18 junio 2008

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Hoy el Ipod pareció confabularse. A diferencia de otros días, en los que elijo canciones aleatoriamente, termina seleccionándome cosas que no son de mi agrado. Pero hoy no es así. Son las 7.30 am y estoy regresando de correr. Así, en el auto empiezan a desfilar canciones con características similares: Coldplay con Viva la Vida, Non Je Ne Regrette Rien con la Piaf, Forca con Nelly Furtado, Star of the Sea de Nyman y Moby con In My Heart. En la distancia, un sol extrañamente naranja comienza a aparecer. Sonrío. Tímidamente mi ánimo comienza a elevarse. Carajo! hoy cumplo 36 años y todo parece coincidir para alegrarme el día. Llego a casa y busco un regalo que me dieron anticipadamente: una playera y la trilogía más famosa de Kieslowski yacen sobre mi cama. Reviso el celular y sí, hay dos mensajes de amigos esperando. Me preparo un sandwich y con la música puesta, no escucho que en mi celular alguien dejó mensaje de voz. Era mi jefe para felicitarme. Mi madre hace lo propio, una maestra que tuve en mi infancia me llama desde Oaxaca. Un mensaje más en el cel de un número del DF que no reconozco, aunque supongo es de mi amigo Felipe. Total, la fiesta ya también la traigo en la cabeza, irremediablemente.

Ayer precisamente pensé mucho en ustedes, seres que estimo que vienen y leen las tonterías que se me ocurren. Pensé en el poco tiempo disponible, en cómo ha cambiado mi vida de un par de meses para acá y que el blog especialmente ha resentido con la ausencia de letras; así que quisiera ponerlos al tanto de lo que ocurre, si ustedes me lo permiten.

El paso más importante es que finalmente llegó la Maestría. Sí, me siento como niño con juguete nuevo metido en un aula otra vez. Comienza a desempolvarse mi cerebro, conocer personas, incrementar vivencias y conocimientos. Han pasado 10 años desde que estuve metido en un salón de clases y esto para mi se convierte en verdadero deleite. Y claro, estudios así traen nuevas preocupaciones pero, vamos! no son las mismas de antes que me mantenían en un círculo vicioso, son nuevas preocupaciones: que si estudiar, que si la tarea, que si el exámen, que el tiempo. Así las cosas, este fin de semana que viene termino la primera asignatura con exámen y ensayo que hay que preparar y pues ¡a darle!

Tiempo, que ahora me hace falta. El otro día estuve pensando que me gustaría que el día tuviese al menos un par de horas más. No contento con realizar estos estudios, ahora se me ocurre que necesitaba realizar ejercicio digamos un tanto más en forma, sino de manera constante al menos si regular. “Contraté” a un instructor que me hace sudar la gota gorda al menos tres veces a la semana. Sufro en serio, pero es algo que necesitaba (no sufrir, más bien ejercitarme) pues siempre he hecho ejercicio mal (me están corrigiendo desde la respiración hasta mi pésima forma de trotar) y a la larga eso me desmotivaba pues no había resultados tangibles y menos avances. Antes me daba gusto ver a mi instructor llegar, ahora casi cruzo los dedos por si me avisa que algo se le atravesó y no puede llegar, cosa que NO sucede.

Y llegó la casa, finalmente me la entregaron. Y ahí está, como papa caliente que no sé donde poner. Le hacen falta muchas cosas para irme a vivir ahí y eso implica dinero, dinero que en este momento no sobra. Y ahora sí sabré lo que es amar a Dios en tierra ajena, pues se vienen las mensualidades en forma y no hay escapatoria: hay que ahorrar. Ahorita por ejemplo, no he parado viendo que si el tanque de gas estacionario, que si los protectores, que si el contrato de luz, de agua, que si ponerle chapa nueva a la puerta principal, que si los focos y el tinaco. Encima se me ocurre ‘inaugurarla’ complementando con mi cumple y esto está de locos pues me pedí algunos días en la oficina para atender todas estas cuestiones y que el sábado (día elegido para la pachanga privada) al menos estén puestas las mesas y contemos con lo mínimo indispensable para pasarla bien en compañía de amistades y familiares.

En la oficina hay relativa calma. Poco trabajo comparado con otros meses, pero esa disminución no implica holgazaneo. Siempre digo que ‘siempre hay algo que hacer’ e incluso en estos días que me he pedido de vacaciones, termino yendo que si a firmar ó a revisar algo urgente.

He estado viendo mucho cine, series de televisión y conciertos musicales (Gracias Paco, no me he convertido en fan de The Corrs pero me gustaron bastante algunas canciones, especialmente Only when I sleep y Runaway), así he visto la serie Planet Earth que es majestuosa (por decirlo sencillito), Elizabeth ‘The Golden Age’ (la Blanchett me dejó boquiabierto), ‘Lars and the Real Girl’ que es un encanto de film, bonito en serio; la alemana La Vida de los Otros (me resistía a verla porque le ganó a Del Toro pero me cae que está bien hecha) y A Room with a View (clásico de James Ivory), La Madrastra (gracias Cane por recordarme a Bette Davis) y algunas más en pantalla grande como: El Fin de los Tiempos de Shyamalan (que no me gustó a diferencia de dos seres que la recomiendan y que estimo bastante), Las Crónicas de Narnia ‘El Príncipe Caspian’ (que me agradó mucho sin pedirle tanto) y dos rarezas de esas que llegan a Cinemark en un ciclo de Cámara Alternativa: ‘Yo soy Guapo’ con Michel Blanc (efectiva) y ‘Verano 04’ rara pero entretenida. Sigo esperando sentado que llegue a Cancún la de Wong Kar Wai ‘My Blueberry Nights’ aunque cada día que pasa presiento que fosilizaré en la espera.

Mails que esperan por ser contestados, respuestas en el blog en la misma situación, no sé…a ratos me dan ganas de tirar la toalla pues, como decía mi psicóloga ‘debes medir tu actividad pues corres el riesgo de padecer stress’; por lo pronto a ella ya le di de descanso una semana y ahora la veo cada 15 días, pero...no, sinceramente no quiero tirar la toalla y aquí me verán de cuando en cuando.

Quiero agradecerles su paciencia y su buena disposición a darse su vuelta aún con la expectativa de que posiblemente no haya nada nuevo en días pero me gustaría que supieran que siempre estoy pendiente patrullando el sitio y que aunque tarde, aquí andaré contestando todo lo que gusten comentarme.

Les mando un abrazo y mi agradecimiento –aquí de anticipado y optimista- por sus posibles felicitaciones y demás buenos deseos.

Regreso, lo prometo.

02 junio 2008

Mi Vida de Película

Hace algunas semanas platiqué por teléfono con un desconocido (no lo conozco personalmente, aunque sí he leído lo que escribe) y a pesar (yo lo veo así) de su edad (muy joven) y después de haber hablado infinidad de cosas, hubo un comentario que me soltó en medio de la plática que provocó mi aturdimiento y que aún siguiendo una conversación fluida sobre varios tópicos, ese pensamiento vertido unos minutos atrás, no me dejaba tranquilo. Lo que me dijo iba más o menos en este orden de ideas:

“No hay que dejarse llevar por lo que se ve en el cine. La vida real es distinta, pero ver tanto cine puede provocar el perdernos en cosas que no tienen que ver con nuestra forma de pensar, con nuestra realidad ó con la vida misma. Uno de verdad puede confundirse…”

Terminamos la plática y el pensamiento (me agarró disfrutando un paseo en un centro comercial) de plano me congeló. Creo que yo atiné a decir algo como: “si por supuesto, hay que estar bien conscientes de la realidad y no dejar de pisar el suelo” o un cliché de esos.
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La Rosa Púrpura del Cairo de Woody Allen

Y es que, mal que bien, el cine sí ha influido en mi forma de ver el mundo. Tampoco estoy loco que no pueda darme cuenta de que si me venden fantasía estoy viendo fantasía, de que si me venden algo sobrenatural, estoy viendo algo sobrenatural o si estoy viendo una comedia romántica, pues eso, sé que terminará en final feliz.

Pero esa frase tantas veces dicha por mí de que “he visto demasiadas películas de amor” (nada alejada de la realidad) lleva inherente que esa situación tal vez me ha provocado una idealización o utopía (ver el sueño comentado en el post abajo) de las relaciones amorosas que difícilmente tiene que ver con la realidad ó al menos, con la mía.

Y he estado dándole vueltas sobre qué otros aspectos me han secuestrado -posiblemente- de la realidad y en este tenor me acordé de una cinta de Barbra Streisand llamada “El Amor tiene dos Caras” en donde en alguna parte aluden a que en nuestro diario vivir no estamos escuchando mágicamente música que provenga de alguna fuente no identificada que nos acentúe el sentimiento o emoción que estemos viviendo en ese momento como en las películas (baste recordar el baile final entre Barbra y el infumable Jeff Bridges y el Nessun Dorma de Puccini de fondo). Lo peor es que reconozco que yo me fabrico el 'musicalizar' de alguna forma mi vida. Me la vivo en el auto escuchando una y otra vez los temas de Jumeji’s Theme, Adagio (Secret Garden) y The Greatest (Cat Power) –sólo por mencionar ejemplos recientes y curiosamente todos temas de películas de Wong Kar Wai-; puedo llegar a sentir compasión si yendo sobre la calle observo a las personas paradas en esquinas esperando por algo o por alguien con (mi) música de fondo que me inspire eso. Si estoy triste y quiero sublimar el sentimiento, busco el ‘Time Lapse’ de Michael Nyman (reconocida también en el cine con el film de Peter Greenaway A Zed and Two Noughts) o tal vez su ‘Infinite Complexities of Christmas’ (del film 'Carrington' de Christopher Hampton), o si voy manejando a alta velocidad puede que pruebe con el ‘Molossus’ de Hans Zimmer (para Batman) para aderezar la emoción y así me la puedo seguir.
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Time Lapse de Michael Nyman

Tal vez esto de 'musicalizar mi vida' sea mero detalle sin relevancia porque hurgando un poco más allá es donde empiezo a inquietarme -al reflexionar-: ‘¿Qué tanto de mi forma de pensar en general está influenciada por el cine?’ ‘¿qué valores aprendí viendo cine?’ ‘¿aprendí alguno?’ ‘¿me habré compenetrado con algún concepto distorsionado a los ojos de los demás?’ ‘¿mi concepto de belleza tendrá que ver con lo que he visto en el cine?’ ‘¿algunos de mis miedos a lo sobrenatural habrán sido influenciados ó maximizados por las películas?’ ‘¿la romántica forma que tengo de ver una relación de pareja es producto de ver tantas películas de amor?’ ‘¿tienen que ver mis acciones de resolver situaciones con cosas que he visto en el cine?’ ‘¿mi percepción general de la forma de comportarse ó pensar de los seres humanos estará puntualizada por tanto film que he visto?’

Muchas preguntas, pocas respuestas.

Todo esto me inquieta. Aunque en el fondo creo que cada quién moldea y enriquece (consciente o inconscientemente) su personalidad de formas tan variadas y quiero creer que igualmente válidas, la mayoría desde el seno familiar, con el ejemplo de los padres, en la escuela, unos leyendo, otros experimentado por sí mismos, otros de la mano de guías (espirituales, religiosos, etc.), u otros como yo (y ya sin pensar a qué grado para no atormentarme) por el cine.

Me intriga no saber a qué grado estoy ‘tocado’ por el cine. Me intriga no saber cómo pensaría o que sensibilidad tendría de no haber tenido este acercamiento al séptimo arte. ¿Tendría otra forma de pensar? No lo sé. Lo que sí sé es que por esta sensibilidad que poseo puedo disfrutar a mayor profundidad las cosas que algunos otros no (dicho sea de paso: disfruto el amanecer, como seguramente lo disfrutó Carlos Reygadas en la primera toma de su ‘Luz Silenciosa’), pero esta gran ventaja conlleva un riesgo adicional: mis decepciones pueden ser devastadoras y eso no es nada fácil de asimilar y he llegado a la conclusión de que mi personalidad no permite medias tintas.
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El amanecer de Luz Silenciosa de Carlos Reygadas

Al menos me tranquiliza saber que no soy el único (gran consuelo). El máximo ejemplo son los cineastas mismos que llevan a la pantalla muchas de sus propias obsesiones y visiones, pero aquí cabría preguntarse si son plenamente conscientes de la realidad que viven o si de plano se encuentran en un sueño permanente: su propio mundo -ilusión- (la cuenta bancaria de muchos de ellos también puede darnos una pista) -realidad-.