30 marzo 2010

'Te doy mis Ojos' de Icíar Bollaín


A Nancy, ella sabe por qué.

Hay ciertos temas a los que siempre rehuyo en el Cine, tal vez bajo la nada oculta intención de no sufrir con situaciones que seguramente veo de forma repetida en las noticias o incluso entre mis allegados. Situaciones en las que la realidad supera a la ficción, sin duda. Y uno de los temas que particularmente rehuyo es ver el maltrato hacia los indefensos, sean niños o mujeres.
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Es el caso de 'Te doy mis ojos', película española de 2003 dirigida con rigor pero también con sensibilidad por Icíar Bollaín, una directora y actriz que traía un par de largometrajes bajo el brazo (actualmente dirige a Gael García Bernal en su nuevo film) pero siendo sin duda éste el que la dio a conocer internacionalmente. La premisa, sencilla en su anécdota pero con tratamiento interesante trata sobre Pilar, una mujer que una noche decide abandonar con su hijo, a su esposo Antonio. No sabemos los motivos, pero algo anda mal donde decide irse sin revisar siquiera el calzado que lleva puesto. Pilar acude al apoyo de su hermana, una restauradora de arte próxima a casarse que la recibe inquieta, pues desconoce lo que ocurre. La causa es develada posteriormente: Antonio es violento y tiene a Pilar atrapada en una especie de montaña rusa de celos, deseo, golpes y dependencia.
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El mosaico de situaciones está servido y uno pensaría que todo el asunto tiene tintes casi didácticos pues aparecen todas las aristas que uno desearía tener para estudiar una conducta así: por un lado, el enojo de la hermana que no tolera ver el maltrato que sufre Pilar; en otro el pequeño, que empieza a generar miedo ante su padre al verlo estallar en esas crisis; la madre de Pilar como presencia de las costumbres y tradiciones ‘la mujer tiene que estar siempre al lado del esposo’ etc.; en otra arista, toda la preparación de una boda que nos recuerda lo bonito que puede ser el inicio de una vida en pareja; por supuesto Antonio, que ha empezado a buscar ayuda asistiendo a terapia grupal entendiendo lentamente el daño que provoca y por último, la parte más afectada: Pilar misma, padeciendo el terror que le infunde su esposo cuando la violencia se apodera de él. Especial atención a ella, a Pilar pues no carece de culpa en la maraña (si de buscar culpables se tratara), su actitud es la de una mujer que parece no quererse a sí misma, aunque su miedo no le permite percatarse de ello.
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Hay que tener capacidad narrativa para lograr que lo planteado, no nos suene a lección moralina y Bollaín lo logra de forma sobresaliente. Me gusta mucho la forma en que la directora aborda el tema, consigue proyectarle vitalidad y fuerza sin trampas ni sentimentalismos baratos. En este tenor se agradece que la tonalidad del film no sea explícita gráficamente y que el punto medular de la cinta sea que estamos asistiendo a un periodo de reconstrucción en la relación de este par, no a una fotografía prolongada de la crisis; sin embargo, con un par de secuencias clave lo suficientemente poderosas podemos entender el problema en toda su magnitud sin recurrir al flashback: la co-dependencia, la baja autoestima y la violencia como ejes de toda la narración y en el centro, la labor actoral de una exquisita Laia Marull (tiene años que no veía una actuación tan plena de matices, tan vívida y real) como Pilar y de Luis Tosar (brillante como el frustrado e inseguro esposo) como contraparte. No está de más repetirlo: el trabajo de Laia excede cualquier expectativa, ver sus ojos, el terror que expresa con su cuerpo y manos, deja afectado a cualquiera.
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Ahí está ‘Te doy mis Ojos’ para concederle la oportunidad de ser vista, al menos (y sin querer caer en lección moralina), para recordarnos las trampas del amor o como mencioné alguna vez, los falsos rostros de él.
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08 marzo 2010

‘La Dulce Vida’ de Mike Leigh


Llevo muchas horas pensando en Happy-Go-Lucky de Mike Leigh. No dejo de pensar, con cierta ironía y gracia que cuando empecé a verla, sentí que me habían timado y que la cosa no era para tanto. Y es que ‘La Dulce Vida’ (el título en español) empieza sencillita, sencillita. Uno no se percata de la fuerza del mensaje, simplemente te dedicas a ver las correrías de la protagonista, Poppy (una deslumbrante Sally Hawkins) una maestra de primaria que tiene una peculiar forma de comportarse y que nada parece hacerla enojar encontrando motivo de risa hasta en el robo de su bicicleta. Su desparpajo o relajamiento es tal que uno termina a ratos confundido con esa personalidad y no sabes si detestarla o quererla, pues su conducta se sale de todo lo normal, pareciendo a veces que la cordura no es precisamente una de sus cualidades.
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Es obvio que a su edad (30 años), le han sucedido cosas que pudieran haber minado su forma de ser. El film de hecho parece un extracto de su vida, un periodo corto que se nos muestra en donde vemos que la gente a su alrededor tiene problemas, que tiene actitudes que a nosotros ‘los mortales’ nos son cotidianas. Soltera y sin prospecto en puerta, con un empleo ‘modesto’ y con dinero que seguramente no sobra, Puppy pudiese tener razones suficientes como para guardar una actitud tal vez menos optimista de la vida, pero es todo lo contrario.
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Su vida transcurre entre los niños de la escuela y sus idas a los bares (la borrachera inicial es de antología), las conversaciones con Zoe -su rommie- y sus clases -hilarantes- de flamenco; pero será en sus lecciones de manejo y con su instructor (un amargado que parece no soportar ni su trabajo) con quién se pondrá a prueba toda su personalidad y actitud ante la vida.
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Así es Happy-Go-Lucky, se te va metiendo poco a poco y te vas dando cuenta que a pesar de su apariencia, es una cinta profunda. No hay nada más placentero y gratificante que adivinar las respuestas de un personaje como el de ella. Y no es adivinar como quién sabe lo ‘predecible’ de un cliché. Se trata de haber entendido la psicología con la que fue bordado un personaje, entenderlo y conocerlo. Sally Hawkins hace crecer a Poppy sutilmente y ese crecimiento es tal que conforme avanza el metraje uno puede prácticamente ver a esta chica más bella que al inicio; belleza -en todos sentidos- que por supuesto rinde sus frutos para beneplácito de los que también desean acabar con sensación agradable al ver un film de esta naturaleza.
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Poppy elige ser feliz y percatarnos de ello crea el momento más iluminador de la película de Leigh y el que me tiene todavía pensando, como autómata, sobre la facilidad de lograrlo aunque los vientos soplen en contra y existan personas que simplemente no te quieran ver así.
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01 marzo 2010

'Euforia' de Iván Vyrypaev


De inicio tuve que poner 'pausa'. Me incorporé en mi cama y prendí la computadora casi al filo de la medianoche porque sentí que las ideas se me iban a escapar si no las plasmaba con rapidez. Apenas el minuto 24 y me siento extasiado por lo que he visto. Se trata de EUFORIA, del director ruso Iván Vyrypaev. Jamás había oído hablar de ella; la encontré en un estante de la conocida tienda de discos con logo metálico y me llamó la atención por el póster que la ilustra. Un par de rostros casi fantasmales tendidos en la arena -con rictus de placer culpable- y un poco de investigación en la red, hicieron el resto.

De primera impresión, la banda sonora consigue darle un aire peculiar al film. Tomas aéreas que quitan el aliento y que el director utiliza magistralmente para marcar tiempos con fundidos contínuos que consiguen proyectar una atmósfera de locura en una estepa siberiana que parece no tener fin. Caminos bifurcados con una cámara panorámica que avanza frenética hacia la nada pero que en su inesperado regreso nos planta en escena a los pocos personajes que pueblan la historia de una forma por demás original.
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¿Cómo luchar contra esa euforia que produce el enamoramiento? la euforia que supone además una mujer prohibida y es que los protagonistas no saben que hacer con la emoción desconocida que los embarga. Apenas es posible escuchar frases sueltas que intentan darnos idea de lo que ocurre a este par de inexpertos amorosos con preguntas como "¿por qué me miraste aquella noche?" sin que existan respuestas contundentes, mostrando un fundido que mas tarde, ambos se consumen en silencio. ¿Qué hacer cuando la euforia te ciega dejando en segundo plano todo lo que eras y hacías?
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Un ambiente enrarecido: una desconocida sentada al borde del camino con rostro de satisfacción por su reciente dosis sexual con un hombre infiel; el sonido de las moscas y un perro que destroza los dedos de una niña, son sólo las viñetas que parecen danzar alrededor de los enamorados enloqueciendo la espera de un tiempo que se antoja lento y que está enmarcado por atardeceres rojizos como preámbulo de alguna tragedia que se anuncia ocurrirá.
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Ese cine ruso, lleno de simbolismos que recuerda fácilmente algunas obras de Tarkovski; a ratos percibimos el ensamblado teatral del que no puede abstraerse pareciendo éste el punto más débil del film que sin embargo logra salir avante por la belleza visual que se plasma en cada fotograma y por la fuerza de la narrativa elegida por Vyrypaev: gran economía de diálogos pero con un tratamiento de la imagen que nada le pide a las palabras para lograr transmitir los tormentosos sentimientos que anidan en los personajes principales.
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Para los que quieran un referente de la poesía visual que podrían encontrar, tal vez les sugeriría remitirse a lo logrado por Carlos Reygadas en ‘Luz Silenciosa’, verán algo de la tragedia que permea a ‘Elvira Madigan’ (film sueco de Bo Widerberg con el que ‘Euforia’ guarda más puntos de contacto de los que uno esperaría) o mejor aún, un cierto aire de la atmósfera lograda por el también ruso Elem Klimov con su ‘Ven y Mira’, proporciones y temáticas debidamente guardadas.
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'Euforia' es una extraña alegoría de esos viejos conocidos Romeo y Julieta con una nota musical inquietante y que provee al film de personalidad y atmósfera generando que el interés nunca se pierda. A ratos sorprende la rigurosidad técnica del novel director aunque hacia al final subyace la conocida sensación de que el ejercicio podría haber sido más profundo de lo que resultó; aún con ello el film es conmovedor y de manufactura notable; hay que verlo.
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