El texto que les presento, salió
publicado hace un par de años en el periódico en linea "Diario de Yucatán" cuando recién se
estrenaba "Inception" (aka. El Origen) de Christopher Nolan. Me gustó mucho lo
que leí sobre esa obra porque personalmente coincidí con el autor: "Inception" no
me gustó por muy deslumbrante que fuese el ejercicio visual y hubiesen multitudes diciendo que se trataba de una obra maestra (ejercicio muy común y ligero en estos días).
Recientemente vi 'Batman, El
Caballero de la Noche Asciende' y concluí que Christopher Nolan adolece
del mismo problema que con "Inception": Mucha parafernalia, monumental maquinaria
que complacerá más a los fans del comic que a cinéfilos que busquen sustancia
o alma en este tipo de cine.
No me malinterpreten: Nolan crea momentos deslumbrantes y sostengo que de los directores actuales, es el único que puede manejar presupuestos de esta envergadura y apreciar el dinero en pantalla; simplemente en lo personal prefiero al Nolan de 'Following' o 'Memento'...ese que aparentemente (espero equivocarme), no volverá.
No me malinterpreten: Nolan crea momentos deslumbrantes y sostengo que de los directores actuales, es el único que puede manejar presupuestos de esta envergadura y apreciar el dinero en pantalla; simplemente en lo personal prefiero al Nolan de 'Following' o 'Memento'...ese que aparentemente (espero equivocarme), no volverá.
Sea pues.
“El origen”, clamoroso vacío filosófico
La pifia
oculta tras la gran perfección narrativa de Nolan
MADRID (EFE).— Reinando todavía en la taquilla estadounidense y sonando
ya las campanas de Oscar, “El origen” (Inception) es un nuevo mecanismo de
precisión creado por Christopher Nolan que, pese al apoyo de Leonardo DiCaprio
y Marion Cotillard, oculta tras su perfección narrativa un clamoroso vacío
filosófico.
Después de arrasar en todo el mundo con “El caballero de la noche” barnizando a los héroes de cómic de tragedia shakespeariana, el realizador británico Christopher Nolan ha querido rizar con su nueva entrega un rizo que ya comenzó con “Amnesia”.
Fundiendo la acción con una suerte de excursión espeleológica por la mente humana, la película propone un sugerente planteamiento: la posibilidad de que, mediante el psicoanálisis, se pueda, no descubrir, sino alterar la verdad de una persona.
Hitchcock demostró que Freud y cine podían funcionar. “Matrix” sugirió con convicción y rentabilidad que la realidad no es el mundo en que vivimos. Pero Nolan quiere dar un paso más allá y acaba devorado por su impúdica ambición de hacer una obra maestra.
En tiempos del cine en tres dimensiones, “El origen” busca hasta cuatro niveles narrativos que, esos sí, quedan empastados en una espectacular pirueta de guión llegado el momento del desenlace.
Para aquellos que no sufren si la forma suplanta al fondo, “El origen” será un filme irreprochable. Pero los que necesiten un alma que rellene la estructura, descubrirán que la pirotecnia no ha sido capaz de insuflarle vida a tan sofisticado alambique.
El conflicto dramático del protagonista, encarnado por Leonardo DiCaprio y tentado por un subconsciente en el que todavía existe aquello que perdió, reclamaba un aliento poético más sutil y, aunque el guión se basa en horadar los personajes, lo cierto es que sólo consigue dar algunos rasguños en su superficie.
En consecuencia, la intensidad de las interpretaciones del otrora ídolo juvenil y de la oscarizada Marion está por encima del enganche real de sus personajes. Y el resto —Ken Watanabe, Joseph Gordon-Levitt, Ellen Page, Cillian Murphy y Michael Caine— son sólo esbozos al servicio de escenas apabullantes pero sin emoción.
Y es que ni siquiera el baile de escenarios oníricos, siendo precisamente un sueño para cualquier director artístico, acaban de distinguir la diferencia entre elegancia y ostentación.
Por tanto, “El origen”, pese a sus dos horas y media infatigables y sin duda entretenidas, puede crear incomodidad en el espectador debido a que el tono de importancia que la película se da a sí misma choca violentamente con la resolución más bien simplona que subyace bajo el brillante juego de espejos.
Después de arrasar en todo el mundo con “El caballero de la noche” barnizando a los héroes de cómic de tragedia shakespeariana, el realizador británico Christopher Nolan ha querido rizar con su nueva entrega un rizo que ya comenzó con “Amnesia”.
Fundiendo la acción con una suerte de excursión espeleológica por la mente humana, la película propone un sugerente planteamiento: la posibilidad de que, mediante el psicoanálisis, se pueda, no descubrir, sino alterar la verdad de una persona.
Hitchcock demostró que Freud y cine podían funcionar. “Matrix” sugirió con convicción y rentabilidad que la realidad no es el mundo en que vivimos. Pero Nolan quiere dar un paso más allá y acaba devorado por su impúdica ambición de hacer una obra maestra.
En tiempos del cine en tres dimensiones, “El origen” busca hasta cuatro niveles narrativos que, esos sí, quedan empastados en una espectacular pirueta de guión llegado el momento del desenlace.
Para aquellos que no sufren si la forma suplanta al fondo, “El origen” será un filme irreprochable. Pero los que necesiten un alma que rellene la estructura, descubrirán que la pirotecnia no ha sido capaz de insuflarle vida a tan sofisticado alambique.
El conflicto dramático del protagonista, encarnado por Leonardo DiCaprio y tentado por un subconsciente en el que todavía existe aquello que perdió, reclamaba un aliento poético más sutil y, aunque el guión se basa en horadar los personajes, lo cierto es que sólo consigue dar algunos rasguños en su superficie.
En consecuencia, la intensidad de las interpretaciones del otrora ídolo juvenil y de la oscarizada Marion está por encima del enganche real de sus personajes. Y el resto —Ken Watanabe, Joseph Gordon-Levitt, Ellen Page, Cillian Murphy y Michael Caine— son sólo esbozos al servicio de escenas apabullantes pero sin emoción.
Y es que ni siquiera el baile de escenarios oníricos, siendo precisamente un sueño para cualquier director artístico, acaban de distinguir la diferencia entre elegancia y ostentación.
Por tanto, “El origen”, pese a sus dos horas y media infatigables y sin duda entretenidas, puede crear incomodidad en el espectador debido a que el tono de importancia que la película se da a sí misma choca violentamente con la resolución más bien simplona que subyace bajo el brillante juego de espejos.