28 febrero 2007

El difícil arte de ser el mayor


Tengo dos hermanas (ahora comprenden y no me refiero al titulo del post) y soy el mayor de los tres. Desde chicos y por ser el único varón (ajá), digamos que me fue encomendada sutilmente la tarea de cuidarlas (¡Dios mío!, escribo esto y se me vienen tantos recuerdos a la memoria), estar al tanto de ellas. Nunca fui un hermano sobreprotector y admito que en ciertas ocasiones (peleas, a decir verdad) me impuse por edad e inteligencia (sic) para no quedar yo como el causante de los problemas.

Esa misma inteligencia (no son flores, es lo que decía la gente que me quería) provocó que se me empezara a exigir un poco mas allá de lo que se le exige a un niño de mi edad. Así, comenzaron las boletas llenas de dieces; mis traumas y lloriqueos si sacaba nueves u ochos y una poco común obsesión por ser siempre el primero de mi clase (en ese entonces desconocía el termino 'inteligencia emocional') fueron provocando de alguna forma mi segregación del mundo pre-adolescente

Este pequeño prestigio (sí, sí…llegué a concursar a nivel estatal en exámenes de conocimientos) provocaba una dinámica en mi familia que se repite hasta hoy día. Comencé a ser una especie de apoyo emocional para mi madre y en menor grado para mis hermanas. Situación acentuada a partir del divorcio de mis padres a los 15 años en el que prácticamente asumí el rol de guardián de la casa.

¿Pero a que viene todo este merequetengue? A que en días recientes, comienzo a sentir la necesidad de no ser yo el que tenga que estar al tanto de…alguien más, y me explico:

Tengo muchas ganas de que se me sorprenda con actos que impliquen una especie de apapacho hacia mi persona y no necesariamente el día de mi cumpleaños je!; que pasaran por mi a la oficina, en lugar de ser yo quien siempre sea el que conduzca el vehículo; que si hay que ir a comer a algún lugar deba ser yo quien coordine todo el movimiento; que si se daña algo en casa, deba ser yo quien busque al plomero y negocie con él; que se olviden que por tener facilidades en la empresa, puedo salir a cualquier hora y en cualquier momento a recoger a un familiar o conocido al aeropuerto ó hacer el super por un supuesto tiempo disponible. Y estos ejemplos son los menos…

No es reclamo a mi seres queridos…es una especie de espinita clavada con fruncimiento desesperanzador de boca y vista al cielo jeje, que denota ligera insatisfacción, temporal, pero insatisfacción al fin. Es una especie de cansancio de estar siempre al tiro y no ver un verdadero 'apapacho' de allá para acá con la frecuencia que a mi me gustaría.

Creo que gran parte de la culpa la tengo yo por no saber decir NO a la gente que quiero. A veces me dan ganas de quitarles la idea del 'que buen hijo tengo' (o hermano, o amigo) y aunque a ratos ya lo empiezo a hacer (decir NO) veo que, al menos mi madre, se me saca muchísimo de onda cuando empiezo a negarme a llevarla a ver a mi hermana ó a pasar por ella al trabajo pues pareciera que sólo estoy esperando su llamada para salir corriendo a ver de que forma apoyarla y siento que tengo que empezar a quitarle esta idea (obviamente cosas importantes sabe -por supuesto- que ahí estaré) y liberarme un tanto de esta 'rutina'.

Les cuento que hace unos segundos vino Daniel a leer esto que escribo y me dice: 'vaya que exageras, si tu mamá bien que te apapacha, ha venido a hacerte tus sopesitos ó te ha dado algún regalito', le respondo que sí, pero los sopesitos son ya cuando yo salí antes a buscar los ingredientes ó el regalito cuando cumplí años…

Total y a riesgo de quedar como mamón, lo cierto es que a veces siento que se espera mucho de mí, en varios aspectos y a veces sólo quiero decir NO sin que haya repercusión, a la vez que me pondría muy contento si de cuando en cuando, algunas de las atenciones que he tenido, vinieran de regreso…


Sé que es malo esperar y sé que uno debe dar sin pensar en nada, pero en mi caso y con el paso de los años tiendo a desear ese tipo de atenciones para conmigo…

¿Es eso malo?
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(Sé que este rol lo tengo asignado de por vida y a él debo entre otras cosas, el puesto que tengo en la empresa para la que trabajo, pero...¡se vale soñar!)

26 febrero 2007

Querido Diario: Soltando el hilo



No, no se espanten je je. La verdad es que lo que menos tengo en mente es convertir este sitio en un diario donde cuente todos los pormenores de mi vida íntima y personal. Respeto muchísimo a los que lo hacen, pero no es mi tirada convertirme en la transparencia caminando y que al final del día no les cause (al menos a ustedes, lectores) mayor misterio. Pero dado que esta semana que terminó no tuve tiempo para armarles algo de interés, quiero contarles por las que ando atravesando desde el inicio del fin de semana y es que me divertí en grande, y tenía rato que no lo hacía. Depresión tras depresión (un segundo abandono sufrido, aunque ahora virtual ja ja) me tenía un poco ensimismado buscando entender los mecanismos impulsivos de los seres humanos.

En este orden de ideas, saliendo de la oficina me dije: “Creo que hoy no iré a casa, daré la vuelta a la zona hotelera, iré al cine y tal vez, termine en algún buen bar tomándome una cerveza”. Le llamé a Daniel (clic para que sepan quién es) y lo invité. Ni tardo ni perezoso, aceptó pidiéndome cenar algo antes de tomar ruta. Para esto, a medio plan, recibo llamada de un amigo de Mérida que me avisa está en Cancún y me pide posada: “Adelante, ando con planes de salir, pero si te quieres unir, bienvenido”

Nos fuimos a cenar, charla agradable. Retomo temas de antaño, del motivo de mis tristezas, de cosas no superadas todavía. A veces hace falta sacarlas, sobre todo cuando no se ha querido tocar fondo -y yo no he querido-. Los amigos, a veces por respeto, tratan de no tocar ciertos temas para no causar situaciones incómodas, pero… ¿quién mejor que ellos para oír nuestros problemas?; a grandes rasgos les conté lo que me ocurre y en medio de la plática, como un fugaz halo de luz, se paseó entre nosotros la idea de que me estoy resistiendo a cortar el hilo que sostiene a esa silueta que traigo sobre mi espalda, principal causante de mis desvaríos emocionales. Les cuento que me percato de ello, que sé y estoy consciente que mi mal es como la gangrena que ha invadido mi brazo y que me resisto a que me lo amputen, aunque sé que es lo mejor pues lo peor sería que terminara contagiándoseme todo el cuerpo. Hay, dentro de mi, una débil esperanza de que lo ocurrido en mi vida sentimental es una gran farsa, como la que vivió Michael Douglas en esa película de David Fincher (The Game) y que tal vez un día de estos regresaré a mi apartamento, encontraré a ese alguien esperándome, que sin mayor expresión me tomará de la mano y me dirá: ‘todo ha sido un engaño para hacerte entender muchas cosas’. Ahí estoy, cuidando que no se apague le tenue chispa... sosteniendo el hilo; sentimiento reforzado por un extraño sueño que tuve hace unos días, en donde me despertaba (dentro de mi sueño) y al pie de mi cama, esa persona me observaba. Le extendí la mano, pero al mismo tiempo me percaté que, ya no era lo mismo. Mirada fría, como la de un muerto. Y sentí miedo y tristeza a la vez. Es como no querer dejar escapar un capítulo de mi vida con la sensación de que se perderá en el tiempo y que nunca más, nunca, se recuperará.

“Pues, una cerveza ¿no?” – pregunté a mis escuchas. “Vámonos…” – me respondieron al término de la cena.

Así, llegamos a un lugar que mágicamente me transformó. Se llama Jatcha, en pleno corazón de Cancún. Es un sitio en extremo agradable, íntimo, cuya particularidad es que (al menos los sábados, día en que usualmente he ido –tampoco son tantos-) todo lo que se escucha es música de los 70’s y 80’s. Desde Madonna, Cindy Lauper, Tom Jones, Erasure, Rick Astley, Prince y hasta Timbiriche; realmente de remembranza. A la tercer cerveza usualmente comienzo a marearme (tampoco soy de tomar) y aunque estoy convencido que no es necesaria la chela para entrar en ambiente, en algo ayuda. Y a cantar se ha dicho, a todo pulmón…especialmente cuando entró en vivo la banda y el cantante se aventó un mini popurrí que empezó con “Con todos menos conmigo”

Por un instante me di cuenta, mientras veía a mis amigos sonreír observándome, que mi mente divagaba hacía unos meses atrás, pero también me di cuenta, que en ese momento, estaba contento… moviendo cabeza, hombros y pies, permitiéndome lo que pocas veces: perder la compostura. A ratos mis amigos me veían como a un extraño. Río y sonrío como si todas mis tristezas se las hubiese llevado el viento y caí en la cuenta de que el Master Fili tiene razón nuevamente: los momentos de felicidad se los fabrica uno mismo y que este concepto no es un lugar al que se llega y me percato que en días recientes, a pesar de mis nostalgias, empiezo a cambiar voluntariamente el switch si veo que ando volando bajo. Es extraño, también sé que ese pequeño paso de cortar el hilo, es algo ya inminente. Sé que no habrá retorno, que no hay tal farsa y aunque ahorita esté titubeando como un bebé que no sabe que hacer con el dichoso hilo…es sólo cuestión (mínima) de tiempo.
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Y a otra cosa...

19 febrero 2007

A propósito de Guillermo del Toro: 'Blade II'


No cabe duda que dentro de lo más explotado del imaginario popular se encuentran las historias de vampiros. Se han hecho tantas versiones del Drácula de Bram Stoker como de ninguna otra criatura fantástica. Pero lo impresionante de esto es la respuesta del público que invariablemente asiste a verlas, así sean las peores películas que jamás se hayan realizado.

Grandes directores de cine le han rendido homenaje a este oscuro ser: Murnau, Herzog, Coppola y hasta el mexicano Fernando Méndez en los años 50; pero estas son las realizaciones serias que se han hecho, o por lo menos, que intentaban apegarse lo mejor posible al original de Stoker. Además, se han creado variaciones de esta historia que recogen, más que al personaje principal, las características esenciales de los vampiros, lográndose aceptables resultados como Entrevista con el Vampiro de Neil Jordan, Transilvania mi amor de John Landis, Los Muchachos Perdidos de Joel Schumacher o hasta Vampiros de John Carpenter; sin embargo, también se han hecho producciones muy convencionales y ejemplos sobran: Buffy la cazavampiros, Del Crepúsculo al Amanecer, la fallida La Reina de los Condenados y muchas más.

Blade es una de esas variaciones que cuenta con elementos para llamar nuestra atención. Marv Wolfman de Marvel Cómics, es el creador de este singular personaje: mitad hombre, mitad vampiro que tiene habilidades impresionantes para luchar y que utiliza afiladas armas y dagas especiales hechas de plata para exterminar vampiros. Como muchos sabrán, Eric Brooks –posteriormente llamado Blade- nació prácticamente huérfano al morir su madre en el momento del parto al haber sido mordida por un vampiro. Ella desconocía el don que le estaba heredando a su hijo: atributos de vampiro y cualidades de humano. Al conocer su historia, Brooks jura vengar a su madre y con la ayuda de un maestro y guía, se entrena en las artes para combatir vampiros.

La primera entrega cinematográfica de Blade fue dirigida en 1998 por Stephen Norrington y protagonizada por Wesley Snipes. Les confieso que esa cinta no me causó mayor impresión pues a pesar de contar con una buena ambientación, la adaptación que se hizo del cómic no fue la adecuada; aún así se convirtió en toda una sorpresa en taquilla por lo que era prácticamente obligada la realización de la secuela. El gran gancho para ver esta segunda entrega es indiscutiblemente el saber que hay dos mexicanos muy talentosos detrás de ella. El director Guillermo del Toro (Cronos, El espinazo del Diablo, El Laberinto del Fauno) secundado por el cinefotógrafo Gabriel Beristain. No es de extrañar la presencia de Del Toro en esta producción, hay pocas gentes en Hollywood que conocen el género del terror y que además, pueden llevarlo a niveles dignos.

La historia -que yo hubiese bautizado para publicidad con la frase 'Los vampiros tienen miedo'-, se centra en la aparición de una raza de vampiros nueva y superior (llamados aquí Reapers) que lo mismo ataca a humanos que a vampiros. Overlord Damaskinos (Thomas Kretschmann), el más grande enemigo de Blade, envía a su hija Nyssa (Leonor Varela) a intentar convencerlo para que se una en la lucha contra los Reapers, que ya forman una numerosa legión liderada por Jared Nomak (Luke Goss), un insaciable vampiro que debe ser detenido pues de lo contrario acabará exterminando a la raza humana.

Para enfrentarlos, Blade utiliza una serie de sofisticados artificios y poderosas armas de fuego además de la consabida destreza física que posee. Así, acompañado de sus recientes aliados, se lanza a la búsqueda de estos nuevos enemigos. Se vale comentar que no es necesario ver la primera parte para comprender esta nueva entrega, de hecho no hay mayores referencias o guiños a los seguidores del cómic por lo que es totalmente prescindible correr al videoclub a rentar la primera parte.

Y comienzan a surgir los clichés del género con resucitamientos ilógicos, alianzas que acaban en traiciones, la hermosa vampira que le mueve el tapete a Blade y demás convencionalismos. Un ejemplo de esto es el personaje de Abraham Whistler (Kris Kristofferson), el mentor de Blade que es traído de la primera película y con quien de plano dan explicaciones poco coherentes del cómo es que está aquí nuevamente siendo que en la primera fue ejecutado.

Por otra parte, es evidente que Wesley Snipes no necesita dar grandes muestras de dotes histriónicas para interpretar al cazavampiros, pero si impresiona su capacidad física para ejecutar las secuencias coreográficas de acción que están apoyadas naturalmente por efectos digitales que ayudan a darle más espectacularidad al asunto. Rostros familiares que hemos visto en otras cintas del director como el de Ron Perlman, a quien seguramente ubicarán por su trabajo en películas como Alien La Resurrección, Cronos o El nombre de la Rosa y la siguiente película de Guillermo del Toro Hellboy; caras nuevas como la de Leonor Varela, una guapa chilena que actuó en la serie de televisión Cleopatra (de Hallmark) y El Hombre de la Máscara de Hierro y que aquí personifica a Nyssa Damaskinos una bella vampira que por cierto, ejecuta una de las peleas mejor realizadas con Wesley Snipes.

Mientras se observa la cinta, es imposible no asimilarla como la versión 'vampiro' de Matrix, es decir secuencias espectaculares de enfrentamientos vertiginosos entre Blade y los vampiros, suceden una a otra con lo que la cinta se vuelve densa visualmente, pero vacía en trama. Y es que la mínima historia que la sustenta, no alcanza para sostener las casi 2 horas de duración y pareciera que había que suplir las deficiencias del guión con múltiples secuencias de acción.

Me gustó mucho el maquillaje logrado para los monstruos de esta cinta, los Reapers tenían un aspecto similar al alienígena de Depredador a la hora de encajar el colmillo, con cuerpos dotados con complejos mecanismos de supervivencia similares a los que poseían las criaturas de Alien. En general se aprecia un gran trabajo en el renglón de caracterización y maquillaje.

La música compuesta por Marco Beltrami es discreta, se limita a dar énfasis a los momentos de mayor suspenso y nada más. Beltrami ya habia trabajado con Del Toro en Mimic haciendo un trabajo superior y se extrañan los niveles alcanzados en otras bandas sonoras que ha compuesto para el género, basta recordar las realizadas para la trilogía de Scream o El Observador con Keanu Reeves, pero aquí pesan más las canciones de grupos como Groove Armada, Gorillaz, Ice Cube, Cypress Hill, Fatboy Slim o Massive Attack pues prácticamente todas las escenas de acción están reforzadas con ellas aunque al final, eso me provocó una sensación de ambigüedad similar a la que experimenté cuando vi la basura llamada Blair Witch II (¿como pude?), pues creo que el exceso de canciones no favorece en nada la asimilación de esas escenas.

Pero entonces, ¿qué aporta Del Toro a esta secuela?, probablemente su gran capacidad para lograr situaciones de terror y suspenso genuinos evitando utilizar –para esos momentos- artificios gratuitos, así como la belleza de algunas secuencias (como la del final que se me hizo visual y emocionalmente hermosa y que no contaré para beneplácito de aquellos que decidan verla) que no se lograron en la primera. Hay momentos de tensión que consiguen atemorizarnos y aunque de alguna manera la gran cantidad de secuencias de acción entorpecen la labor -artistica, digamos- del director, es casi en la parte final donde podemos apreciar su habilidad en el manejo del guión y su creciente dominio del género. Si la rentan, prepárense mentalmente para admirar acrobacias durante dos horas, disfrutar nuevamente el mito del vampiro que por sí sólo es fascinante, y corroborar que Guillermo del Toro ya puede manejar presupuestos elevados, aunque esta cinta diste mucho de ser su mejor película.


(Revisitando films a propósito del seguro triunfo de Del Toro en los Oscares con El Laberinto del Fauno)

15 febrero 2007

Mi contemplativa visión...cinematográfica


Hace algunos años, me di cuenta que soy un ser en extremo visual. Sí, mi mundo lo asimilo por los ojos. Hay personas que lo asimilan por la boca, con la palabra hablada; algunos más con el tacto: los que abrazan, los que dan la mano, la palmada en la espalda...

En mi caso, es muy notorio lo del asunto visual. Me gustan las fotografías, los logotipos, la publicidad. Si ando buscando una calle, preferiría ver un mapa a que alguien me dijera: “te vas todo derecho, doblas a la izquierda, a dos cuadras verás un edificio rosa, das vuelta en U y justo en la esquina, está el sitio…”, obviamente esta teoría la he reforzado con mi pasión por el cine; la imagen me dice mucho más que mil palabras aunque no por ello dejo de reconocer que los libros enriquecen la imaginación y que a veces la tecnología no puede plasmarla con la facilidad que una palabra si.

Siendo bastante chavo, me di cuenta que le ponía imagen a la música que escuchaba vía el walkman. Paseaba todo el tiempo con los audífonos pegados a la cabeza. Si escuchaba -por ejemplo- Call my Name de OMD, mis ojos comenzaban también a tener velocidad como si de una cámara cinematográfica se tratara y con un cambio de acorde mi vista se centraba en un nuevo punto de donde me encontrara y así sucesivamente. Ni se diga con Knowing the ropes de Michael Nyman (cito ejemplos), pues mientras viajaba en automóvil, mis movimientos oculares se trasladaban hacia enfrente, hacia el retrovisor, los edificios, hacia los árboles al lado, espejos laterales, hacia los autos que venían detrás, las llantas, vuelta hacia el movimiento que forman los cables de luz, el horizonte… siempre al compás de la música, lo que me generaba un deleite audiovisual verdaderamente orgásmico.



Fragmento de 'Trainspotting' - de fondo Think about the Way -Ice MC

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Darme cuenta de esto, me inyectó cierta esperanza de que podría ser director de cine (ahorita paso saliva sabiendo que la realización no es sólo situar la cámara sino dirigir actores gulp!, entre otras cosas), incluso casi al terminar Contaduría, saqué fuerza de voluntad y con gran convicción, me aventé al ruedo de presentar examen en el CUEC (Centro Universitario de Estudios Cinematográficos) de la UNAM y bueno, ante tal vivencia (400 aspirantes, 15 elegidos) los resultados están a la vista hoy día: reviso estados financieros de una empresa.

Pero esto no ha frustrado mi inquieta vista y hoy tuve el ejercicio más reciente. Venía muy tranquilo en el auto escuchando a Lisa Gerrard (si, la misma voz del melancólico y vastamente escuchado tema de GladiadorNow We Are Free-) y justo en el track 4 de su disco The Mirror Pool 'Sanvean', mi mirada comenzó a transformarse en visión de cámara de cine para centrarme en los seres que estaban a mi alrededor y como si fuese en cámara lenta, mi visión se detenía en las personas: las que cruzaban la calle, el policía que hacía un stop en su labor de coordinar el tráfico bajo el imposible sol para quitarse el sudor de la frente, un indigente buscando algo en el suelo, varias personas esperando el autobús impacientes…el visible aire caliente que brotaba del techo de los autos en una larga fila ayudaba a crear la ilusión de una visión compasiva, como retratando a los humanos acorralados irremediablemente en su propia jungla de asfalto… curiosamente una visión liberadora que más allá de cualquier cuestión sociológica en sí (que me puso a reflexionar) irremediablemente me hizo pensar: ‘Uy, si yo fuese director…’

Reconozco (con cierta molestia, jeje) que hay algunos tipos que me robaron la idea; uno de ellos se llama Ron Fricke con una secuencia en Baraka (momento musicalizado por Dead Can Dance, -video abajo- el tema The Host of Seraphim); el mismo Fricke con Godfrey Reggio con ejercicio similar en Koyaanisqatsi ó el cineasta inglés Danny Boyle con su Trainspotting, el momento fue musicalizado por Ice Mc y su Think About The Way (video arriba). Si quieren saber de que les hablo, cuando puedan visiten estos trabajos en DVD; les advierto que podrían terminar teniendo una 'visión cinematográfica' del mundo que les rodea; ejercicio muy recomendable y placentero.



Fragmento de 'Baraka' de fondo Dead Can Dance

12 febrero 2007

En sobremesa con: 'Apocalypto'


A Roger Cortés


Hace tiempo comentaba con un par de amigos que siempre que visitaba zonas arqueológicas, no podía imaginar como era un día en la vida de los antiguos moradores; por más que trataba de recrear el movimiento citadino, no alcanzaba a visualizar la grandiosidad de esas épocas y por mucho (o poco) que haya leído al respecto, siempre al estar en esos sitios, sobrevenía la inquietud: ¿Cómo lucían?, ¿cómo caminaban?, ¿qué rituales practicaban?, ¿cómo convivían?, ¡el sonido del idioma!. Y es que a lo largo de la historia del cine, este aspecto ha sido tratado realmente con poca profundidad o se ha centrado básica y principalmente en la caída de esos imperios con la llegada de los conquistadores y los ejemplos no son tantos: La Otra Conquista, 1998; Cabeza de Vaca, 1991; la audiovisualmente bella pero históricamente fallida 1492, La Conquista del Paraíso de Ridley Scott y la distante (para estos efectos) Aguirre, la ira de Dios de Werner Herzog, dejando de lado –naturalmente- la fumada trilogía mexicana de ‘La Momia Azteca’ que mas que posible documento, es una tomadura de pelo digna de filmópatas orthancnianos (sic). Así que enterarme que Mel Gibson vendría a poner sus ojos sobre la poderosa cultura maya, se antojaba como una bocanada de oxigeno para todos aquellos que soñábamos con ver recreado en pantalla un pasaje de la vida del México antiguo.

Gibson, ha venido construyéndose fama de buen director a raíz de Braveheart y La Pasión de Cristo, cintas que fueron bien tratadas por la crítica, ganadoras de premios y que además recibieron el favor del público abarrotando la taquilla. Pero mas allá de su faceta de realizador, la mirada que Gibson fabrica sobre estos pasajes, era realmente provocadora y esto es notorio especialmente con La Pasión de Cristo, que se convirtió en poco tiempo en una cinta polémica por sus excesivas (a ratos gratuitas) escenas de sangre que no hacían mas que incomodar a la mayoría de los espectadores, amén de aquellos que seguramente saliendo del cine se fueron directo a la iglesia a pedir perdón por todo lo que aquellos seres humanos –según la visión de Gibson- fueron capaces de hacerle a Cristo.

Así que cuando las primeras visiones sobre Apocalypto fueron publicadas no me sorprendió leer que el australiano volvía a sembrar la polémica ahora utilizando un relato a todas luces ficticio ubicado en el periodo maya, que además contaba –nuevamente- con sendas imágenes sangrientas, violencia extrema y a saber de los expertos, tergiversando un poco los elementos históricos en pos de hacer atractiva una sencilla historia de aventuras.

Y es que después de verla, llego a esa conclusión. Gibson hizo exactamente lo que Ridley Scott con su Gladiador, que ubicó la odisea de Russell Crowe (ficción de todos conocida) en el imperio romano, aportando sin duda elementos históricos –reales- de ese periodo, aderezándolo con el gran espectáculo, música fascinante y una imponente recreación visual de la época…pero con un personaje central totalmente ficticio, así como todo el drama que lo acompañaba.

Y en Apocalypto, Maximus tiene su equivalente en Zarpa de Jaguar (Rudy Youngblood) un joven maya que realiza la odisea de rescatar a su mujer e hijo de una muerte segura haciendo antes un doloroso y místico viaje a una imponente ciudad (que a ratos parece campo de concentración) a donde es llevado capturado para ser ofrecido en sacrificio a los sanguinarios dioses ante la escasez de agua y alimentos que se padece en la zona.

Y es esta sencilla premisa de lo más logrado de toda la cinta y es fácil asimilarlo si desde el inicio nos despojamos de la idea de que Apocalypto se trata de un documento histórico. Si bien es cierto que todo el recorrido de Zarpa de Jaguar está repleto de elementos místicos (algunos lo llamarían suerte), Gibson lo aprovecha para desplegar su cada vez más elaborada técnica visual y narrativa regodeándose con bellas imágenes de los paisajes del sureste de México, selvas inhóspitas, sangrienta acción y espléndida dirección de actores (la gran mayoría novatos y gente local) que parecen convertirse ya en el sello del realizador.

Aún con todos estos aciertos, hay errores de producción visibles incluso para el ojo no experto (es mi caso), esas pirámides por ejemplo, lucen acartonadas a pesar del trabajo fotográfico que realiza Dean Semler que en secuencias abiertas realiza una labor esplendorosa (la secuencia del eclipse es magistral). Y cosa extraña, a ratos sentí desigualdad en la calidad de algunas imágenes (como si se hubiesen filmado con dos cámaras distintas, una de mayor y otra de menor calidad), si el asunto era intencional, creo que el experimento falló y esto es en extremo notorio en la primera secuencia de la caza del jabalí.

Finalmente, me quedo con la sensación de que todavía no llega la película que recree fielmente esas épocas (que además tendría que estar musicalizada por Jorge Reyes); Apocalypto podría mínimamente funcionar como precedente pero se percibe inexacta (que si los mayas no se tatuaban, que si eran sanguinarios, etc) y confirmo que no era intención de Gibson que se le considerara película histórica (sin poner en duda toda la labor de investigación que seguramente hizo el equipo de producción), pero está claro que le encanta la polémica y sabe perfecto que eso deja billete y que calladito se ve mejor. En donde sí sobresale Apocalypto, es en el perfecto engrane de elementos que contiene para entretenernos con una bien construida aventura que no busca mayor fin que emocionarnos durante hora y media; bajo esta óptica el director y film salen bien librados.

09 febrero 2007

Las historias de amor no siempre terminan mal

Orgullo y Prejuicio de Joe Wright (2005)

Leyendo el libro “La Separación” de Daphne Rose Kingma (Edit. Lumen) me di cuenta que he visto demasiadas películas de amor; que traigo conceptos tan arraigados sobre este sentimiento que en definitiva pueden llegar a ser muy dañinos cuando ocurre un rompimiento. ‘Estaremos juntos para siempre’, ‘con tenerte he conseguido todo lo que deseaba en esta vida’, ‘hasta que la muerte nos separe’ y tantas otras lindezas (bonitas, ciertamente) que solemos decir y que se han ido enraizando en nuestra forma de pensar de generación en generación.

Y me preguntaba como es que hay parejas que duran tanto tiempo juntas. Al menos mis conocidos de edad avanzada continúan juntos (no así mis padres). Y decía esta autora que en épocas pasadas, uno de los principales motores de las uniones era buscar el bien común y que este principio regía incluso (a veces) por encima del sentimiento mismo del amor. Pasaban los años, llegaban los hijos, los criaban y cuando se daban cuenta, esa búsqueda material del bien común prácticamente se había conseguido, pero a esas alturas ya poco había que hacer y el permanecer juntos hasta el final, se daba por hecho, a la par de que, en esas épocas, el índice de vida era realmente bajo, con lo que efectivamente, lo que separaba a las parejas era la muerte de uno de ellos.

Pero hoy el cuento es otro. Al parecer las parejas nuevas son en su gran mayoría autosuficientes, en muy poco tiempo realmente se pueden hacer de un buen lugar para vivir, con lo que empieza a ‘sobrar’ tiempo para profundizar en el ‘yo’ interno y en tal sentido, damos rienda suelta a buscar la satisfacción de conceptos más elevados y es aquí donde comienzan a surgir los problemas porque nos volvemos demasiado críticos explorando las cualidades de nuestras parejas, tenemos tiempo para empezar a desear algo mejor, algo que llene expectativas que no han sido plenamente satisfechas y es toda una revelación saber que inconscientemente estamos ‘utilizando’ nuestras relaciones actuales para evolucionar nuestro ‘yo’ interno. Léase, una evolución psicológica, mental, de conducta y hasta profesional.


Amelie de Jean Pierre Jeunet (2001)

¿Vaya revelación eh? La escritora señala que gran parte de nuestra búsqueda de aquello que complete nuestro crecimiento, se debe a deficiencias o carencias que tuvimos en nuestra niñez principalmente, es decir y por ejemplo: si la madre no nos dio suficiente afecto, seguramente la pareja que busquemos para matrimoniarnos será una persona cariñosa y que esté al tanto de lo que nos ocurre. Entonces, ¿en que momento sobreviene la crisis? Pues nada, que al parecer cuando esta persona carente de amor considera (inconscientemente) que ha quedado satisfecho de cuidados y de amor casi maternal por su pareja, comienza a pensar en subsanar otras necesidades (profesionales, por ejemplo) y seguramente estas capacidades no las tenía la pareja en cuestión cuando empezó todo el romance (pues estaba mas ocupado tratando de que lo apapacharan) y ahora se da terrible cuenta de la realidad: su pareja no puede llenar este nuevo requerimiento y comienza la rutina y a bajar el interés y deseo y en consecuencia, a buscar quién si cubra esta nueva necesidad.

Todo esto entonces, conlleva a que en estas épocas lo realmente extraño es encontrar parejas que duren ‘toda la vida’ y al parecer hay que conscientizarse de que en nuestras vidas no tendremos una, sino varias parejas que habrán de ayudarnos a completar nuestra evolución. Pensar así (señala la autora), hará que nuestros rompimientos los llevemos a cabo con dignidad, elegancia y que no representen el trauma que usualmente significan y que nos deja literalmente destruídos.

La vida prometida de Olivier Dahan (2002)

Es claro que todos tenemos necesidades distintas por lo que después de leer esto, me preguntaba: ¿y en que momento entonces estaré mucho tiempo con alguien? Al parecer la respuesta es, encontrar a alguien que esté a la par que nosotros en nuestra evolución y vida en general (pá pronto, ya maduros y no necesariamente por edad) para que la relación esté en igualdad de condiciones y que la convivencia sea perdurable.

Estaba yo con todo este revoltijo de ideas en la cabeza, cuando una compañera de la oficina se me acercó mientras leía el libro (en un rato libre, ¡claro está!) y me dijo: '¿qué lee?'... le contesté: ‘una especie de explicación para no sufrir tanto en los rompimientos de pareja, este libro lo debí haber comprado hace algunos meses...’ A groso modo le expliqué de que trataba el libro y al final me dijo: ‘oiga pero y en todo esto, ¿donde queda el Amor?'

Entre el aturdimiento de la pregunta, sólo pude decir: ‘pues si, ¿verdad? que duro y que desencantante es pensar que intrínseco a ese concepto y sentimiento universal, está el utilizarnos para crecer' -concluí.

Ya solo en mi habitación, de plano tuve que pensar que todo el proceso de enamoramiento, es una especie de motor que nos empuja a hacer cosas. Sentir emociones, sentir que la sangre corre al ver a ese alguien especial y aunque en estos tiempos esos sentimientos puedan durar poco (aún echándole ganas, uno nunca sabe) finalmente es algo que nos hace sentir vivos y por ello, aunque vengan rompimientos posteriores, vale la pena experimentarlo.

Dear Frankie de Shona Auerbach (2004)

Asi que por aquellos que aún mantienen la flama del amor (o debí decir ‘que ya terminaron su evolución’) es que conservo la esperanza de que no siempre las historias de amor terminan mal.

07 febrero 2007

Michael Nyman en México



(A casi un año de su última visita)


Siempre he observado con mucha curiosidad, como los jóvenes gritan y casi se desmayan cuando ven a sus ídolos musicales en el escenario. Es sumamente interesante ver lo que una persona (porqué no decirlo) ‘común y corriente’, puede provocar en tantas otras a grados de lágrima o histeria colectiva. Pero mucho más curioso, es percatarse que aún siendo un observador distante de tal efecto en ‘las masas’ (sin intención despectiva), haya estado latente algo de ello en mi interior. Debo decir a mi favor (¿a quién engaño?, ¡por Dios!) que estas emociones desbordadas no suelen emerger continuamente pues mi ‘ídolo personal’ (el mortal al que yo he subido a un pedestal) casi no viene a México y bajo esta circunstancia me es mucho más fácil publicar que en mi, no aplican tales desfiguros.

Pero vino Michael Nyman a México y toda mi compostura se fue -felizmente- al carajo. Una semana antes de su presentación en el Teatro Metropolitan (como invitado de lujo al Festival Internacional de Cine Contemporáneo de la Ciudad de México –FICCO-), me puse a retomar los discos que he escuchado tantas veces, una y otra y otra vez casi a manera de consuelo pues pensaba seriamente que me era imposible asistir al evento. Para acabar de complicar la situación, vivo en una ciudad a 1800 km de distancia del Distrito Federal, que (dicho sea de paso) se convierte siempre en el centro de todo lo que huela a arte y cultura y obviamente en el escenario de todos los artistas de talla mundial que ‘vienen a México’ -rectifico- ¡no señor!, no vienen a México… ¡vienen al Distrito Federal!

Pero dejemos de lado esta molestia nacional; la duda de asistir al concierto me duró un día, moví influencias en la oficina, puse manos a la tarjeta de crédito y abusando de la buena fé de un amigo en el D.F. compré mi boleto de avión para efectuar el sorpresivo viaje. Mi cuate se aplicó consiguiéndome el mejor lugar que pudo en el citado teatro; todo el movimiento hecho, debo decirlo, guardando yo una compostura y seriedad que pocos pueden presumir.

Y es que… ¿cómo no habría de ir al concierto de Michael Nyman? El señor tiene más de 60 años y para variar casi no viene a México. La última vez que vino fue en 1997 y yo todavía era estudiante universitario; afortunadamente pude asistir a la Sala Nezahualcoyotl de la UNAM y esa ocasión me sirvió para corroborar las razones por las que había elevado a este simple mortal a la categoría de ídolo: el británico es uno de los mejores compositores de música que existen actualmente en el mundo y lo mejor es que suena exactamente igual en vivo que en sus discos.

Así las cosas y ya con el boleto en mano, de alguna forma entré al teatro pensando que Nyman no lo llenaría. Mi amigo me dijo previamente que ‘este tipo de música no tiene tantos adeptos’ y eso es algo que de alguna forma yo asimilo pues el sonido Michael Nyman no es algo que podamos catalogar propiamente de ‘comercial’ ó ‘popular’. Adicionalmente, su música es compuesta casi especialmente para el cine denominado ‘de arte’, por lo que el círculo de conocedores de su nombre y obra, podría ser todavía más reducido…al menos en México.



Pero ¡vaya sorpresa!... Personas de todas las edades, condición social y cultura, se dieron cita el 23 de febrero para presenciar EL concierto de The Michael Nyman Band y parte importante de lo que completó mi total asombro fue escuchar que este heterogéneo público, sostenía conversaciones respecto de ‘la actriz que salió en El Cocinero, el Ladrón su Esposa y su Amante’ y frases como ‘Nyman se hizo famoso a raíz de El Piano’. Debo confesar (con cierto egoismo ó vanidad) que escuché con escepticismo tales afirmaciones. Quería yo interrumpir esos diálogos en mero plan de hacerles ver –con falsa modestia- que se referían a Helen Mirren ó que ciertamente, Nyman trascendió a nivel mundial con la banda sonora que hizo para la película de Jane Campion, pero sus mejores trabajos los realizó para los films de Peter Greenaway. Me di cuenta de que mi capa de fan, empezaba a querer elevarse del suelo.

Pero me contuve…como también me contuve cuando escuché ‘tercera llamada, tercera…comenzamos’. No puedo mentirles, sentí un vuelco en el corazón, una actividad inusual del torrente sanguíneo mientras mis manos comenzaban a aplaudir como verdadera foca. De pronto, aparece LA banda: 14 músicos que se sentaron en sus respectivos lugares e instantes después, arribando tímidamente al escenario, Michael Nyman. ¡Dios!…ahí estaba quién me había hecho endeudarme con mi tarjeta de crédito, volar en avión y pagar el mejor lugar posible dentro del teatro. Nyman está físicamente igual que cuando lo ví por primera vez en la Sala Nezahualcóyotl –pensé.
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Para cuando empezaron los acordes en piano de la música que hizo para Wonderland (la de Michael Winterbottom), algo me indicaba que mis ojos no podrían retener la lágrima. ¡Cuánta emoción en fracción de minutos! Y siguió con música de The Claim (de Winterbottom de nuevo) como para ir calentando el ambiente. Ya cuando la banda interpretó los temas que hizo para las cintas de Peter Greenaway, aquello tomó otro nivel: Los libros de Próspero (Miranda es una maravilla), El Piano (con algunos temas interpretados con él al piano como The Heart Asks Pleasure First, solo en el escenario), el infaltable y obligado Memorial directamente de la banda sonora de El Cocinero, el Ladrón, su Esposa y su Amante provocando obviamente gran emoción en el público; las divertidas composiciones para El Contrato del Dibujante y la infaltable velocidad de las cuerdas en Knowing The Ropes extraído de Drowning by Numbers que literalmente provocó el rompimiento masivo de cuerdas en violines. Fueron en esencia, dos horas de energía pura, de recuerdos e imágenes cinematográficas que fluían con inmediatez en mi mente.

He de confesar con cierta decepción que cuando comenzaron los acordes de Memorial, esperaba ver –como en 1997- a Sarah Leonard (su soprano de cabecera) permanecer paciente en el escenario para que justo en el minuto 8 de esta magna composición entrar con su espléndida voz a completar el cuadro, pero no ocurrió. También anhelaba escuchar las notas del Stroking de Water Dances (sí, esa estupenda pieza utilizada en 'La Habitación del Hijo' de Nanni Moretti) y tampoco ocurrió; sin embargo ya cuando el público con sus aplausos provocó el regreso de Nyman por segunda ocasión al escenario, éste coronó la noche con una de mis grandes favoritas: la melancólica y emotiva Time Lapse de A Zed and Two Noughts (clip de video grabado clandestinamente por un servidor -abajo-).

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Mi inicial insatisfacción por no poder mover más las manos o golpetear el suelo con el zapato al ritmo de la velocidad que Nyman le imprime a sus temas fue controlada y finalmente suprimida. Tuve que concientizarme que estaba siendo espectador de un concierto de 'música de cámara' (si de colgarle una etiqueta se trata) y había que comportarse. Esta vez no cometí la locura de pararme de mi asiento y correr a darle la mano como en 1997 mientras era ovacionado por su público, esta vez fui más mesurado pero sentí que había hecho lo necesario como buen y discreto fan que soy: asistí a su concierto que se antojaba tarea imposible.
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Michael Nyman cumplirá 62 años el próximo 23 de marzo y sigue trabajando arduamente: hoy en México, mañana en Italia, después estrenando óperas o componiendo música para algún buen film; el señor es incansable. Ojalá no transcurran otros 9 años para volverlo a disfrutar, las baterías han sido recargadas y aunque no lloré ni me desmayé, mi voluntad en serio, estuvo a un paso de ceder.


¡Feliz cumpleaños Nyman!

06 febrero 2007

Mi amor en rojo: Lucía Méndez

A manera de prueba de meter videos de YouTube.Com en el blog, van dos videos de mi ídolo de juventud.



"Un poquito de Sabor" (Extraido del disco 'Luna Morena')




"Se acabó" (Tema de la telenovela 'Marielena')

04 febrero 2007

10 canciones que me definen


Hay canciones recurrentes en mi vida. Aquellas que escucho una y otra vez sin cansarme, que pueden modificar sustancialmente mi estado de ánimo, hay temas con los que he llorado, con los que he reído, los que me hacen sentir más enamorado, los que me ayudan a salir del hoyo (gracias Moenia), los que me hunden más (hola Preisner), los que me acompañan cuando hago un largo viaje, los que modifican mi personalidad, los que me embriagan con su contenida belleza, los que me hacen sentir (entre otras cosas) orgulloso de la tierra en que he nacido, los que me recuerdan mi fascinación por el CINE y los que definen mi estado de ánimo actual (bienvenidos a mi vida Covenant)...

Los 10 que aparecen listados (sin orden de preferencia), de una u otra forma, me definen. Hay muchos más, pero siendo extremadamente estricto, creo que la lista es bastante concreta y esencial.

1. Time Lapse - MICHAEL NYMAN
2. Labyrinth - ZBIGNIEW PREISNER
3. Aire Soy - MIGUEL BOSE
4. Wild is the Wind - NINA SIMONE
5. Rue Des Cascades - YANN TIERSEN
6. La Llorona - CHAVELA VARGAS
7. Piano Quartet in G Minor, Opus 25 - J. BRAHMS (Banda sonora de Monsieur Hire)
8. Ya no es así - MOENIA
9. Evenstar - ISABEL BAYRAKDARIAN (Banda sonora de El Señor de los Anillos)
10. Happy Man - COVENANT


¿Y el soundtrack de tu vida?

Me pasaron la bolita...

Visitando el blog Alias Cane, me encuentro con la sorpresita de que me nominaron para hacer este ejercicio a su vez tomado del (excelente TM) blog de Mario, van las reglas:

1. Coja el libro que tenga más cerquita.
2. Vaya a la página 123.
3. Váyase ahora a la quinta oración.
4. Copie las siguientes tres oraciones.
5. Publíquelas en su blog junto con el nombre del libro y el autor.
6. Ponga la cadena de tarea a otros tres cristianos.

Y pues con la pena, pero me encontré de veras a primera mano, este valiosísimo (sic) ejemplar que me fue obsequiado (supongo mi rostro denotaba insatisfacción jaja) así que ahí voy (gulp!):

“El pulgar y el índice se sitúan en la base de su pene dejando el glande al descubierto. Los dedos tiran con fuerza hacia abajo como si quisieran hundirlo...”



“Técnicas de masturbación para el hombre” de Mark Emme. (Ediciones Martínez Roca, 2000)

Sin más comentario al respecto, no he leído al 100% el libro y tampoco he llevado a la realidad las prácticas ahí señaladas :(

Y como no tengo muchos conocidos con blogs, nomino a Mario (que ya lo hizo), a Cane (que también lo hizo) y a Mariluz Barrera de En Voz Alta.

Cumplido he…

02 febrero 2007

Los guiños de Patrice Leconte

Patrice Leconte


Me encanta el cine de Patrice Leconte. Con el paso del tiempo, este director ha ido refinándose cada vez más y eso es notorio en sus últimos trabajos “El Hombre del Tren” e “Intimos Desconocidos”. Gusto de su filmografía porque es un director que, entre otras cosas, transmite el placer que siente él al ver a sus actores trabajando en sus cintas, los apapacha y consiente. Gusto de su cine porque quedé atrapado en sus redes cuando vi “El Marido de la Peluquera”, pero confirmé que era un gran director cuando vi, curiosamente, una obra anterior a ésta: “Monsieur Hire”. Es pues, un director en plena madurez profesional, que conoce los secretos para hacer atractivas sus historias, que sabe emocionar con los detalles que a otros ojos parecieran imperceptibles y que él explota con gran inteligencia y sensibilidad a través de su lente.

Contrario a la estética que maneja el cine comercial hollywoodense, Leconte presenta regularmente parejas “atípicas” en sus historias de amor. Esto puede resultar decepcionante para los espectadores que están acostumbrados a ver en pantalla a protagonistas de apariencia física perfecta ó que lucen casi como modelos de revistas. Este aspecto es por demás evidente y recuerdo haber escuchado alguna vez a alguien decir: “Oye, ¿por qué le pusieron a Jean Rochefort de galán a Anna Galiena en El Marido de la Peluquera?”; Rochefort de edad avanzada, tiene encuentros amorosos con la hermosa actriz italiana -en ese entonces casi desconocida- Anna Galiena (Jamón, Jamón de Bigas Luna).

Jean Rochefort y Anna Galiena en El Marido de la Peluquera


Y es que si damos un vistazo a protagónicos de sus films, basta recordar en tónica similar a la excelsa Sandrine Bonnaire y Michel Blanc en “Monsieur Hire”; Vanessa Paradis y Daniel Auteil en “La chica del Puente”, la misma Bonnaire y Fabrice Luchini en “Intimos Desconocidos” y claro, la mencionada dupla de Galiena y Rochefort en “El Marido de la Peluquera”. Con ellos no queda más que confirmar que la intención principal de Leconte al conjuntar tales extremos, es precisamente buscar un excelente desempeño actoral que evidentemente supla con creces cualquier intento de afinidad física (o fotográfica, según se vea) entre sus protagonistas.



Michel Blanc y Sandrine Bonnaire

Pero el gusto por el cine de Leconte no termina ahí. Es bien sabido que al ya legendario director francés, le gusta explorar diversos géneros, incluso ha mencionado que le divierten las críticas que sus coterráneos especialistas de cine le han hecho pues insisten en que el director no trata de apegarse al término “cine de autor” y así como hoy puede filmar su drama más sublime, mañana lo encontramos divirtiéndose realizando la más disparatada y fina comedia (Ridicule 1996)… eso también es válido y no implica definitivamente que vaya en detrimento su calidad como realizador, creo que al contrario, deja constancia de una versatilidad que pocos directores pueden presumir.

Fanny Ardant, Jean Roquefort y Leconte en Ridicule


Pero indudablemente son los melodramas los que mejor construye, el retrato de sensaciones, emociones y sentimientos. Sus prolongados close ups a rostros que expresan más que mil palabras y que provocan gozo y nervio cuando presenta situaciones tensas que amenazan una explosión en pantalla y que sin duda obligan a reincorporarnos en nuestro asiento. Es el Leconte que en definitiva más disfruto con momentos inolvidables dentro de su filmografía.

Es por ello que inolvidable está en mi memoria Sandrine Bonnaire enfrentando al vecino que la espía en “Monsieur Hire”. La mujer se aparece justo en las escaleras que terminan en la puerta del apartamento de Michel Blanc en un acto en el que pareciera decirle: "Aquí estoy..., ¿qué quieres de mi?"... Él permanece impávido mientras ella trata con delicadeza de reunir, en cuclillas, el contenido de su bolso arrojado al suelo intencionalmente, rozándole con femenina malicia al hombre el pantalón al tiempo que murmura: “disculpe”…¡emoción pura! Hoy escucho a Johaness Brahms y mi mente se remite al magnético ritual que ejecuta puntualmente Monsieur Hire cuando se percata de una luz que se enciende en el apartamento de enfrente. Una melodía de Brahms se escucha en su fonógrafo mientras observa, envuelto en sombras y con delirante obsesión, como su bella vecina comienza a desvestirse.



Michel Blanc es Monsieur Hire


Tensión, mucha tensión…casi como una película de suspenso. Ahora imaginen a la misma Bonnaire, casi 20 años después en una de las más recientes cintas de Leconte en un reencuentro con la estrella de su primer éxito comercial y de crítica y en la que el realizador pareciera querer brindar un homenaje a “Monsieur Hire” en “Intimos Desconocidos”. Es un deleite ver a la Bonnaire en la estación de tren a la que nunca llegó en "Monsieur Hire" y que en ese sitio sea ahora vigilada en secreto por su falso psiquiatra.

¿Y que tal Jean Rochefort cuando un peluquero le corta el cabello en "El Hombre del Tren" siendo este último el otrora Mr. Agopian, dueño de la peluquería en "El Marido de la Peluquera"?. Indudablemente son guiños de Leconte a los que han seguido fielmente su carrera como realizador.


Jean Rochefort es dirigido por Leconte en El Hombre del Tren


Y lo intangible se vuelve tangible. Podemos percibir el deleite del realizador dirigiendo a la Bonnaire cuando la actriz en una de las secuencias de "Intimos Desconocidos", toma el cigarrillo en su mano y lo lleva a la boca como las grandes divas del cine de antaño, mientras impresiona al asustadizo y tímido William Faber cuando le cuenta su inquietante vida sexual; papel interpretado convincentemente por Fabrice Luchini, su coprotagonista en el film…este es Leconte, sutil pero al mismo tiempo directo.



Sandrine Bonnaire fumando en Intimos Desconocidos


“Me gustan los nombres de mis cintas, parecen títulos de cuadros: La chica del Puente, El Hombre del Tren, El Marido de la Peluquera, El Perfume de Yvonne, La viuda de St. Pierre” ha declarado Leconte. Sus historias, a veces mínimas, las vuelve profundas por la sensibilidad que les imprime. Su atención parece centrarse especialmente en retratar la femineidad y sensualidad de sus actrices. ¿Cómo olvidar el travelling que realiza –de pies a cabeza- para descubrirnos a la sublime Anna Galiena en “El Marido de la Peluquera” mientras un embelesado Jean Rochefort la observa sentado en ese pequeño y cerrado universo de la peluquería? Ahora, vuelve a hacer lo mismo con Sandrine Bonnaire recostada en el diván en “Intimos Desconocidos” y antes con Sandra Majani en “El Perfume de Ivonne”



La bella peluquera Anna Galiena


Y pueden ser historias mínimas pero cuentan con diálogos excepcionales, como los que entreteje el guionista Claude Klotz en sus colaboraciones con Leconte en al menos tres de sus cintas y muy especialmente en “El Hombre del Tren” estrenada hace casi dos años y en donde Jean Rochefort sueña con ser el gángster aventurero encarnado por Johnny Hallyday mientras éste último sólo anhela la tranquilidad y la poesía que emana el viejo profesor de literatura personificado por un nostálgico Rochefort.


Johnny Hallyday y Jean Rochefort


Pero hay más con Leconte y es su extraordinaria sensibilidad para la música de sus películas. Hay incluso un disco especial llamado Le Cinema de Patrice Leconte que contiene los tracks más importantes de las bandas sonoras más representativas de su filmografía. Innegable es la excelente atmósfera lograda por el británico Michael Nyman en las posiblemente dos mejores cintas de este director: “El Marido de la Peluquera” y “Monsieur Hire”. Nyman le viene bien al cine de Leconte; su minimalismo es perfecto para enfatizar la emoción de una expresión, de una mirada…su música se funde para crear un momento inolvidable, como una imagen que se detiene en el tiempo. Lo anterior -¡claro!- sin denigrar el trabajo de Pascal Estéve, compositor recurrente de Leconte con trabajos notables en “El hombre del Tren”, “La Viuda de St. Pierre” y por supuesto en “Intimos Desconocidos”


¿Y qué decir de la magnífica dupla formada por Leconte y su cinefotógrafo de cabecera, el extraordinario Eduardo Serra? Un portugués que ha colaborado con el cineasta en al menos 7 de sus cintas, posiblemente las más importantes y cuyo trabajo muchos recordarán especialmente en la que para mi es su obra maestra en este rubro: “La Joven de la Perla” del cineasta Peter Webber. Serra es un verdadero mago de la luz, hay que ver los tonos naranja con los que bañó los sets de “El Marido de la Peluquera” o las tonalidades azules y grises de “El hombre del Tren”. Ahora vuelve a demostrar su capacidad ayudando a crear la atmósfera laberíntica y cerrada del edificio donde Anna (Bonnaire) se encuentra en secreto con su “terapeuta” en “Intimos Desconocidos”




La luz inundando el set de El Marido de la Peluquera

Busquen pues al menos estas dos últimas cintas que se consiguen fácilmente en DVD en México; con sólo ver "El Hombre del Tren" e "Intimos Desconocidos" les aseguro que les será fácil convertirse en “Lecontistas” pues disfrutarán apreciando el exquisito mundo creado por este cineasta francés y con el tiempo, seguramente podrán identificar todos sus guiños a lo largo de su filmografía… un verdadero placer.