajes policíacos y que domina a la perfección (dando muestras muy logradas como en Prohibida Obsesión/Sea of Love ó Fuego contra Fuego/Heat de Michael Mann). Dormer es enviado a resolver el asesinato de una joven de 17 años a Nightmute, Alaska, mientras es investigado en Los Angeles por el Departamento de Asuntos Internos por irregularidades en las que está envuelto.
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Durante una emocionante persecución del sospechoso del crimen en las intrincadas laderas del frío lugar, Dormer dispara y mata por error a un compañero ante la nula visibilidad debida a la espesa niebla que envuelve al sitio en lo alto de las montañas. Pero él sabe que este error le podría costar caro a su carrera y decide alterar el cuadro para hacer parecer que Hap Eckhart, el policía caído (personificado por Martín Donovan), fue herido mortalmente por el asesino perseguido.
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La presión psicológica que empieza a padecer Dormer por este hecho, cuyas aristas se le salen de control, es intensificada por la investigación que realizan sus compañeros, por el chantaje que el asesino anónimamente ejerce sobre él y por su nula adaptación al fenómeno llamado 'sol de medianoche' (evento que sólo ocurre en algunos países como Suecia, Noruega, Alaska y en la península Antártica) que lo mantiene sin poder dormir.
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Es rescatable como el personaje de Pacino que fue introducido como firme y efectivo conforme avanza la trama (al afectarle el detalle de haber sido visto cuando le disparó a su compañero), va suavizando su carácter explosivo pues la culpa y el miedo a perder el prestigio que ha logrado en tantos años lo agobian y lo mantienen insomne. Pero hay alguien más que no duerme: el pasivo pero explosivo escritor Walter Finch, interpretado por Robin Williams.

No creo cometer una indiscreción al mencionar que el personaje de Williams es el asesino que busca Dormer. La película no se centra en tratar de investigar quien es, pues prácticamente nos lo revelan en los inicios de la cinta. La trama rebasa al mero acertijo, centrándose en el complejo comportamiento del agente policíaco y su relación con el asesino, su desgaste físico y emocional y el placer que le provoca a Walter Finch su juego psicológico con Dormer.
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Hay que recordar que Williams viene de una extensa carrera interpretando siempre personajes más encaminados a la comedia, tipos bonachones, casi redentores que de alguna forma lo han estereotipado constituyendo un peligro para su carrera que ya no daba visos de tener algo con que sorprendernos. Algo ocurre con su personalidad que por sernos tan familiar resulta poco creíble ubicarlo en el papel de un villano (como éste) aunque la justificación de su presencia que nos dan con la trama, es precisamente la de un escritor común y corriente que accidentalmente asesina a la joven, pudiendo ser esta la causa de su elección para el personaje; pero insisto, aún se sienten frescas en la memoria sus caracterizaciones de Papá por Siempre (Mrs. Doubtfire) y Patch Adams.
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El rol de la aprendiz está bien representado por Hillary Swank, la ganadora del Oscar en 2000 por su actuación en Los muchachos no lloran. Una especie de sumisión o respeto ante el personaje de Pacino que de verdad pareciera que va más allá del mero carácter del personaje. Difícilmente hubiese creído que aquella jovencita que protagonizara la 4ª entrega del Karate Kid, ganaría dos años más tarde el Oscar y protagonizaría en esta ocasión una película dirigida por Christopher Nolan. Ellie Burr, la detective local interpretada por Swank, empieza a descubrir conforme avanza la trama, que su héroe no es tan eficaz e incorruptible como creía, hasta llegar a un punto en el que debe decidir si protegerlo o actuar conforme a la verdad. Bajo este esquema se puede palpar el final de la cinta con una dosis de moral ya muy explotada por el cine norteamericano.

Por otra parte, mucho ojo a una nueva dupla que se está gestando de director-músico. David Julyan colaboró en los tres primeros trabajos realizados por Nolan, creando música de un estilo bien definido e identificable, muy acorde a las obsesiones que está manejando el joven director en sus cintas, siempre sin perder de vista su función básica: el acompañamiento de la imagen. En este caso, la música de Julyan no se subraya como en Memento en la que, en ciertas secuencias tenía una importancia fundamental en la creación de atmósferas. El músico sigue utilizando sintetizadores pero se percibe ya un acompañamiento un tanto más elaborado, con sonido de cuerdas y se logra ese plus ya inseparable de la filmografía de Nolan. Con decirles que hubo una que otra secuencia que me recordó el inicio tan inquietante de El Resplandor, cuando la cámara se pasea por esos imponentes paisajes nevados siguiendo la ruta de Nicholson para llegar al tenebroso hotel de la cinta de Kubrick; esas imágenes son inolvidables y naturalmente la música que las acompaña tiene mucho que ver.


Insomnia no demerita la filmografía de Christopher Nolan ni decepciona al espectador. Creo que podríamos verla como un buen ejemplo de cómo un realizador extranjero puede tratar de no caer en los estándares hollywoodenses aunque sea esta industria la que aporta todo el dinero; ejemplos más recientes lo confirman: Batman Begins y El Gran Truco/The Prestige.