A Daniel Villavicencio
La chilena va empezar y la empezaré si quieres
viva Cacahuatepec y que vivan su mujeres
atravesando la sierra hallarás la Costa Chica
cuando pases por mi tierra ya veras que si es bonita.
Es un sueño. Me encuentro en un pueblo pequeño, caminando por entre sus empedradas calles (justo en la calle principal) y veo a mi derecha el Palacio Municipal. Frente a él, un imponente reloj (al que personalmente llamo ‘Big Ben’ pues guarda cierto parecido con el de las tierras británicas) que pocos voltean a ver pues el tiempo pasa lento en este lugar y pareciera no tener importancia. Avanzo un tramo más y me encuentro otro bello pero antiguo edificio: la iglesia. Es domingo y percibo mucha actividad en la plaza central. Veo a la señora que vende verduras, a la que vende revistas, la que vende eskimos (malteadas, le llamarían los citadinos) y enchiladas. Es curioso, tiene años que abandoné este pueblo en el que viví desde los 6 y hasta los 15 años, cuando mis padres se divorciaron, pero lo tengo tan grabado en mi mente y en mi corazón, que me invade una ‘alegre nostalgia’ sólo de recordarlo.
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Cacahuatepec es una pequeña población de aproximadamente 7,500 habitantes enclavada en la sierra del sureste oaxaqueño -la costa chica-, muy cerca de los límites con Guerrero. Es cuna del compositor Álvaro Carrillo (aunque se lo disputen los de Pinotepa Nacional, es oficial: Álvaro nació en
Cacahuate –así lo llamamos de cariño-) y su nombre significa
‘En el Cerro del Cacao’. La carretera principal, conecta a Pinotepa Nacional y al otro extremo hacia la ciudad de Oaxaca, capital. Es un pueblo preponderantemente agricultor y ganadero aunque una profesión característica, es la docencia (sólo cuentan con una escuela Normal –de maestros- como máximo nivel de estudios).
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De entre los más vívidos recuerdos que poseo de mi niñez se encuentra el de mi abuela (fallecida hace un par de años) que tenía una tienda de abarrotes y yo le ayudaba a atenderla. Recuerdo especialmente a los nativos que llegaban a embriagarse con aguardiente…
"me vende un yogurazo" -decían, pues mi abuela les vendía la medida en un vasito de
yogurt tipo danone jeje. También vendía queso (el mejor que he probado en mi vida), chorizo y pan. Todo tenía un sabor delirante y exquisito.
La gente de Cacahuatepec, es amable. Cuando hablan, lo hacen cantadito, como queriendo infundirte confianza.
“Ay túuu”,
“Sí maníiin”, son frases típicas que provocan que cuando menos te lo esperes y sin darte cuenta ya estés hablando igual. Es común ver a los lugareños paseando en el parque, jugar
básquet -deporte local por excelencia-, otros sentados en sus
‘conchas’ (asientos que semejan grandes sillones hechos con tiras de plástico y herrería circular) afuera de sus casas ó cuidando sus negocios, que en su mayoría son tienditas de abarrotes. Casi todos se conocen entre sí, y aunque es común que
‘los jóvenes hijos pródigos’ abandonen el pueblo para conocer mundo y otras oportunidades de estudios ó negocios, siempre terminan volviendo –como yo-.
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Decía que los domingos son de fiesta y toda la gente sale a comprar al mercado; es día –obviamente- de misa y los lugareños fieles a la religión –católica, principalmente- van acompañados de toda la familia, vestidos con sus mejores ropas…bien arregladitos. En el sonido ambiental prevalecen el canto de las aves y los esporádicos claxonazos de las camionetas de pasajeros que van a Pinotepa ó a San Pedro Amuzgos. La vegetación de los alrededores es abundante y a ratos sepulcral. Mucho silencio (que invita a la reflexión), interrumpido tal vez por grillos ó
zanates (pequeñas aves de color negro). En los límites hay ríos que de cuando en cuando son visitados por los locales para lavar ropa (que tallan y azotan en piedras) ó simplemente divertirse, dada la escasez de sitios de entretenimiento.
2El
chilate (bebida espumosa y fría de cacao), el pan de yema recién horneado, las tortillas hechas a mano, la carne enchilada, las
‘regañadas’ (variante de pan dulce), los dulces de coco y las pulpas de tamarindo, se han convertido en alimento distintivo de la región. Asimismo los modismos o
argot de
Cacahuate como
‘Chirundo’ (sinónimo de desnudo),
arrecho (en celo),
chando (malhecho),
chincualudo (niño travieso),
chicatana (hormiga arriera que se prepara en
‘chirmole’, que es una variedad de salsa) y contrario a lo que conocemos como
‘mayate’ y
‘chacalín’, el primero es un abejorro y el segundo es un camarón… chistoso, ¿no?
Pero
Cacahuate también tiene su lado siniestro y misterioso. Recientemente comentaba que viviendo en Cancún, siempre que me llegan noticias de fallecimientos, es de gente del pueblo. Desapariciones y apariciones misteriosas contribuyen a crear muchas leyendas populares. Yo mismo recuerdo alguna anécdota cuando viví en una vieja casona y juro y perjuro que escuché por la noche que alguien cantaba –desde la esquina de mi cuarto- mientras la oscuridad me rodeaba pero al encender la luz, no había nada.
Y aunque hay personas
‘de armas tomar’ (así, literalmente), los pocos acontecimientos trágicos que han sucedido, no han afectado la imagen y el cariño de la gente por
‘su pueblo’. La muerte es reverenciada en las celebraciones religiosas (en día de Muertos se llena de flores de
cempasúchil); la fiesta de San Juan (con las infaltables
‘chilenas’, que no es gente de ese país sino un baile típico); el carnaval, con el temerario -y a veces pesado-
‘tigre’ y demás
‘mascarítas’ que ponen a correr a la gente en medio de
‘huevazos’ rellenos de agua perfumada y harina (en el mejor de los casos); las fiestas patrias con sendos desfiles en donde participan todas las escuelas, se convierten en gran evento y recientemente comenzaron a honrar la memoria de Álvaro Carrillo frente al Palacio Municipal, a principios del mes de diciembre.
Y como dice la campaña publicitaria de una estación de radio de Cancún
“mi nombre es David Guzmán, de profesión Contador Público, nací en Acapulco, pero me siento orgullosamente Cacahuatepense” jeje. Pocas experiencias son tan placenteras como visitar este pueblo; al que por cierto visito cada vez menos, más debido a la carga de trabajo que por las ganas –inmensas- de ir. Siempre que el camión (la única forma de llegar es por tierra) se acerca a mi destino, mi corazón da un vuelco: ahí aprendí cosas tan básicas como el cariño por la gente y por la tierra, el sentido de pertenencia y a cultivar un orgullo genuino por un pueblo pintoresco y de profundas tradiciones. El tiempo se detiene cuando se está en
Cacahuatepec y estoy convencido de que siempre lo llevaré en mi mente y mis recuerdos.
Cacahuatepec valiente tierra de las polvaredas
Cuando pases por mi tierra ya veras que si te quedas
Ya me voy a despedir y lo haré gustosamente
Viva tus alegres sones Cacahuatepec valiente
Ay ay ay ay bellos lugares
Aunque lejos yo me encuentre no te olvido Villa Juárez.
Chilena Cacahuatepec
Autor: Álvaro Carrillo