17 abril 2008

Del verbo "Amelizar"

Escucho mi agitada respiración. Camino unos pasos, troto algunos más y vuelvo a caminar. Está anocheciendo y el caminito pareciera no tener final. Veo personas venir. Busco con ansiedad algo ó alguien de quién sostenerme emocionalmente y a lo lejos veo una figura que me llama la atención. Se acerca cada vez más a donde estoy. Observo que me sigue con la mirada y mi respiración se agita aún más. Le he visto antes. Siempre con compañía mientras camina. Y otras veces, cuando me ha volteado a ver, he bajado la mirada. Y esas veces, mis nervios me traicionan y mi sonrisa contenida explota cuando ha pasado de mi lado. Hoy no es así, hoy no hay compañía. Volteo y nadie más se acerca. Estamos solos y a unos cuantos pasos de distancia. Y por única vez, contengo la respiración y le miro. Me sonríe y me escudriña con la mirada. Súbitamente se detiene. Hago lo que nunca. También me detengo. Me toca el hombro, le miro y sus ojos se abren y cierran como queriendo retener mi imagen.

Oye, me gustas – me dice mientras se esboza una sonrisa al tiempo que mi rostro se ilumina cuál foco incandescente.

Y me gustas bastante – continúa.

¿Cómo te llamas? – prosigue.

Le digo mi nombre, mientras paso saliva tratando de mostrar mi mejor lado físico y al mismo tiempo estar emocionalmente sereno. Pienso que es difícil estar tranquilo ante tanto nervio momentáneo.

No te rías pero...he estado pensando en ti. De hecho hoy vine sólo para decirte que me encantaría salir contigo…y – no le dejo terminar la frase pues irrumpo diciendo:
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Tú también me gustas y mucho…
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Rayos. Me sudan las manos y me tiemblan los pies.
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Continúo corriendo. Un suspiro desesperanzado me indica que todo fue una jugarreta de mi mente. Mi decaimiento me lo demuestra. Anhelos e ilusiones que se forman y desaparecen en segundos. Hay pues que continuar aunque en el fondo deseo que algún día ocurra lo que acabo de soñar.
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14 abril 2008

Descubriendo a Edith Piaf en 'La Vida en Rosa'

La Vida en Rosa de Olivier Dahan


Me encuentro otra vez, dentro de una sala de cine; expectante y esta vez, acompañado. Veré una película francesa: La Vida en Rosa de un cineasta que me da la impresión tiene buena mano con los actores, se trata de Olivier Dahan, quién logro sacarle una entrañable actuación a la espléndida Isabelle Huppert en La Vida Prometida. Otra vez, siento un hormigueo en el cuerpo, nervio dirán algunos. Desconozco totalmente la vida de Edith Piaf, figura central del filme de Dahan quién aquí es personificada por Marion Cotillard, ganadora de un Oscar por esta actuación, ‘una de las más memorables actuaciones de los últimos años’, según leí en alguna crítica de cine.

Siento pues una especie de expectación. Últimamente me percato aún más que el cine me ha servido de trampolín para conocer otras culturas, otra gente, otra música, lugares y periodos y ante este pensamiento, me surgen las preguntas: ¿qué hay de ‘nuevo’ para mí?, ¿qué nuevas canciones enriquecerán mi –corta- cultura musical? ¿Qué nuevos sonidos? ¿Qué nuevas frases? y ver La Vida en Rosa me supone, desde un principio, el acercamiento a una figura icónica (para mi desconocida) de la cultura francesa: Edith Piaf.

Primera reacción: ¡Dios santo! ¿¡Es Marion Cotillard!? Apenas salgo de mi estupor cuando veo una asombrosa interpretación que va de una excelente caracterización, maquillaje, lenguaje físico, y mímico (deberían copiarle ciertas cantantes que hacen playback), hasta una vocecilla ronca que en nada se parece a la original de la actriz y que tendría más que ver con la cantante que vemos en pantalla. No veo pues a la Cotillard sino a la Piaf.
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Marion Cotillard es Edith Piaf
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Y no, después de ver esta ‘biopic’ (película biográfica) no coincido en que el Oscar se lo debió llevar Julie Christie (monstruo sagrado), quién también hizo un gran papel en ‘Lejos de Ella’; siendo justos, creo que el Oscar se les debió haber dado a ambas, pues cada una hace lo mejor que se les ha visto en años en los dos films y la Cotillard no es culpable de que su deslumbrante actuación haya sido favorecida con ese premio (si es que seguimos queriendo darle tanto valor a la estatuilla dorada). Por lo poco que he visto en la red, clips de video y fotografías, la Cotillard ES la Piaf en La Vida en Rosa.

Una vida azarosa, llena de problemas, depresiones, adicciones y desgracias; la Piaf, de personalidad enfermiza pero igualmente desparpajada y a ratos egocéntrica (diva, al fin) cuenta sin embargo con algo que provoca la estupefacción y admiración generalizada: su voz. Francia y gran parte del mundo se rinde ante su talento, empañado solamente por los males físicos y emocionales que la aquejan. ‘La Vida en Rosa’ no es pues una película optimista como intenta su nombre hacernos creer (más en relación directa con la famosa canción que escribió e interpretó la Piaf); es deprimente pero al mismo tiempo emocionante. Ver como alguien –que existió- sale de los lodazales más profundos a alcanzar esos niveles de gloria, suena a lección de vida y en ello radica (más que en sus valores de realización) la relevancia del film.

Las canciones son para mí, todo un descubrimiento. La tonalidad nostálgica de las letras le confieren un aire de tristeza permanente a la artista que pareciera sólo encuentra regocijo sobre el escenario, aún en los momentos del peor estado físico y por ello el público la adora (basta ver su interpretación de Non, je ne regrette rien / No, no me arrepiento de nada, en el Olympia de París, casi al finalizar sus días).

Salgo con un nudo en la garganta. Me alegra sentir que el cine todavía puede sorprenderme a estos niveles: exponer mi emoción a flor de piel. Llego a casa y comienza mi búsqueda de datos y de canciones sobre esta mujer. Consigo el tema que menciono en el párrafo anterior y lo repito constantemente en el reproductor intentando saborear el mensaje y la voz que interpreta; hay un aire parisino en mi apartamento. Delicia auditiva y de sentimiento. Hoy puedo decir que el cine me ha puesto en bandeja de plata a una ‘nueva’ artista para acrecentar mis gustos musicales y no es cualquier artista: es una de grueso calibre, nada menos que Edith Piaf.
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Non, rien de rien
(No, nada de nada)
Non, je ne regrette rien
(No, no me arrepiento de nada)
Ni le bien qu'on m'a fait, ni le mal
(Ni el bien que me han hecho, ni el mal)
Tout ça m'est bien éga
(Todo eso me da lo mismo)

Non, rien de rien
(No, nada de nada)
Non, je ne regrette rien
(No, no me arrepiento de nada)
C'est payé, balayé, oublié
(Está pagado, barrido, olvidado)
Je me fous du passé
(Me da lo mismo el pasado)
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Avec mes souvenirs
(Con mis recuerdos)
J'ai allumé le feu
(Yo prendí el fuego)
Mes chagrins, mes plaisirs
(Mis tristezas, mis placeres)
Je n'ai plus besoin d'eux
(Ya no tengo necesidad de ellos)
Balayés mes amours
(Barridos mis amores)
Avec leurs trémolos
(con sus trémolos)
Balayés pour toujours
(barridos para siempre)
Je repars à zéro
(Vuevo a partir de cero)

Non, rien de rien
(No, nada de nada)
Non, je ne regrette rien
(No, no me arrepiento de nada)
Ni le bien qu'on m'a fait, ni le mal
(Ni el bien que me han hecho, ni el mal)
Tout ça m'est bien égal
(Todo eso me da lo mismo)

Non, rien de rien
(No, nada de nada)
Non, je ne regrette rien
(No, no me arrepiento de nada)
Car ma vie
(Pues mi vida)
Car mes joies
(mis alegrías)
Aujourd'hui
(hoy)
Ça commence avec toi...
(comienzan contigo...)
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03 abril 2008

Mi Ipod: ese gran desconocido

(¡Lo que me faltaba!)


Es curioso darse cuenta que, con el paso del tiempo y acumulando edad, surgen aditamentos a los que nos resistimos entrarle, ya sea por falta de interés, por desconocer sus bondades ó por considerarlos innecesarios. Algo así me ocurrió con el Ipod, llegué bastante tarde a conocer esta maravilla de la tecnología y he de confesar que aún habiendo adquirido finalmente uno, no termino de conocerlo en toda su dimensión.

Contando con una media de 250 CDs en casa, seleccionar lo que me gustaba oír cada que subía al auto no era tarea fácil. Si adicionamos las dificultades de seleccionar una canción y el cambio de discos, el problema es aún mayor. A veces cargaba con discos que sólo había adquirido por un solo éxito (ya no hago esto, es un dineral tirado a la basura) y empecé a grabar en discos vírgenes, aquellas selecciones que más me gustaban. Pilas de CDs empezaron a aparecer en mi apartamento, sólo para ser desechados en cuanto me aburría de repetirlos hasta el cansancio. Ahí me di cuenta que el Ipod es verdaderamente, una maravilla.

Decidí comprarlo ya cuando salió el Ipod Video. Y como tengo tantos discos (no lo digo con orgullo, créanme) me dije: pues voy con el de 80 gb. ¡En la torre! ahora hay que destinar tiempo para bajar los discos a la laptop, seleccionar canciones y en el peor de los casos, organizar y titular temas que la base de datos del ITunes no reconociera. Una inversión de tiempo pavorosa. De los 80 Gb, a la fecha he utilizado una media de 5 (unas 1700 canciones). No acabo de cargar los demás CDs porque no tengo tiempo y no veo para cuando. Pasé una buena temporada de desvelos cargando los pocos discos que he podido, porque además, hay que aprender a usar el ITunes, que por si alguien desconoce el término todavía, es el programa a utilizar en la compu y fase intermedia entre el CD y el destino final: el Ipod.

Pero lo realmente interesante de todo esto son las cantidades estratosféricas de dinero que puede implicar tener un aparatito de estos: Hay en el mercado infinidad de accesorios, desde el cargador, el transmisor para el auto, la banda para sujetarlo y colgártelo en el brazo, el cable auxiliar, la funda de piel, de plástico ó metal, la cera para quitarle rayones, la película protectora de la caja, los audífonos (que yo debo comprarme unos especiales pues por defecto genético, uno de mis oídos-orejas no retiene debidamente el dispositivo), las bocinas por si quieres quitarte los audífonos (nada baratas por cierto), etc, etc.

A la par de todo esto, al Ipod hay que alimentarlo. Aparte del tiempo invertido descargando canciones vía el ARES ó el Emule, a la gente de cierta edad (léase yo) de repente nos da por instalarnos en la nostalgia y nos acordamos de ciertos artistas que tiene añísimos que no hemos escuchado. Canciones de las que nos acordamos repentinamente ó éxitos que en su momento no nos hicieron mayor mella pero que ahorita pareciera ‘recordar es volver a vivir’ y ya sea que descargues las canciones de la red ó que corras a la tienda de discos donde te encuentras con verdaderas antologías (a veces a precios muy bajos pero también muy caros) y curioso, compilaciones nuevas de artistas que pensabas habían desaparecido por completo del mapa.

Pero la tecnología es ‘canija’. Y lo que fue nuevo en su momento hoy empieza a parecer obsoleto. Mi Ipod Video es ahora conocido como clásico (parece un tabique) y han aparecido los de 3ª, 4ª ó 5ª generación que son tan delgados como una regla (ultraligeros), pantalla táctil, en llamativos colores y con opciones fabulosas de visualización al operarlos. El que me costó a mi cerca de 5 mil pesos, ahora cuesta cerca de 3 mil y si quieres venderlo, a ver si regalado te lo aceptan.

Y decía que el aparatito es (para mí) el ‘gran desconocido’ pues recién he empezado a indagarle a la parte del video (después de haber 'triunfado' cargando fotografías). Batallé una buena cantidad de horas buscando el software que me permitiera convertir clips de video al formato aceptado por Ipod y para probar cualquier cantidad de programitas que se encuentra uno en la red -para estos efectos- me he empezado a convertir en adepto visitante de la página youtube.com; además ando con el gusanillo de meterle alguna de las películas que tengo por ahí pendientes de ver por si se me ocurre hacer tiempo en aeropuertos ó en la fila de las tortillas. Tampoco sé como igualar el volumen con el que vienen grabados algunos mp3, desconozco qué son los podcasts, cómo subir audiolibros, cómo utilizar semejante memoria para guardar otro tipo de archivos, como enviar a ciertas carpetas, canciones, videos ó fotos y como ajustar tantos comandos que vienen incluídos. Siento que si pudiese identificar el porcentaje en que conozco al juguetito éste, no andaría arriba del 30%.

Así pues, mi economía ha sufrido un atraco en despoblado: mi colección de discos originales se ha incrementado con compilaciones que jamás imaginé: Leonardo Favio, Marisela, Emmanuel, Napoleón y Laura León -por aquello de reírnos- etc; me he familiarizado con términos que antes no conocía: (gadgets, shuffle, nano, mini, touch, etc), mi laptop (me suicido si se le llega a borrar el disco duro) está llena hoy de reliquias - y virus- (‘Mi Viejo’ cantada por Piero ó ‘Words’ con F. R. David) ó incluso videos de la Méndez cuando su nariz no estaba como quedó (gulp!), fotografías familiares del año del caldo y cables y accesorios por todos lados pero sobre todo: mi tiempo invertido en cada uno de estos aspectos: grabar, descargar, ir a comprar y cargar batería; son actividades prácticamente diarias.
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Ayer mi madre me espantó: ¡quiere uno!
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