19 febrero 2007

A propósito de Guillermo del Toro: 'Blade II'


No cabe duda que dentro de lo más explotado del imaginario popular se encuentran las historias de vampiros. Se han hecho tantas versiones del Drácula de Bram Stoker como de ninguna otra criatura fantástica. Pero lo impresionante de esto es la respuesta del público que invariablemente asiste a verlas, así sean las peores películas que jamás se hayan realizado.

Grandes directores de cine le han rendido homenaje a este oscuro ser: Murnau, Herzog, Coppola y hasta el mexicano Fernando Méndez en los años 50; pero estas son las realizaciones serias que se han hecho, o por lo menos, que intentaban apegarse lo mejor posible al original de Stoker. Además, se han creado variaciones de esta historia que recogen, más que al personaje principal, las características esenciales de los vampiros, lográndose aceptables resultados como Entrevista con el Vampiro de Neil Jordan, Transilvania mi amor de John Landis, Los Muchachos Perdidos de Joel Schumacher o hasta Vampiros de John Carpenter; sin embargo, también se han hecho producciones muy convencionales y ejemplos sobran: Buffy la cazavampiros, Del Crepúsculo al Amanecer, la fallida La Reina de los Condenados y muchas más.

Blade es una de esas variaciones que cuenta con elementos para llamar nuestra atención. Marv Wolfman de Marvel Cómics, es el creador de este singular personaje: mitad hombre, mitad vampiro que tiene habilidades impresionantes para luchar y que utiliza afiladas armas y dagas especiales hechas de plata para exterminar vampiros. Como muchos sabrán, Eric Brooks –posteriormente llamado Blade- nació prácticamente huérfano al morir su madre en el momento del parto al haber sido mordida por un vampiro. Ella desconocía el don que le estaba heredando a su hijo: atributos de vampiro y cualidades de humano. Al conocer su historia, Brooks jura vengar a su madre y con la ayuda de un maestro y guía, se entrena en las artes para combatir vampiros.

La primera entrega cinematográfica de Blade fue dirigida en 1998 por Stephen Norrington y protagonizada por Wesley Snipes. Les confieso que esa cinta no me causó mayor impresión pues a pesar de contar con una buena ambientación, la adaptación que se hizo del cómic no fue la adecuada; aún así se convirtió en toda una sorpresa en taquilla por lo que era prácticamente obligada la realización de la secuela. El gran gancho para ver esta segunda entrega es indiscutiblemente el saber que hay dos mexicanos muy talentosos detrás de ella. El director Guillermo del Toro (Cronos, El espinazo del Diablo, El Laberinto del Fauno) secundado por el cinefotógrafo Gabriel Beristain. No es de extrañar la presencia de Del Toro en esta producción, hay pocas gentes en Hollywood que conocen el género del terror y que además, pueden llevarlo a niveles dignos.

La historia -que yo hubiese bautizado para publicidad con la frase 'Los vampiros tienen miedo'-, se centra en la aparición de una raza de vampiros nueva y superior (llamados aquí Reapers) que lo mismo ataca a humanos que a vampiros. Overlord Damaskinos (Thomas Kretschmann), el más grande enemigo de Blade, envía a su hija Nyssa (Leonor Varela) a intentar convencerlo para que se una en la lucha contra los Reapers, que ya forman una numerosa legión liderada por Jared Nomak (Luke Goss), un insaciable vampiro que debe ser detenido pues de lo contrario acabará exterminando a la raza humana.

Para enfrentarlos, Blade utiliza una serie de sofisticados artificios y poderosas armas de fuego además de la consabida destreza física que posee. Así, acompañado de sus recientes aliados, se lanza a la búsqueda de estos nuevos enemigos. Se vale comentar que no es necesario ver la primera parte para comprender esta nueva entrega, de hecho no hay mayores referencias o guiños a los seguidores del cómic por lo que es totalmente prescindible correr al videoclub a rentar la primera parte.

Y comienzan a surgir los clichés del género con resucitamientos ilógicos, alianzas que acaban en traiciones, la hermosa vampira que le mueve el tapete a Blade y demás convencionalismos. Un ejemplo de esto es el personaje de Abraham Whistler (Kris Kristofferson), el mentor de Blade que es traído de la primera película y con quien de plano dan explicaciones poco coherentes del cómo es que está aquí nuevamente siendo que en la primera fue ejecutado.

Por otra parte, es evidente que Wesley Snipes no necesita dar grandes muestras de dotes histriónicas para interpretar al cazavampiros, pero si impresiona su capacidad física para ejecutar las secuencias coreográficas de acción que están apoyadas naturalmente por efectos digitales que ayudan a darle más espectacularidad al asunto. Rostros familiares que hemos visto en otras cintas del director como el de Ron Perlman, a quien seguramente ubicarán por su trabajo en películas como Alien La Resurrección, Cronos o El nombre de la Rosa y la siguiente película de Guillermo del Toro Hellboy; caras nuevas como la de Leonor Varela, una guapa chilena que actuó en la serie de televisión Cleopatra (de Hallmark) y El Hombre de la Máscara de Hierro y que aquí personifica a Nyssa Damaskinos una bella vampira que por cierto, ejecuta una de las peleas mejor realizadas con Wesley Snipes.

Mientras se observa la cinta, es imposible no asimilarla como la versión 'vampiro' de Matrix, es decir secuencias espectaculares de enfrentamientos vertiginosos entre Blade y los vampiros, suceden una a otra con lo que la cinta se vuelve densa visualmente, pero vacía en trama. Y es que la mínima historia que la sustenta, no alcanza para sostener las casi 2 horas de duración y pareciera que había que suplir las deficiencias del guión con múltiples secuencias de acción.

Me gustó mucho el maquillaje logrado para los monstruos de esta cinta, los Reapers tenían un aspecto similar al alienígena de Depredador a la hora de encajar el colmillo, con cuerpos dotados con complejos mecanismos de supervivencia similares a los que poseían las criaturas de Alien. En general se aprecia un gran trabajo en el renglón de caracterización y maquillaje.

La música compuesta por Marco Beltrami es discreta, se limita a dar énfasis a los momentos de mayor suspenso y nada más. Beltrami ya habia trabajado con Del Toro en Mimic haciendo un trabajo superior y se extrañan los niveles alcanzados en otras bandas sonoras que ha compuesto para el género, basta recordar las realizadas para la trilogía de Scream o El Observador con Keanu Reeves, pero aquí pesan más las canciones de grupos como Groove Armada, Gorillaz, Ice Cube, Cypress Hill, Fatboy Slim o Massive Attack pues prácticamente todas las escenas de acción están reforzadas con ellas aunque al final, eso me provocó una sensación de ambigüedad similar a la que experimenté cuando vi la basura llamada Blair Witch II (¿como pude?), pues creo que el exceso de canciones no favorece en nada la asimilación de esas escenas.

Pero entonces, ¿qué aporta Del Toro a esta secuela?, probablemente su gran capacidad para lograr situaciones de terror y suspenso genuinos evitando utilizar –para esos momentos- artificios gratuitos, así como la belleza de algunas secuencias (como la del final que se me hizo visual y emocionalmente hermosa y que no contaré para beneplácito de aquellos que decidan verla) que no se lograron en la primera. Hay momentos de tensión que consiguen atemorizarnos y aunque de alguna manera la gran cantidad de secuencias de acción entorpecen la labor -artistica, digamos- del director, es casi en la parte final donde podemos apreciar su habilidad en el manejo del guión y su creciente dominio del género. Si la rentan, prepárense mentalmente para admirar acrobacias durante dos horas, disfrutar nuevamente el mito del vampiro que por sí sólo es fascinante, y corroborar que Guillermo del Toro ya puede manejar presupuestos elevados, aunque esta cinta diste mucho de ser su mejor película.


(Revisitando films a propósito del seguro triunfo de Del Toro en los Oscares con El Laberinto del Fauno)

1 comentario:

Anónimo dijo...

bien pero ay un detalle blade 2 salio antes ke matrix osea seria mas adecuado decir ke matrix tiene escenas bladeanas