27 febrero 2009

Caminando entre besos...

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No sé qué pasa, pero me distraen tremendamente las parejas que en la calle forcejean por un beso.
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Labios que vibran, manos inquietas, cuerpos que se atraen como imán importando muy poco la gente alrededor.
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Sólo ellos dos.
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Me inquietan.
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Me deprimen.
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Me alegran.
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Supongo me gusta saber que el AMOR todavía hace de las suyas en los humanos.
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Supongo también que muero por estar en su lugar y que envidio el amor correspondido.
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12 febrero 2009

The horror... the horror...

(clic para agrandar la pesadilla)

El día de hoy, al entrar a consultar mi saldo bancario, sentí tan cercano el diálogo de Marlon Brando en Apocalypse Now: “The horror... the horror...” Mi tarjeta de nómina marca graciosa y preocupantemente un -8.68 pesos. Como robot que masca chicle, volteo y veo mi escritorio lleno de pendientes y cosas por hacer; en otro extremo, mi laptop esperando ser abierta para dignarme -por fin- a hacer la tarea de una de las materias más complicadas de todo el plan de la Maestría y que debo entregar mañana (y de la que no he hecho nada), pienso también en todos los pendientes de mi casa, en cosas que he querido invertirle pero que no hay ahorita para hacerlo y pienso, casi suplicante, que se aparezca un hada madrina que me mande a alguien que me mantenga...
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Sí, que me mantenga.

Y es que quiero un año sabático. Quiero estar en casa. Quiero ponerme a lavar trastes en lugar de pensar en números que apenas domino en mi calculadora científica producto de un maestro obsesionado con enseñarnos ‘ecuaciones de valor’; quiero barrer y trapear en lugar de salir corriendo por las mañana a la oficina sin desayuno en el estómago y con la idea de que ya tendré gente esperando con sus problemas que quieren que Yo les resuelva; quiero llevar a Dexter (mi perro) a las 10 de la mañana al parque del fraccionamiento mientras leo una revista ó el periódico en chanclas y una bermuda multicolor de moda en lugar de tener llamadas del contralor que me pide uno y otro reporte insistentemente; quiero ir de compras al super eligiendo pacientemente los jitomates ó el aguacate en lugar de oír críticas a la empresa de ciertos empleados; quiero ver películas hasta el amanecer sin pensar que hay que preparar el presupuesto del año…

Podría plancharle la ropa a quien me mantenga, tenerle su desayuno, comida y cena siempre puestos, hacerle piojito…besarle las patas…

Alguien en el messenger me dice que ‘no sé lo que digo’ y yo en el fondo me río porque al menos en este momento, sí que lo sé (mañana seguramente pensaré que estoy loco)...

Pero estoy puesto para ver cómo reacciona mi humanidad si alguien levanta la mano para ofrecerse… ¿quién dice yo?

(a ver si no me trago mis palabras…)

05 febrero 2009

'Caramelo' de Nadine Labaki

Para Marichuy,
por su sensible inteligencia.

Caramelo es una cinta bonita, que se deja querer. Esta coproducción franco-libanesa trae el denominador de la comedia que encanta, de historias de mujeres que sienten, que vibran, que sufren. La cinta no ofrece ningún destello ni descubrimiento propiamente cinematográfico, es sólo el candor de lo que el cine de esas latitudes (léase el iraní, por ejemplo) nos entrega. La difícil tarea de retratar lo sencillo y lo cotidiano más allá del idioma que nos separa y de los recur$os con los que se cuenta. Caramelo es pues el universo cerrado de una peluquería y este grupo de damas que sufren los rígidos cánones por los que atraviesan las mujeres libanesas, sus desesperanzadas historias de amor y esa búsqueda (cada una a su manera) de una felicidad que se antoja lejana.
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La protagonista y directora Nadine Labaki (guapísima, por cierto), lidera al quinteto femenino. Su personaje, Layale, es hija de familia y se encuentra sumergida en una relación prohibida que la absorbe y le tambalea el mundo provocando que su personalidad se vea afectada. Esta mujer vive esperando la llamada, el claxonazo del auto que la espera en la calle, se mete a hoteles de mala muerte para tratar infructuosamente de encontrarse con su amante y lo peor, es que tiene literalmente enfrente al verdadero amor encarnado en un tímido agente de tránsito y no lo percibe.

De hecho, uno de los momentos más delicados y sublimes en la cinta es el diálogo imaginario que sostiene este par: uno en la cafetería al otro lado de la calle mientras observa a la fémina hablar por teléfono, mientras ella conversa –en realidad- con su amante, el hombre casado. Uno ya no pide más y el momento paga el boleto pues la secuencia está tratada con una delicadeza (femenina y se nota la mano de Labaki, hay que decirlo) que uno termina contagiado del sentimiento que proyecta.
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Nadine Labaki

Así, vemos desfilar las otras historias secundarias, no menos importantes e igualmente seductoras: la mujer que se descubre homosexual; la madre de familia madura que infructuosamente se aferra a su deseo de volver a actuar y cuya vida transcurre entre castings irritantes y peinados especiales para verse más joven; o aquella que recurre al bisturí para recomponer su virginidad en una sociedad que no permite el deslíz pre-matrimonial y en cuyo tema Labaki pone los momentos más cómicos del entramado ridiculizando por completo esa mentalidad retrógrada que impera todavía en esas regiones.
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La quinta dama pone el momento agridulce. Una costurera entrada en años que cuida a una hermana con trastornos mentales y que dentro de su locura mata de risa a los espectadores pero condena a su hermana a la soledad y a no permitirse una nueva oportunidad ante un amor maduro mientras la situación económica precaria que atraviesan, hace agua por todos lados.
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Caramelo bien podría haberla refinado la mano de Almodóvar ó hasta la de Leconte, uno con experiencia en historias corales de mujeres y el otro retratando universos cerrados y sensibilidades. Sin embargo, Labaki saca adelante el proyecto decorosamente, de forma muy económica, casi irrelevante, poco llamativo…pero con la sensibilidad y la identificación que sólo una mano femenina puede imprimirle a historias de mujeres.
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La cinta fue premiada en San Sebastián y no me extraña, creo que en estos tiempos este tipo de cine tiene que ser revalorado y premiado; me refiero a aquel que con pocos recursos y palabras, te deja algo…en tu interior.
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04 febrero 2009

...y apago la luz.

Ha oscurecido. Me estaciono frente a la puerta de casa y permanezco en el auto sentado, pensando… mientras con una de mis manos, toco el volante como si ejecutara lentamente una desconocida pieza de piano.

No me lo pienso más, me bajo y busco las llaves. Escucho el sonido del cerrojo que cede ante mi giro hacia la izquierda. Veo la estancia, casi en penumbras. En lugar de encender la luz, cierro y camino a sentarme al sofá. Todo en silencio. Sepulcral.

Pareciera que en penumbras se asimila mejor la soledad. Hay preguntas inevitables que se desplazan por toda la casa hasta llegar a mí: ¿Cómo serás? ¿cómo serán tus ojos?, ¿cómo me mirarás? … ¿Dónde estás?

Han transcurrido algunos minutos. Volteo y veo la larga escalera apenas iluminada por la luz de la luna que atraviesa el ventanal; camino hacia mi recámara que ya me espera con una pequeña y cálida luz encendida: “hay buen cine esperando por ti, baby”, “mucha música que escuchar juntos”, “muchas carcajadas en esta habitación”, “muchas polémicas por resolver juntos”, “muchas miradas y abrazos”, “mucho cariño y silencios” y besos…(pienso, anhelo...)

…muchos besos que me prodigarás sin que yo te los pida; muchos besos que te prodigaré sin que tú te lo esperes.

Pero…

¿dónde estás?, ¿en qué recámara aguardas mientras lees?, ¿en qué calle solitaria caminas? ¿en qué cine estás sin compañía? ¿en qué familia te encuentras, vida mía?

El cansancio del día me vence, se me cierran los ojos y acurrucado en mi almohada estiro la mano...
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