12 marzo 2009

La emoción desprovista: PÁRPADOS AZULES


Párpados Azules es dolorosa, incómoda. Es la soledad de dos perfectos extraños unidos por la necesidad de estar con alguien. Dos seres desprovistos de romanticismo, arrojados a una zona en donde el Amor no desea aparecerse; son los olvidados, los que tienen que vivir como simples espectadores de un sentimiento que les parece negado o no otorgado.

Ver a Marina y Víctor convivir, es quitarle el edulcoramiento a la comedia romántica, es la ausencia de temas de conversación, es la atención puesta en otro lado estando juntos, es deshilar ella un mantel mientras él pareciera perdido en una conversación sin eco y sin embargo, la inercia de la soledad los empuja a estar juntos.
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Es Párpados Azules porque una película que ven juntos les restriega en el rostro que el amor con sus diálogos cliché, pareciera dar felicidad. Marina, intenta copiar el semblante de la mujer enamorada maquillando de azul sus párpados, mientras Víctor al espejo, repite el diálogo seductoramente trabajado por el actor que vio en pantalla, tratando de hacerlo suyo.
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Párpados Azules es abrir los ojos mientras se besa a ese desconocido, es la ausencia de música mientras los cuerpos desnudos se entrelazan torpe y fríamente sólo porque la carne lo demanda, es ser vistos como extraños en un antro en el que todos parecen divertirse, menos ellos.
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El “premio” de Marina al ganar en su trabajo un paseo a Playa Salamandra, se convierte en la odisea de encontrar acompañante; pero hay un “viaje” que deberá hacer antes de subirse al camión que la lleve a ese lugar y ese viaje es áspero y desagradable: supone encuentros desafortunados con la estupidez de una hermana que ve en el tour la solución -mezquina y egoísta- para salvar su matrimonio; familiares que parecieran haber desaparecido de la faz de la tierra y el encuentro inesperado con Víctor, “un compañero de secundaria” que ella no recuerda ni mínimamente.
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La Marina de Cecilia Súarez es un personaje inolvidable, hecho que contrasta con el deseo de Marina de querer pasar desapercibida; la actriz borda su personaje en forma extraordinaria, llena de detalles que la hacen real, tangible y cercana al despojarse literalmente de su belleza, armando a una Marina desgarbada y con semblante implorante. Enrique Arreola (Víctor), actor de extracción teatral la complementa a la perfección.
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Hay pues que ver este viaje a la soledad que ha filmado Ernesto Contreras con un reloj en mano que marca un tempo más lento que el habitual para mostrar la compleja incapacidad de encajar. Es probable que Párpados Azules desencante a más de uno por lo álgido y agrio del tema pero lo que es innegable es su estupenda realización de primer nivel y magnífico trabajo actoral; algo muy, muy pocas veces visto en el cine mexicano.



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05 marzo 2009

¿Eres sexual?

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(Debí decir que SI y me quitaba de problemas...pero ahi voy como siempre a escarbarle). La pregunta me dejó frío. Primero, no supe bien que responder ante el cuestionamiento...después pensé: “Bueno, algo ha ocurrido en esta etapa de mi vida que la libido ha andado arriba de lo ‘normal’ (entendiéndose este término como el promedio que he manejado de una buena cantidad de años para acá)”; el caso es que, derivado de estas conductas, respondí que sí, que sí lo era (vaya pues, lo siento y lo veo).

De hecho fui a más. Le detallé un poco en qué consistía ese incremento en la emoción (que ya a ratos me da por llamarla angustia) sexual y que especialmente en el momento en el que me llegó el mensaje yo andaba particularmente ansioso (piensen lo peor, sí aplica). Después proseguí diciendo que esto no se traducía necesariamente en que la cantidad de veces al día en las que yo caía en estos hervideros, resultarían en las mismas veces al estar con alguien (si alguien se está perdiendo, me avisan y me regreso); es decir: no porque ande especialmente con la temperatura arriba 2 ó 3 veces al día se traduciría en las veces que terminaría teniendo relaciones si tuviese una pareja.

Y seguí explayándome: Mi humanidad puede responder de inmediato a ciertas personas y con otras no; con estas últimas debería haber un jugueteo previo (siempre y en todos los casos sesión de besos irremediablemente incluida). Dije también que todavía me sobran dedos de las manos para contar las personas con las que he tenido que ver sexualmente; también dije que podría afectarme el estrés en determinado momento (me ha ocurrido sin que hasta la fecha sienta que requiera viagra) y que el sexo para mi es sólo complemento, no es algo que me rija (como sí ocurría con mi primera pareja, dicho sea de paso) y concluí mencionando que funciono mejor si no tengo que cumplir con una cuota sexual estipulada y dejar simplemente que todo fluya sin la mayor presión.

Hace tiempo realicé un comentario que ya es del dominio público diciendo aquí que muchas veces prefería una espléndida sesión de besos que una revolquiza sexual (perdonen el vocabulario, pero hay que darle variedad a la terminología del post haha) y es cierto, soy una gente sensible, sentimental que disfruta el sexo siempre y cuando venga acompañado de un involucramiento emocional y no sólo por pasar el rato con gente de ocasión y lo sigo sosteniendo (subrayando que esto de los besos invariablemente me lleva a lo otro).

Debo pues reconocer que la pregunta me dejó frío porque presentí que la otra persona pudiera tener una apetencia sexual mucho más fuerte que la mía y ese sólo hecho, me espantó. Hace algún tiempo viendo un capítulo de Six Feet Under, el personaje de Brenda (mujer alocada que conoce íntimamente al protagonista de la serie en un cuarto de servicio del aeropuerto) expresaba -en un capítulo- su hastío con su última pareja sexual pues éste disfrutaba con juegos de sometimiento y demás bellezas: “quiero a alguien normal, con sexo común y corriente como los demás” se decía Brenda a solas con cierto dejo de desesperanza y fastidio después de haber hecho cuanta correría se imaginen con su vida sexual.

Creo que algo así me pasa a mí (y aclaro: sin haber hecho de mi cuerpo un desmadre). Todo tal vez derivado de una búsqueda de una estabilidad sentimental que me permita la tranquilidad de tener a alguien que se sienta satisfecho conmigo y que yo no esté con los temores de estar pensando que hay un horno de microondas en su cuerpo que no le permite estar en paz y en monogamia; lo anterior (aclaro nuevamente) expresado con respecto a mis intereses actuales y no por la persona que me cuestionaba, que ni siquiera le conozco en ídem.

Estos mensajes de revelamiento de mi sexualidad, fueron enviados alrededor de las 4 am por celular y a este momento, no me han sido contestados. Sinceramente no estoy pensando mal, es sólo que reconozco que me hubiese encantado que todos estos aspectos se dieran o descubrieran por si solos durante la convivencia y que ahorita no me sintiera con una probable etiqueta en la frente antes de haberme visto esta persona siquiera el rostro.

Siento pues, que demasiada información dada antes de una convivencia real, puede quemar el cartucho de la emoción que se genera al ir descubriendo a alguien, que uno puede -ocurre, me cae- en determinado momento, comportarse de una manera muy distinta con otra persona; y cabe decir que toda esta maraña de ideas está siendo aderezada mientras termino de escribir con una vocecita con eco que escucho a lo lejos que me murmura con aire sarcástico: “¡erees insegurooo!”
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