Lauren Ambrose (Claire) en Six Feet Under
Por eso pienso que ser adulto no es fácil. Hay una preocupación latente, primaria (si se quiere ver así) de la alimentación, la vivienda, el sustento. Ganar dinero que pueda subsanar esto, día a día…por el resto de nuestras vidas y sin depender de nadie más que de tu voluntad y ánimo de trabajar.
Ser adulto no es pues lo que se dice fácil. Sostener un compromiso de pago durante 25 años de una casa, sacrificar viajes, diversión y lujos por invertir lo poco que queda disponible en hacerle arreglos que nunca cesan a un espacio que siempre tiene algo que queremos modificar, como si fuésemos a vivir eternamente en él. Trámites que antes no efectuabas, firmar convenios de pago ó contratos de compraventa de inmuebles, conseguir avales y manejarte responsablemente en todos tus compromisos monetarios; todo esto suena a “cosas de adultos”
Es difícil ser adulto, ver que la vida pasa, que los años se quedan, que tu cuerpo se deteriora, que ahora por más ejercicio que haces tu metabolismo es distinto, los kilos no bajan tan fácilmente, el cabello se torna gris ó en el peor de los casos se cae y esas líneas que aparecen en tu rostro y que antes no estaban; y también…voltear y verte al espejo pensando que las enfermedades empezarán a hacer acto de presencia, preocupación de si algo se tornará crónico, de si algo nos será transmitido sin darnos cuenta.
Ser adulto no es fácil. En mi caso, es buscar a la persona con la que quiero estar. Aplicarme en los sitios idóneos, voltear a verla, entrar en contacto y hacer labor de conquista (ó dejarme conquistar). Si el milagro ocurre, llevar a cabo el compromiso de fidelidad, de convivencia sana, de dar atención y cariño siempre y en el mejor de los ánimos (además de responder sexualmente siempre que se requiera).
Pero antes de esto es hacer frente a que no eres más un jovencito y que ahora debes manejarte en ‘otras ligas’ con personas más afines a tu edad, madurez, situación económica e intelecto. Es la etapa de la posible añoranza: ¡Cuánta gente nueva, cuerpos perfectos, rostros jóvenes que despliegan alegría, despreocupación e incluso irresponsabilidad!
(Y también, la etapa en la que empezarás a dejar de ver a personas queridas)
Siendo adulto hay que buscar desesperada y ansiosamente el tiempo para cultivar las amistades, convivir con ellas y también entrar -con otras personas- a posibles juegos de adultos, en donde el sexo es papel importante y todos tus demás valores quedan ocultos ó son irrelevantes, al menos temporalmente.
Esto de ser adulto no es fácil. Con el paso del tiempo, aquellas cosas que te aplaudían en tu juventud o niñez, sonaban a proezas logradas buscando de alguna forma la complacencia de los seres queridos. Terminar estudios, la Universidad, ganar algún concurso de conocimientos, obtener diplomas de aprovechamiento, etc. Hoy veo las cosas de otra forma, ya no es algo que busque para reconocimiento de los demás sino ‘algo’ que impera en mi mente como una penitencia: “hay que hacer lo que hay que hacer”. Obligación de vida, pues.
Por eso pienso que ser adulto no es fácil. Hay una preocupación latente, primaria (si se quiere ver así) de la alimentación, la vivienda, el sustento. Ganar dinero que pueda subsanar esto, día a día…por el resto de nuestras vidas y sin depender de nadie más que de tu voluntad y ánimo de trabajar.
Ser adulto no es pues lo que se dice fácil. Sostener un compromiso de pago durante 25 años de una casa, sacrificar viajes, diversión y lujos por invertir lo poco que queda disponible en hacerle arreglos que nunca cesan a un espacio que siempre tiene algo que queremos modificar, como si fuésemos a vivir eternamente en él. Trámites que antes no efectuabas, firmar convenios de pago ó contratos de compraventa de inmuebles, conseguir avales y manejarte responsablemente en todos tus compromisos monetarios; todo esto suena a “cosas de adultos”
Es difícil ser adulto, ver que la vida pasa, que los años se quedan, que tu cuerpo se deteriora, que ahora por más ejercicio que haces tu metabolismo es distinto, los kilos no bajan tan fácilmente, el cabello se torna gris ó en el peor de los casos se cae y esas líneas que aparecen en tu rostro y que antes no estaban; y también…voltear y verte al espejo pensando que las enfermedades empezarán a hacer acto de presencia, preocupación de si algo se tornará crónico, de si algo nos será transmitido sin darnos cuenta.
Ser adulto no es fácil. En mi caso, es buscar a la persona con la que quiero estar. Aplicarme en los sitios idóneos, voltear a verla, entrar en contacto y hacer labor de conquista (ó dejarme conquistar). Si el milagro ocurre, llevar a cabo el compromiso de fidelidad, de convivencia sana, de dar atención y cariño siempre y en el mejor de los ánimos (además de responder sexualmente siempre que se requiera).
Pero antes de esto es hacer frente a que no eres más un jovencito y que ahora debes manejarte en ‘otras ligas’ con personas más afines a tu edad, madurez, situación económica e intelecto. Es la etapa de la posible añoranza: ¡Cuánta gente nueva, cuerpos perfectos, rostros jóvenes que despliegan alegría, despreocupación e incluso irresponsabilidad!
(Y también, la etapa en la que empezarás a dejar de ver a personas queridas)
Siendo adulto hay que buscar desesperada y ansiosamente el tiempo para cultivar las amistades, convivir con ellas y también entrar -con otras personas- a posibles juegos de adultos, en donde el sexo es papel importante y todos tus demás valores quedan ocultos ó son irrelevantes, al menos temporalmente.
Ser adulto no es fácil y asumirse como tal se antoja un proceso al que uno no quiere entrar, siempre bordeándolo, esquivándolo…añorando la juventud que pareciera despedirse y entrar en pánico por una soledad que se vislumbra así (ídem): solitaria. Pero los que estamos en esa línea sabemos que tenemos que hacerlo, asumir la adultez en toda su magnitud. Falta la voluntad y la decisión y yo estoy por tomarla.
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